"Mamá Rosa" sigue rescatando niños

Alfonso Verduzco es primo de Rosa y asegura que su familiar está muy bien y tranquila, pero aunque ya hizo a un lado el albergue, mantiene su vocación de ayudar a los demás.

Las instalaciones de La Gran Familia están abandonadas.
Érika Flores
Zamora, Michoacán /

“¡Rosa está muy bien!”, afirma el sacerdote Alfonso Verduzco Pardo, primo de Mamá Rosa. “Está muy contenta, feliz y tranquila. Ahora está enfocada en rescatar muchachos de las drogas y vicios, pero los va tomando de uno a uno. Los acompaña, invita a comer y motiva. ¡Es muy lista! ¡Ya ha logrado redimir a algunos!”.

Así vive ahora la mujer más polémica de Zamora, Michoacán, quien fundó y durante 65 años sostuvo el albergue La Gran Familia. Ha pasado un año desde que éste fue cerrado por las autoridades federales y a decir del padre Verduzco, Mamá Rosa le ha confesado que esa es ya una etapa superada.

“Ayer estuvo aquí y comió conmigo. Mentira que tenga un nuevo albergue, ¿Con qué, para qué?, me ha dicho; incluso dice sentirse liberada, porque a su edad ya no podía con 600 niños”.

Rosita —como le llaman la mayor parte de los zamoranos— podrá tener 80 años, seguir siendo diabética y haber bajado muchos kilos de peso desde que perdió su albergue, pero la realidad, es que sigue activa (aunque de manera discreta) rehabilitando de manera individual a niños y jóvenes en situación vulnerable o de calle. A algunos les ha conseguido empleo, pero nadie sabe con precisión quiénes son, cuántos han sido o adónde los lleva.

Recientes publicaciones periodísticas señalan que están en una de las varias casas que posee; activistas de organizaciones civiles acusan que hay tres jóvenes embarazadas y chicos con discapacidad mental, pero los domicilios precisos de las casas convertidas en pseudoalbergues son un misterio.

“Está cerca de aquí” confía a MILENIO un niño limpiaparabrisas. “Aquí derecho, sigues por allá, das vuelta acá y ahí mero llegas. Su coche gris está en la entrada”. Las indicaciones llevan al número 189 de la calle Calcuta, a 10 minutos del ex albergue de dos hectáreas que sigue resguardado por la Policía Federal. En efecto, hay estacionado un auto Honda color gris. Los vecinos confirman que Rosita vive ahí desde hace poco tiempo. Algunos la miran con agrado, otros con evidente rechazo.

Nuestro pequeño informante relata: “Siempre pasa por aquí diciendo: ´¡Vayan a mi casa, les invito un taco!’. Pero yo no voy ¿Qué tal que me agarra y me quedo encanado (preso) siete años?”.

En plática colectiva sus compañeros confirman que Rosa Verduzco los busca a la hora de la comida, a bordo del auto gris donde recoge a quienes aceptan el taco; aunque, dicen, han sido “poquitos”.

Con cautela, el DIF municipal marca distancia. “No somos autoridad competente, no tenemos ningún reporte al respecto. Solo notas periodísticas en web sin fundamento”.

Una casa de dos pisos con cerca electrificada y paredes altas que colinda con un terreno baldío. Se escucha ruido, pero nadie abre la puerta tras tocar el timbre. Desde dentro una voz femenina atiende a gritos. “¿Quién la busca, de parte de quién viene?”. Al saber que es la prensa, reacciona: Mamá Rosa no está porque salió al velorio de un hijo y no puede dar más información porque no quiere perder su empleo.

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Indignado, el padre Verduzco cuestiona que en aquel operativo del 15 de julio de 2014 su prima fue detenida por decenas de policías y soldados, mientras que Servando Gómez, La Tuta, por menos de 10 elementos.

“Creo que la casa y obra de Rosa es una muela picada en la boca de los políticos, porque no tienen un albergue como el de ella. De allí salieron profesionistas y sacerdotes. Su escuela de música era extraordinaria. Fue una vergüenza para el gobierno. En los últimos seis años ¿sabe quién le mandó más niños? Peña Nieto, eran niños problema, ya mayorcitos”.

Mamá Rosa no acepta entrevistas, justifica el clérigo, porque su prioridad es sacar de la cárcel a sus ocho colaboradores y recuperar el albergue que “nunca estuvo en las paupérrimas condiciones que mostró la prensa nacional e internacional.

“Los 300 policías y soldados apilaron los colchones y tomaron fotografías para decir: ¡Miren cómo está!”. ¿Y las ratas, cucarachas? “Dígame en qué casa no hay una rata o cucarachas. Los baños siempre estuvieron limpios”, responde con serenidad. También desmiente las acusaciones de abusos físicos y sexuales a menores.

“A La Gran Familia no llegaban muchachos sanos, sino amañados, que eran rateros, esto y lo otro. No eran impecables, pero tampoco perversos: yo los conocí. A lo mejor sí tuvieron relaciones, pero a nadie se forzó o violó. Y este medio es como la casa del jabonero, donde el que no cae, resbala”.

Ivonne Pantoja, titular del DIF municipal, sostiene que ellos nunca entregaron niños a ese albergue y que tras el cierre apoyaron con alimentación a los menores.

“Muchos nos solicitaron la devolución de actas de nacimiento y certificados de hospital con las huellas, pero nosotros no los tenemos. Quedaron bajo resguardo de la procuraduría estatal. Tampoco pudimos ayudarles para recuperar sus instrumentos musicales”.

Tras el fin de La Gran Familia, solo hubo dos niños abandonados en el santuario Guadalupano, mismos que el Ministerio Público entregó al DIF estatal. Y en cuanto a estadísticas sobre la población de calle o vulnerable que hay en Zamora, Pantoja refiere que no hay datos oficiales que indiquen si son muchos o pocos, “porque son población flotante”.

El hueco que Rosa Verduzco dejó nadie lo ha llenado, concluye su primo. “Dudo haya una mujer que lo haga. Un ama de casa se queja de tres hijos, ella tenía 600”.

Asegura desconocer su domicilio actual, aclara que dicha casa pertenece a “un rico de la ciudad que se la prestó”. ¿Tiene dinero propio? Tampoco lo sabe, pero destaca que fue heredera de un patrimonio familiar y es buena administradora”.

“Un día salí con ella. La vio un taxista y dijo ¡Adiós Mamá Rosa! Otro muchacho ¡Mamá Rosita! Y si llega a una cenaduría normalmente no le quieren cobrar. Rosa sigue siendo una mujer que valoramos en Zamora. No habla porque lo que diga del gobierno, podría dificultar la liberación de sus hijos. Pero bueno, si hasta cuando me entrevistan a mí, solo sacan las frases más incómodas”.

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