Como si fueran sus mascotas, desde hace casi 15 años don Pablo Briones acostumbra a llegar a la Plaza de Armas de Gómez Palacio con su bolsa de pan y tortillas remojadas. Llena un par de tinas con agua y alimenta a más de cien palomas que radican en la zona. Momento que se une a la fascinación de los niños que buscan alcanzarlas.
Ya las conoce, identifica a la mayoría y sabe cuando llegan nuevos pichones, son como de su familia. Cuando llega a la plaza en su bicicleta, sobre el Paseo Independencia, parece que hasta se avisan entre sí y de todos lados los palomos lo abordan.
“Esa cafecita y aquella blanca nunca fallan, vienen desde pichones. Ese de allá es nuevo, está pichoncito y aún le dan de comer en el pico. Mire aquel qué bonito está. Mire las patas y las plumas como le brillan a ese otro”, comparte el gomezpalatino de 77 años de edad que encuentra en esta práctica algo más que amor por los animales.
Recuerda que antes de la llegada de la pandemia se llegaban a juntar hasta diez amigos para sentarse cerca del kiosko y aventarles comida a las aves, sin embargo, no todos la libraron y dejaron de acudir, pero don Pablito, como lo conocen, nunca dejó de ir, y aunque sea un rato, por las tardes se escapaba y visitaba a sus palomas que ya lo esperaban.
“Ya cerca de las 5 y media de la tarde y ya me están esperando. A veces compro un costalito de pan duro de 30 pesos en la panadería y les gusta mucho. También les junto sus tortillas y se las traigo. Hasta cuando estuvo la pandemia me escapaba para venir a echarles su comida porque sabía que me esperaban”.
Asegura que alimentar a estos animales que se pueden ver en gran cantidad en todas las ciudades, representa algo más que su gusto por las aves, es un momento para el desestrés y la relajación, en un entorno que se llenó de ansiedad y depresión por el confinamiento.
A su acción se le unen más personas que llevan sus migas, y junto a don Pablo hacen toda el llamado a la cena, algo que sin duda los palomos de la plaza de Armas de Gómez Palacio han aprovechado por muchas generaciones, que sin la necesidad de migrar de lugar, encuentran en este espacio su lugar ideal para vivir como en casa.
EGO