El azar del destino ha llevado al escritor y periodista, Armando Fuentes Aguirre 'Catón', a estar en la permanente búsqueda de la verdad, de vivir la vida y a comunicarse siempre con humor, sobre todo con amor.
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Un mundo de coincidencias y vivencias en su vida le dan el derecho de sentirse en plenitud total a sus 83 años de edad, etapa que considera como aquella época dorada en la que dice vivir una nueva juventud, esto como premio a la disciplina y constancia en su trabajo durante más de medio siglo, que lo hacen llamarlo el articulista más leído de México.
“Catón”, llamado así desde su adolescencia, es un apasionado por la música clásica y la ópera, además de ser amante entregado en cuerpo y alma a la ciudad donde nació, Saltillo, Coahuila, lugar que de no ser su tierra natal, le hubiera gustado nacer lo más cercano posible a esta capital coahuilense.
¿Cómo se describe Armando Fuentes en cuestión de cualidades?
Creo que mi principal cualidad es la disciplina, que me permite hacer mi trabajo diariamente, trabajo en el cual llevo ya más de medio siglo sin fallar, prácticamente, ni un día. Esa disciplina, el amor a la verdad, a la justicia y a la belleza que plasmo en todos mis escritos, el afán de comunicarme con el prójimo a través del humor y del amor, son cualidades que aprecio en mí, sin envanecerme por ellas.
¿Cómo es esa mezcla de humor y amor?
El humor y el amor siempre van de la mano, porque el humor es una forma amable y alegre de comunicarte con tu prójimo, lo que resulta una acción de amor. A los mexicanos se nos da muy bien el humor y tenemos la gran inteligencia de saber reír y sobre todo, reír de nosotros mismos, una flor de inteligencia que adorna a todos los mexicanos.
¿Cuál considera que es la mejor etapa de su vida?, ¿Por qué?
La mejor etapa es la que estoy viviendo actualmente. Considero que es una etapa dorada en que he desvanecido muchas de mis dudas, de mis tensiones y problemas del pasado, entonces me estoy sintiendo en una nueva juventud, tan plena, tan llena de realizaciones.
¿Qué tanto han cambiado sus pasatiempos al paso de los años?
Realmente no ha cambiado nada, mi pasatiempo principal desde niño ha sido la lectura y la sigo ejercitando con nuevos descubrimientos o volviendo a las antiguas lecturas que me nutrieron y que me hicieron ser lo que soy.
¿Cuáles puede mencionar así de botepronto?
Siempre se pregunta qué libros han influido en la vida, la mayoría de la gente suele citar algún libro de los que llaman sagrados, en mi caso no es así. Para mí, libros fundamentales en mi vida fueron, en mi niñez, el bellísimo texto de “Corazón, diario de un niño” de Edmundo de Amicis, y en mi juventud influyó mucho la lectura de la novela casi desconocida del escritor francés, Alphonse Daudet, “Poquita cosa”.
Desde entonces la obra poética de Ramón López Velarde es fundamental para mi sensibilidad y para mi idea de lo que la poesía y el poema deben ser.
¿Catón cree en las musas o cómo se inspira en sus escritos?
Definitivamente no creo en las musas pero pido su perdón, yo creo más en el trabajo, en la disciplina de cada día, de la necesidad de ganar el pan para mi familia. Ese trabajo cotidiano, parecido al que podría ser el de un albañil o un carpintero, es mi principal inspiración.
¿Qué libro lee en estos días?
Actualmente estoy volviendo a leer "Don Quijote de la Mancha", una lectura que debe ser permanente y que estoy leyendo lenta y espaciosamente en la edición por don Francisco Rodríguez Marín.
¿Colecciona algo?
Colecciono recuerdos, es una bella forma de coleccionar algo. Me gusta coleccionar libros, música, buenas películas, y también me he empeñado muchísimo en formar una buena colección de amigos, porque es lo que enriquece mi vida en la etapa que ahora estoy viviendo.
¿Suele conservar algún amuleto de la suerte?
No tengo tiempo para la superstición, de tal manera que no cargo amuleto alguno, ni profano ni religioso, aunque guardo con respeto y con mucho cariño las tradiciones religiosas heredadas de mis abuelos y de mis padres.
¿Qué opina “Catón” de la muerte?
En términos culteranos la muerte es “a huevo”, es decir, no podemos escapar de ella. Como decía Borges ‘morir es una costumbre que sabe tener la gente’. No debemos dar oídos a falsos predicadores que han puesto en el humano el temor y el terror a la muerte. Quizá sólo sea el principio de una nueva vida o quizá sea el llamado descanso eterno.
¿Cree en los fantasmas?
Sí, pero todos los que he visto son de seres vivos. No he tenido alguna experiencia sobrenatural.
¿Qué música es su favorita?
Me gusta la música clásica y la ópera, pero si tuviera una canción favorita sería “Rosita Alvírez”, la canción de mi ciudad y mi tierra natal, la canción que aprendí desde niño y me sigue emocionando cada vez que la escucho.
¿Le gusta cocinar?
A mí jamás se me ha dado la cocina, y eso lo lamento porque es una bella forma de mostrar amor a los demás. Mis hijos son espléndidos cocineros y yo no soy bueno en eso, sin embargo tengo la fortuna de casarme con una mujer que es la mejor guisantera de todo el país y de países vecinos, por lo que nunca tuve la necesidad de acercarme a un fogón.
Los platillos que me encantan son la fritada de cabrito, un platillo muy saltillense, muy barroco y lleno de sabiduría al hacerlo, además me gusta mucho el machacado.
¿Cómo fue su infancia?
Mi infancia fue feliz. Tuve la fortuna de vivir en un hogar que ahora sería calificado como aspiracionista, en una casa donde los libros eran parte del mobiliario, veía los libros con la naturalidad de ver la silla o la mesa.
Cuando iba a la casa de mis amigos ricos me decía a mí mismo “han de ser pobres, no tienen libros, lo único que tenían era dinero”, no me equivocaba.
¿Qué es lo que más le puede llenar de orgullo?
Siempre he procurado alejarme del orgullo, porque el orgullo representa vanidad, y peor aún, soberbia. Yo trato de ser agradecido y de hacer mi trabajo con la humildad del que sabe que su labor es como la de miles de prójimos que comparten la experiencia diaria del vivir.
Para mí el orgullo es un mal sentimiento, casi parecido al de la ingratitud, procuro huir de esos males humanos que degradan a la persona.
CALE