“Usar o no usar brasier, he ahí el dilema”, es lo que la mayoría de las mujeres se ha cuestionado aunque sea una vez en la vida, en esos momentos en que, tras una larga jornada, llegan al hogar y se liberan con un suspiro de ese seductor tirano que durante todo el día ha estado en contacto con los senos pero que, a la vez, ha representado la feminidad, la sensualidad y la belleza.
Durante la cuarentena, esta idea ha estado en el centro de la realidad femenina, en algunos casos con conciencia previa, en otros, relacionado con la forma de vestir en la contingencia. En la seguridad del hogar no importan miradas, protocolos, vestimentas, modas... ni siquiera la sensación utilitaria de ciertas prendas. El brasier se ha hecho innecesario en muchos casos.
No sabemos qué pasará con este artilugio inventado en 1907 por Pierre Poiret, diseñador parisino que buscó una opción frente al incómodo corset, aunque fue en 1913 cuando la estadunidense Mary Phelps Jacob retomó el invento y con el nombre de backless brassiere confeccionó uno con dos pañuelos, una cinta y un cordel.
Repasemos aquí su historia, y las ventajas que se conocen de estar sin este viejo amigo (o enemigo) cuyos derechos compró la Warner Brothers Corset Company por mil 500 dólares a la Phelps, comenzando así un negocio duradero... hasta ahora.
Una copa, por favor
Ya con el sostén a la venta, el naciente siglo XX se llenó de mujeres que adecuaban sus prendas a la ropa de cada día. Sin embargo, la naturaleza nos ha dado a todas características diferentes; eso era un problema, pues en un inicio las tallas eran similares a la de las blusas cuando podría ser que una chica con espalda ancha tuviera senos pequeños, sintiendo que la base del sostén le apretaba pero el frente le quedaba flojo.
Así que en la década de los treinta, ya con un brassiere sin tirantes en el mercado, la emigrante ruso-judía Ida Rosenthal, afincada en Estados Unidos, ideó una medida nueva para la prenda. Para hacerlo, midió el pecho y la espalda de numerosas mujeres, desde adolescentes hasta ancianas, logrando que las tallas fueran más exactas.
Esto fue de gran ayuda, pero incluso hoy en día hay muchas mujeres que no saben cuál es su talla y cuál es su copa, o quienes desde muy jóvenes eligieron una medida al tanteo sin tomar en cuenta que con el paso de los años la forma del busto va cambiando, además de que el peso, la musculatura, la maternidad y el paso del tiempo pueden modificar el tamaño.
Entonces, ¿cómo saber cuál es el sostén indicado? Para conocer la talla, se debe colocar la cinta métrica debajo del busto y medir en pulgadas, agregando cinco más. Así sabremos si somos 30 o 38. Para medir la copa, la cinta métrica se pone por encima del pezón. Ese dato nos dirá, según la marca del sujetador, si se es A, B, C, D o talla doble (AA, BB).
El Wonderbra
Después de que la rusa Ida Rosenthal siguiera inventando nuevos sostenes y convirtiera a su empresa, Maidenform, en un negocio que se cotiza en millones de dólares, otras compañías inventaron nuevos productos, sobreviviendo inclusive a los sesenta, cuando las chicas hippies decidieron no usarlo como una metáfora de la libertad que deseaban vivir.
En 1967 fue la primera vez que se pudo ver un anuncio de sujetadores en televisión y en los ochenta surgieron los de tela elástica, pero fue en 1990 cuando las mujeres conocieron un nuevo diseño: el llamado push up, de la marca Wonderbra, que debido a la manera en que está elaborado hace que el busto luzca más grande de lo que es.
En 2000 se inventó el air bra, con bolsas ocultas rellenas de aire para aumentar el volumen de los senos y los brasieres de silicón que se pegan a la piel para ropa con escotes.
También se han perfeccionado los sujetadores de maternidad, creados específicamente para sostener el pecho durante el embarazo y facilitar la lactancia. Los tirantes son más anchos, suele estar forrado de algodón, tienen cierres adicionales en la espalda, no cuentan con aros y los más recientes pueden separar la parte frontal del resto para dar de comer al bebé.
Hola, pandemia; adiós, brasier
Llegamos a 2020 con un virus diseminándose hasta convertirse en pandemia. El coronavirus SARS-CoV-2 ha obligado a la mayoría de personas en el planeta a guardar una cuarentena en sus casas. Se volvió necesario trabajar en casa, tener la escuela ahí mismo, pasar el tiempo sin salir. Eso está modificando hábitos de una manera que antes ni siquiera se imaginaba.
Entre ellos se encuentra el uso del brasier. Sin miradas ajenas revoloteando el escote, mujeres de todas las edades se sienten en confianza para usar camisetas y blusas sin sostén o de plano andar desnudas. Hacerlo es optativo, en algunos casos requiere de adaptación (sobre todo en las de mayor edad, que toda su vida lo han empleado) y puede ser temporal. De cualquier manera, se han compartido algunos beneficios de no usarlo.
Por ejemplo, cuando los músculos pectorales tienen sostén, no deben trabajar, se debilitan y van cayendo. Si están libres, el ejercicio se da por sí solo. Si se apoya con movimientos para conservarlos en buena forma, la diferencia será visible.
Como el sudor suele acumularse en las copas o las costuras del brasier, no usarlo hace que los poros se limpien en lugar de taparse. Además, al liberar los senos, la sangre podrá correr de manera óptima.
A la vez, no usarlo hace que se use ropa que a veces no se elegía porque se notaban los tirantes o los broches. En días de calor, como los actuales, no habrá impedimiento para las prendas sin hombros, de espalda descubierta o de tirantes delgados.
Por último, la decisión de no usar brasier se está convirtiendo, también, en una postura de las feministas más jóvenes, quienes han entendido que algunas prendas femeninas se hicieron para (o se convirtieron) el deleite de los hombres y no tanto por utilidad femenina. El movimiento "No Bra Club" está creciendo. Como en los viejos sesenta, la libertad vuelve a estar de moda.
Quizá tras la cuarentena, la industria de confección de brasieres se vea afectada. Vamos a ver qué determina el gusto femenino reflexivo, que ha probado en libertad (en el mejor de los casos), lo que implica la vida sin sostén.
vmb