Lo último que María Patricia Piña Santillán compró en compañía de su esposo fueron 150 kilogramos de carne de cerdo para el asado, el último encargo para la reliquia que preparara desde inicios de octubre.
La fiesta de la Guadalupana se disfruta el 12 de diciembre en su casa, ubicada en la avenida Bravo a poca distancia de la Vicaría de Torreón y a ella pueden llegar amigos, vecinos y peatones.
“Las compras comienzan en octubre, para alcanzar a limpiar todo el chile. De la reliquia, sólo de carne preparo 150 kilos, más 30 kilos de menudo porque se les cocina especial a los danzantes”.
Para tener la mesa puesta se acelera el trabajo de la cocina y desde el 11 de diciembre la familia entra en acción coordinada con Paty, quien dio continuidad a la tradición que se estableció 20 años atrás por una manda que su hermana le hiciera a la "morenita", cuando a su mamá le fue detectado cáncer de mama.
“Esto es por devoción. Primero mi hermana empezó a hacer rosario porque a mi mamá le detectaron cáncer en un seno y luego empezamos con la danza, eso fue hace como veinte años. Empezamos con una danza chiquita y ahora ya la hacemos grande".
“La manda nada más duró como unos cinco años. Mi mamá ya murió y ya la hacemos por gusto. Ya está la fiesta de la virgen programada, aquí participan mi marido, mi cuñado, mi concuña, mi hermana y mis sobrinas”.
TODA LA FAMILIA UNIDA
Los preparativos para la fiesta implican un enorme trabajo pero todos entran a cocinar. A limpiar, a mover. De la cochera se retiran las macetas y los cocedores toman su sitio para comenzar a guisar.
“En octubre comenzamos a comprar las sopas, el chile y todo lo que se va a necesitar y no se echa a perder. Nosotros compramos todo pero para que no se nos haga pesado, vamos comprando poco a poquito. La fiesta empieza a las diez de la mañana con la danza, a la una rezamos y cuando terminamos de rezar empezamos a repartir la reliquia”.
Con veinte años de hacer esta fiesta, resulta lógico que la gente llegue como a su casa cada año. Y en cuanto a la comida saben que tiene un gran sabor, pero no hay recetas o toques secretos. María Patricia dice que son líricas en la cocina por lo cual deben ir probando para saber qué ingrediente hace falta.
“¿Cuánto cuesta hacer una reliquia? La mera verdad no sé porque le digo que compramos poco a poco hasta que completo todo. Además hay que pagarle a la danza, la molida del chila, las tortillas, el pan. Hay que comprar los ingredientes de las sopas y por ejemplo en el chocolate me gasto como mil pesos”.
Sobre la avenida se estacionaron algunos automóviles impidiendo el paso, debido a que el altar se coloca en el centro con al menos siete imágenes.
“Tengo muchas pero ahorita me han regalado más. Viene la gente y me preguntan si no las quiero y yo digo que sí. Ya se me han hecho varias porque me las han regalado, yo he tenido mías. La mía es la de en medio. Las demás son regalos. Tengo muchas y en la casa claro que hay espacio, les hago su lugar, cada quien tiene su cuadrito.
La fiesta es para todos y la familia trabaja hasta entregar el último plato de comida. Patricia dice que sí es cansado pero aún no piensan dejar la tradición.
“Sí es cansado pero por ejemplo yo le digo a mi esposo: el día que ya no podamos la virgen va a saber que es así. El día que tú faltes ya no la voy a hacer porque hay que poner quemadores, hay que sacar los tanques del gas y uno no puede porque somos mujeres. Sí es mucho el trabajo pero a mí me da mucho gusto hacerle la fiesta a la virgen”, concluyó.