En el Acapulco profundo, en el que los servicios aún no se han restablecido en su totalidad, y donde las piedras y el fango bloquea sus calles, se ubica el salón de fiestas Jumanji, que solía tener un techo de palma, y que hace seis meses, fue arrancado de tajo por el huracán Otis.
“Al amanecer -recuerda Sara Guillén, propietaria- con toda la angustia del mundo y pidiéndole a Dios que aquí, que mi salón estuviera de pie, no, no fue”.
Ni siquiera había una calle por la que pudiera transitar, todo era charcos, lodos, escombros, cables tirados; “llegar aquí y ver el esfuerzo de más de 15 años se me hubiese venido abajo, no te puedo decir el dolor porque hasta la vez lo siento”, relata a MILENIO.
En medio de la reconstrucción y recuperación económica de Acapulco la pequeña y mediana empresa sigue esperando ayuda. Sara, bien tuvo que hacer todo por su cuenta. Ofrecieron créditos a la palabra pero, por la veda electoral, se pospuso hasta nuevo aviso, y con el próximo cambio de gobierno, “quién sabe qué vaya a pasar”, dice con temor.
Ella y su empresa familiar, son apenas un botón de muestra de los damnificados que no pertenecen al sector turismo, al que se le suman cientos de negocios que desaparecieron en los barrios acapulqueños, y que hoy tienen que salir.
A esta recuperación, se le sumó un nuevo obstáculo: La falta de mano de obra. Pues todos los esfuerzos se concentraron en las zonas de gran turismo, y los pocos que quedan, elevaron sus precios. Tan solo remover los escombros le costó 75 mil pesos, y hacer un techo de palma cuesta hasta 600 mil pesos.
“En trabajos como el mío, que era construcción de cabañas, de palapas, que muchos de esos están sobre costera diamante en los hoteles, mayormente en los restaurantes a orilla de playa utilizan este trabajo".
“Realicé dos cotizaciones, uno fue muy tajante y me preguntó ‘¿dónde es su trabajo?’, le di la dirección, ‘solo trabajo en costera o diamante’ o sea… venir a trabajar al barrio popular, ¿no?”, cuestiona.
“El segundo -continúa- sin ni siquiera venir a ver el lugar, ver lo que se iba a ser, la estructura fue muy tajante y me dijo ‘le cobro tres mil pesos diarios de 9:00 a 15:00 horas y dos comidas diarias’, pensé… ‘tres mil diarios pues que me dé trabajo, yo quiero un trabajo en el que me esté ganando eso ahorita que no tengo”.
Este fenómeno se replicó en todo el puerto, principalmente en trabajos y oficios especializados, por ejemplo, los trabajadores que reparan embarcaciones.
La playa de Manzanillo fue tomada precisamente para reparar las que fueron dañadas, pero es lenta ante la falta de quienes trabajan la fibra de vidrio.
Arturo Pantoja, presidente de la unión de sociedades cooperativas estado de Guerrero, representante de mil 300 trabajadores náuticos, explica que en los últimos 30 años Acapulco fue perdiendo el mercado de las embarcaciones, y el número de embarcaciones fue disminuyendo, y por lo tanto, la gente que se dedicaba a ese servicio de reparación buscó otro modo de vida.
Hoy, dice, hay cinco u ocho personas que se dedican a ese negocio y son las que están ahorita laborando.
Pero la falta de gente se extendió hacia los trabajadores de la construcción y reparación de cimientos, con gente que sabe levantar muros, techos, losas, dalas entre otros trabajos de albañilería.
En Caletilla, por ejemplo, la reconstrucción es todavía más lenta. Natividad Ramírez Bermúdez, comerciante de mariscos de esta playa relata que ella se quedó sin techo, sin ventanas, ni recámara, ni siquiera un colchón, “y todavía no nos hemos podido recuperar porque los que saben hacer las cosas no quieren trabajar y si trabajan… están cobrando carísimo”.
La falta de personal se extiende a los servicios; no hay cocineros, lava loza, meseros, recepcionistas, parrilleros, entre otros. Muchos negocios cuelgan lonas en busca de personal, pero parece que nadie necesita empleo.
Suman seis meses de reconstrucción, pero factores como la falta de personal y la urgencia de estímulos para micro empresarios, o créditos bancarios más accesibles, hacen que esta reconstrucción sea aún más compleja.
Desde su salón de fiestas, que celebró su primer evento el 22 de diciembre del año pasado, se muestra confiada de que saldrá adelante para sus hijos, y para 22 familias que dependen de su salón de fiestas.
Con mucho orgullo, dice: “Soy mujer, las mujeres podemos en todos los ámbitos, soy madre, hermana, amiga de muchos, jefa y patrona… ¿y cómo nos levantamos? ¡Con trabajo y esfuerzo!”.
MO