En Torreón, donde las costumbres se cuecen al calor del comal y las ideas nacen entre el aroma del pan recién horneado, la familia de El Payo, el tortero más famoso de la región, decidió rendirle tributo a la tradición con un toque muy a su estilo: un lonche de Día de Muertos. Sí, pan de muerto… pero en versión salada, relleno de sabor, de historia y, sobre todo, de ingenio lagunero.
Un lonche que bien podría llamarse "La Difuntorta".
“Nuestro nuevo invento es un lonche del Día de Muertos. Cada año tratamos de hacer algo diferente, algo que combine lo típico con lo que nos representa”, contó Pamela —mejor conocida por sus clientes como La Payita—, hija del creador de esta receta que ya levanta curiosidad y antojos por igual.
El 'Payo Especial', una locura deliciosa
Y no es para menos: oficialmente llamada “Payo Especial”, la "Difuntorta" combina pan de muerto con carne adobada, aguacate, queso, jamón y carnitas. Una mezcla que podría parecer una locura culinaria, pero que termina siendo una fiesta de sabores que honran al fundador de esta tradición familiar.
“Este año, con la ayuda de nuestra panadería, sacamos el pan de muerto en forma de lonche. Hicimos el Especial y esperamos que a la gente le guste”, comenta entre risas Pamela, mientras sirve uno de esos panes dorados que huelen a mantequilla y nostalgia.
Tradición familiar con historia
La receta no nació de la noche a la mañana. Fue el resultado de días de charlas entre hermanos, de probar una y otra vez, de pedir muestras de pan hasta dar con la textura y el sabor perfectos.
“Ya mi papá nos enseñó el camino, y ahora nos toca a nosotros sacar la casta como hijos de El Payo”, dice con orgullo Pamela, recordando aquellas tardes en las que su padre, cuchillo en mano y sonrisa en rostro, preparaba lonches afuera del antiguo Estadio Corona.
Un legado que huele a barrio
El legado de El Payo es parte viva de la historia gastronómica lagunera. Por más de 25 años, esta familia ha llenado de aroma a lonche la esquina de la avenida Juárez y la calle 20, donde los comensales llegan en busca del sabor de siempre.
No importa si es después del trabajo, tras un partido o antes de ir a misa: el lonche de El Payo siempre sabe igual, a tradición, a familia y a barrio.
“Mi papá empezó en el Estadio Santos, también estuvimos en el Estadio Revolución. A él se lo enseñó su papá, mi papá a nosotros, y nosotros se lo enseñaremos a nuestros hijos. Acuérdense que el que viene a Torreón y no viene por su lonche, haz de cuenta que no vino, y como decía mi papá: coman lonches y verduras”, cuenta Pamela entre risas, mientras acomoda las servilletas con el mismo cuidado con el que se hereda una receta.
Fe, sabor y comunidad
La historia no se detiene ahí. Además del lanzamiento del lonche de Día de Muertos, la familia preparó con entusiasmo su tradicional reliquia en honor a San Judas Tadeo, una celebración que ya es toda una costumbre en el mercado lagunero.
El miércoles pasado, a la una de la tarde, celebraron una misa, y a las dos comenzó el reparto de lonches, servidos —como manda la tradición— en un delicioso pan francés. Una mezcla de fe, sabor y comunidad que mantiene vivo el espíritu del Payo.
Creatividad sin límites
El invento del lonche de Día de Muertos es, en realidad, una declaración de principios. Es la prueba de que en Torreón la creatividad no tiene límites: aquí las recetas se reinventan, los sabores se adaptan y las costumbres se condimentan con cariño.
Lo mismo da celebrar a los difuntos con flores que con un lonche relleno de adobada.
“Un día dijimos: vamos a hacer un lonche del Día de Muertos. Mandamos a hacer el pan, pedimos varias muestras y este fue el resultado”, explica Pamela, orgullosa de su experimento convertido en éxito local.
Y es que, entre la dulzura del pan y lo salado del relleno, hay un equilibrio que conquista el paladar y que simboliza la dualidad de esta fecha: vida y muerte, tradición e innovación, pasado y presente.
Una historia que se saborea
El Payo —y ahora sus hijos— han sabido mantener viva la chispa que enciende la gastronomía lagunera. Entre el humo del asador y las risas de los clientes, se respira algo más que comida: se respira historia. Cada mordida de la "Difuntorta" cuenta una anécdota, un recuerdo, una forma de seguir celebrando la vida desde el sabor.
Así, mientras en otras partes de México se llenan los altares de pan dulce y calaveritas de azúcar, en Torreón se celebra con un pan de muerto que no se ofrece con café, sino con salsa, aguacate y queso derretido. Porque si algo saben los laguneros, es que las tradiciones también se pueden saborear.
Homenaje con sabor a vida
Y entre la música de fondo, el olor del adobo y la sonrisa de La Payita, queda claro que este invento tiene alma de homenaje. No solo a los que se fueron, sino también a los que siguen aquí, detrás del mostrador, manteniendo viva una historia que se cuenta en cada bocado.
En el corazón de Torreón, donde la tradición se amasa con ingenio y el cariño se sirve en pan francés, el lonche del Día de Muertos llegó para quedarse.
Y como diría el buen Payo, entre risas y lonches recién hechos: “Coman bien, coman lonches… y acuérdense de los suyos.”
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