De pie frente a los cientos de agentes de migración, Luz Ariana Guzmán, solo podía pensar en una certeza: no volvería a ver a sus hijos. Estaba descalza, con las manos y los pies atados, el cabello suelto y sobre la cara, junto a poco más de 150 migrantes que al igual que ella, estaban siendo detenidos por no tener permiso para vivir y trabajar en los Estados Unidos.
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Se encontraba en el comedor de la procesadora de pollo en la que desde hace 13 años había trabajado junto a su esposo, un sitio en el que había encontrado la fuente de ingresos para alimentar a sus hijos. Aquella tarde del 7 de agosto se transformaba en lo contrario: una trampa para separarla de su familia.
El miércoles pasado, cuando se llevó a cabo la redada, Ariana llegó a las 7:00 de la mañana, se colocó las botas de hule y entró al almacén para hacer el trabajo que desempeñaba en la procesadora de pollo Peco Food, como encargada de almacén.
Todo indicaba que sería un día como cualquier otro: a las 7:30 horas ya tenía el equipo listo para cuando comenzaran a allegar sus compañeros. Poco después de ingresar a la sala de procesamiento de alimentos, el pánico: decenas de empleados corrían asustados al grito tan temido de muchos como ella: "¡La migra!". El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en Inglés) había entrado a las instalaciones de la empresa.
Incrédula de lo que se rumoraba decidió salir y constatar por ella misma si era cierto lo que decían. No le tomó mucho averiguarlo, pues apenas abrió la puerta del cuarto donde estaba y un hombre con chaleco antibalas le pidió que se acercara: era un oficial del ICE.
Para ese entonces el miedo ya se había apoderado de ella y contrario a lo que le pidió el oficial, ella decidió correr y encerrarse en el baño. “Corrí para llamarle a la señora que cuida a mis niños y encargarlos porque no sabía que iba a pasar en ese momento”, cuenta a MILENIO.
Tras la llamada de emergencia que Luz le hizo a la nany de sus hijos no tuvo más opción que entregarse. Lo que más le dolió no fue eso, sino las palabras que utilizó el agente del ICE mientras le colocaba las esposas. “De esta no te salvas", le dijo. Aún ahora, se estremece con la forma en la que fue tratada. "Me jalaba y repetía, eres mexicana y de ésta no te salvas".
Lo que pasó después fue una serie de hechos que ella calificó como insólitos. “Eran cerca de 400 agentes en toda la fábrica. Traían detectores de metales con los que examinaron cada rincón. Pero no solo eso, otros subieron al techo de la procesadora, bloquearon puertas traseras, ventanas y hasta una salida oculta que habíamos improvisado en años pasados, pues la amenaza de este tipo de redadas es latente. No solo eso, afuera un helicóptero sobrevolaba la zona como si fuéramos criminales”, recuerda.
Una vez que los oficiales se aseguraron de haber detenido a todos, los reunieron en el comedor de la fábrica. Los gritos de auxilio se apagaron con la orden de los agentes que pidieron solo hablar cuando ellos lo indicaran. No solo Luz estaba ahí, también su esposo Rufino Moreno, quien había sido detenido mientras intentaba esconderse en uno de los congeladores industriales.
Cuando terminó el interrogatorio dentro de la procesadora de alimentos. Luz, Rufino y sus compañeros salieron descalzos y con esposas en manos y pies. Los 30 grados de aquella mañana en el condado de Canto, Misisipi, le sacaron ampollas tras caminar sin zapatos hacia los autobuses que los llevarían detenidos hasta la base militar en Flowood.
Aquel viaje en autobús duró al menos dos horas y cuando llegaron a la base el interrogatorio continuó: “Hacia demasiado calor, estaba lloviendo muy fuerte, sólo nos tenían ahí en un asiento en el patio y teníamos que esperar hasta que nos pidieran todos nuestros datos, una y otra vez, una y otra vez…”, lamentó.
Después de cientos de preguntas Luz salió libre esa misma noche. La razón: no tenía antecedentes criminales. "Debía salir a ver a mis hijos, pero no fue tan sencillo. Me colocaron un grillete en la pierna derecha y tengo que ir a Corte el próximo 07 de diciembre, pero mientras eso pasa no puedo alejarme de mi casa y tampoco salir del condado de Laurel”, añade.
Su esposo continúa detenido y a pesar de que ya contrataron a un abogado, la esperanza de que permanezca en Estados Unidos es muy baja. Prácticamente nula.
“Siento feo por mis niños, porque si hay que regresar a México me los tengo que llevar y no quiero porque allá es muy peligroso y aquí tienen una mejor educación escolar”, expresó Luz. Es notoria su incomodidad. Una y otra vez trata de cubrir el grillete de su pierna con su pantalón de mezclilla.
EB