'El Gallito' da la hora a todos los poblanos desde hace 100 años

Edición Fin de Semana

El cronógrafo localizado en el Paseo Bravo fue donado por la colonia francesa de la ciudad de Puebla.

Reloj de "El Gallito". (Agencia Enfoque)
Rafael González
Puebla /

Conocido como el reloj de “El Gallito”, el cronógrafo monumental localizado en el Paseo Bravo cumple este año un siglo de vida. Este ícono de la angelópolis fue donado hace 100 años por la colonia francesa residente en la ciudad de Puebla, para conmemorar el centenario de la consumación de la Independencia de México.

Inaugurado el 27 de septiembre de 1921, este famoso cronómetro destaca porque sus ángulos se dirigen a cada uno de los puntos cardinales, por lo que queda a la vista del gallo hacia el norte.

El nombre de “El Gallito” lo recibe por el animal que se encuentra como remate en la parte superior del edificio donde está el reloj, el cual es un ave de corral fabricado en bronce, cuya pose da la impresión de que está a punto de cacarear.

Esta pieza fue creada por la Relojería y Joyería “La Esmeralda”, la cual fue fundada en 1864 por Hauses y Zivy en la calle San Francisco en Ciudad de México.

La estructura es de estilo art nouveau. (Agencia Enfoque)

Esta empresa fue la responsable de distribuir los más de 2 mil relojes comprados por el gobierno del otrora presidente Porfirio Díaz entre 1897 y 1911 para conmemorar el centenario de la Independencia de México.

Ubicado desde siempre en la esquina de la calle 11 Sur y la avenida Reforma, originalmente este reloj funcionaba de forma mecánica con cuerdas y pesas.

El edificio que lo sostiene representa el estilo arquitectónico francés de los inicios del siglo XX; su estructura es de estilo art nouveau, el cual también se encuentra impregnado en algunos edificios de la ciudad de Puebla.

Se trata de una torre con tres cuerpos: una base, una parte intermedia y la porción superior donde están las caratulas del reloj, rematada con un techo. Está decorada con columnas y capiteles, así como motivos vegetales: flores y hojas.

Con el paso del tiempo el monumento llegó a sufrir algún deterioro, pero el mayor se registró en el año de 1999 derivado al terremoto del 15 de junio.

El movimiento telúrico provocó que El Gallito se cayera de su base. Un taxista que pasaba por el sitio recogió la escultura y la entregó a las autoridades. Después, se intervino el monumento y se logró recuperar la estructura original.

Punto estratégico

Actualmente, el Paseo Bravo es una de las zonas más concurridas de la ciudad. La esquina donde se localiza el cronómetro es, sin existir una explicación al respecto, el punto de encuentro para el desarrollo de manifestaciones y mítines.

Desde la fundación de la ciudad, la zona donde actualmente se encuentra el Paseo Bravo se había previsto como una reserva ecológica, pero con el tiempo tuvo diferentes usos como la colocación de una picota para castigar a criminales y como cementerio improvisado debido a las epidemias de cólera y tifus.

Durante el siglo pasado, en esa área se instaló una pista de patinaje, un zoológico, un acuario, un museo de historia, un paseo de lanchas y por muchos años juegos mecánicos, mismos que para su uso tenía que pagarse. Actualmente ninguno de estos persiste.

Reloj de "El Gallito". (Agencia Enfoque)

Recorrido histórico del Paseo Bravo

En el siglo XIX existía la Plaza del Parral, donde se localizaba una horca para ejecutar a los traidores de la nación; después, fue removida a petición de fray Vicente Magor. Hasta la fecha, el mercado de El Parral se encuentra a dos calles de distancia.

En 1819 Ciriaco del Llano, gobernador de Puebla, propuso al Paseo Bravo como un corredor público. En 1823, el Congreso General de México decretó que se adornaran los sitios en los que fueron fusilados los héroes de la Independencia, entre ellos, el general Miguel Bravo en 1814.

Por esta razón, en 1830 se colocó un busto de bronce del insurgente, el cual más tarde fue trasladado. Además, se mandó a adornar el lugar con árboles y jardineras.

Tiempo después llegó desde Europa la moda de diseñar paseos o alamedas, por lo que en 1840 se diseñó esta zona como se mantiene en su trazo. Entonces fue rebautizado como “La Alameda” o “Paseo Nuevo”, en alusión a la avenida que se encuentra en Ciudad de México, con la cual guarda similitud.

En 1863 la zona registró la pérdida de árboles y esculturas, como consecuencia de la intervención francesa. En 1864, durante el mandato de Maximiliano de Habsburgo, al igual que en la avenida Reforma en Ciudad de México, este corredor también fue rebautizado como "Paseo de la Emperatriz".

En 1870 oficialmente se le concedió el nombre de Paseo Bravo. En esta época se retiró la estatua de Miguel Bravo y se sustituyó por una escultura de Nicolás Bravo. Estas acciones fueron emprendidas por el entonces presidente Porfirio Díaz.

Durante esta época, al paseo se le añadieron fuentes y bancos de hierro para convertirlo en una avenida principal.

Entre 1890 y 1910 se reestructuró el paseo y se colocaron los monumentos dedicados a Gabino Barreda, ilustre maestro y filósofo; Esteban de Antuñano, fundador de la industria fabril en el país, misma que se encuentra en el Paseo de San Francisco desde 1990; y a la Independencia, que actualmente se ubica en la avenida Juárez.

El kiosco octagonal, localizado al final de la avenida Juárez, fue construido en 1899 por mandato del presidente Díaz. La zona conserva los árboles que fueron sembrados hace más de 100 años.

Se ha convertido en un punto de reunión de los poblanos en la capital. (Agencia Enfoque)

El Gallito, a la hora del Big Ben

Durante casi 25 años, don Gilberto Manzola Martínez fue el “guardián del tiempo”. Más de una treintena de relojes de la capital poblana fueron reparados, mantenidos y ajustados por este relojero, quien falleció este año.

Para activarlos, tomaba la hora del Meridiano de Greenwich y la hora atómica del Observatorio Nacional. Religiosamente, todos los días a las cuatro de la tarde sintonizaba su radio de onda corta en una emisora británica.

Las campanadas del Big Ben, su reloj soñado, le marcaban la hora con la que ajustaba su reloj de pulso, de marco dorado y con el escudo de la angelópolis como fondo de la carátula. La tarea de don Gilberto, el hombre que ajustaba el tiempo de Puebla, era la más puntual de la ciudad.

Su labor la iniciaba a las 10 de la mañana. Su primera tarea era calibrar los relojes, porque cambian con la temperatura “si hace calor se atrasan, si hace frío se adelantan”. Concluía como a las dos de la mañana.

El oficio fue herencia de su padre, quien fue relojero en una estación de ferrocarril; años después, estudió las técnicas suizas y japonesas de relojería, tanto antigua como contemporánea.

De El Gallito detalló que funciona con el sistema de trasmisión por medio de la fuerza de gravedad, es decir, se eleva una pesa a base de manivela y la pesa que baja hace la función de fuerza; ese sistema tiene 500 años.

Del interior del reloj describió: “Este es puro tiempo, ocupa arriba cuatro maquinarias y una central, parte del centro de la carátula maestra y ordena la parte superior”.

Recordó la consternación por los daños provocados por los sismos de 1985 y 1999: “Hubo que reparar todos los relojes del ayuntamiento, los reconstruimos; en 1999, cuando se cayó El Gallito fue un caos”. En ese entonces al reloj, un regalo francés a Puebla, se le descompusieron varios engranes.

Además de El Gallito, tuvo a su cargo los relojes del Palacio Municipal, el de la Catedral, con una historia de 321 años; del Centro Comercial La Victoria, que da a la 6 Poniente; y otros 40 y tantos relojes del ayuntamiento, como el de la colonia Zaragoza, el de San Baltazar Campeche y otros.

Refería que el de la Catedral le gustaba más porque carecía de desgaste; es inglés y hermano del Big Ben, que tiene más de 400 años y se localiza en el Palacio de Westminster en Londres, mismo que soñaba conocer, mismo que el atómico en el Observatorio de Suiza.

Esta entrevista fue publicada por MILENIO Puebla el martes 31 de octubre de 2006 y fue realizada por el jefe de Fotografía, Andrés Lobato.

Don Gilberto Manzola Martínez fue quien le dio mantenimiento al reloj. (Andrés Lobato)

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