Leyenda. Patio de los Azulejos y un cura del más allá

Entre los hechos históricos destaca que en ese edificio se imprimió el Plan de Iguala. Además, se dice que el espíritu de un sacerdote rondaba por el inmueble.

Patio de los azulejos en Puebla. (Andrés Lobato)
Rafael González
Puebla /

El Patio de los Azulejos es un inmueble histórico en la ciudad de Puebla, ubicado en la 11 Poniente número 108, que data del siglo XVII . Formó parte del conjunto arquitectónico del Templo de Nuestra Señora de la Concordia y entonces era conocido como el Patio de Ejercicios.

En la Casa de Ejercicios hubo una imprenta donde se elaboraban los billetes de lotería y se obtenían recursos. En este sitio se imprimió el Plan de Iguala en 1816, donde se proclama la emancipación de la Nueva España.

Se encuentra ubicado en la actual calle 11 Poniente número 108 en el Centro Histórico de Puebla. (Andrés Lobato)

La historia del sitio señala que el padre Joaquín Furlong envió una imprenta a las fuerzas independentista y en esta casa se imprimió “La Abeja Poblana”, primer periódico de la ciudad.

Durante la Guerra de Reforma, en 1856, la Concordia fue de los edificios más afectados, sin embargo, el Patio de los Azulejos no sufrió daño. Ahí fue donde se generó una historia que con el correr de los años se convirtió en la Leyenda del Patio de los Azulejos.

De acuerdo con la leyenda, después de las Leyes de Reforma, dicho inmueble, como muchas de las casas religiosas, funcionó como vecindad. En una de las habitaciones del segundo piso de la casa vivió un viejo abogado.

En esta casa se imprimió “La Abeja Poblana”, primer periódico de la ciudad. (Andrés Lobato)

Cada noche cuando llegaba siempre se encontraba sentado al pie de la escalera a un anciano, que rezaba con un rosario en las manos. Por la costumbre de verse todas las noches e intercambiar saludos, el abogado y el misterioso hombre tuvieron un trato amistoso que los llevó a conocerse mejor y entablar largas charlas en la casi deshabitada vecindad; entre esas pláticas, el abogado supo que su amigo era sacerdote.

Así transcurrió el tiempo, hasta que cierto día se presentaron en la vecindad dos monjas para solicitar limosna. En su recorrido llegaron con el abogado, quien en medio de la plática les dijo que en esa vecindad vivía un sacerdote, que tal vez conocían.

Ambas religiosas se miraron extrañadas, pues ninguna referencia tenían al respecto. Le preguntaron por el nombre del padre; al oírlo, ninguna pudo ocultar su asombro. De inmediato, el abogado les volvió a preguntar si lo conocían y le contaron la historia del antiguo convento, de la cual habían escuchado que un sacerdote se aparecía rezando en esa vecindad todas las noches.

Al comprender que su amigo era un espíritu que rondaba por la vecindad, el abogado no soportó la impresión y se cambió de vivienda antes de investigar más acerca del misterioso hombre, afirma la leyenda.

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