Llegó septiembre y, con él, los mexicanos nos disponemos a disfrutar de nuestra amplia variedad gastronómica, donde sin duda sobresale el pozole. A diferencia de la época prehispánica, cuando era un manjar de dioses y emperadores, ahora es digno de simples mortales.
En pleno siglo XXI, el pozolli (término náhuatl derivado de tlapozonalli, que significa ‘hervido’ o ‘espumoso’) es un caldo a base de maíz que toma mayor relevancia en el contexto histórico de la Independencia de México. En muchos hogares del país, y seguramente en el extranjero, las familias esperan con ansias sentarse a la mesa para disfrutar de uno de los platos más representativos de la historia, que ahora se ofrenda en honor a la convivencia y la amistad.
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En respeto al misticismo que encierra su preparación, es necesario realizar una expedición de conquista en busca de los ingredientes básicos para lograr la ofrenda gastronómica ideal.
Conforme uno se acerca al mercado municipal de Tampico, diversos olores comienzan a impregnar el ambiente: verduras, frutas, comidas preparadas, mariscos, carnes y otros no tan agradables le dan la bienvenida a los visitantes. El propósito es comprar los ingredientes necesarios para un buen plato de pozole.
Mientras se pregunta por el kilo de carne de cerdo, que ronda los 80 pesos “con hueso”, por la mente pasa la sangrienta anécdota del uso de carne humana en el caldo que se servía al emperador Moctezuma en una ofrenda gastronómica muy pintoresca en honor al dios Xipe Tótec (Nuestro Señor Desollado). Después de imaginar la identidad de la deidad, se entiende todo.
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Versiones posteriores a la conquista detallan que los restos de un prisionero se cocían con maíz. Otras indican que lo hervido en el pozole era xoloitzcuintli, una raza de perro domesticado y criado para consumo humano. Demos gracias por los cerdos, pollos y la amplia oferta gastronómica de la época moderna.
En gran parte del país, el maíz cacahuazintle seco es el más popular para la preparación del pozole blanco. Su sabor es potencializado, literalmente, con el jugo de limón, sal, salsa picante o chile piquín molido, lechuga, rábanos rebanados, cebolla picada y orégano molido. Seguramente, nuestros ancestros tenían mucho éxito al ofrecer esta plegaria a cambio de buenas cosechas.
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La nostalgia por volver a probar el sabor de las Fiestas Patrias
Ubicada sobre la avenida Cuauhtémoc, la cenaduría “La Palomita” es un referente obligado en el circuito de antojitos mexicanos desde hace más de 50 años, no solamente en el sur del estado, es visita obligada para turistas y paisanos que vuelven al terruño invadidos por la nostalgia del sabor.
Para Consuelo Escobar, repreentante del negocio, este mes patrio el pozole es el rey de la noche: “Mi papá se llama Joel Escobar y mi mamá María Luisa Alivizo y con mucho cariño seguimos la tradición y las recetas”. Con la emoción en el rostro, afirma seguir con las tradiciones mexicanas: “En esta fecha, principalmente el pozole es el rey de la fiesta mexicana”.
Agrega: “Mi papá siempre dice que el pozole es un plato muy completo, porque tiene el maíz, que por cierto aquí lo preparamos, no es de bolsa ni de lata, nada de eso”.
“Como agregados nutricionales tiene la carne, lechuga, cebolla, rábanos, limón, tostaditas y sus condimentos”, así concluye con la descripción.
Toda una costumbre familiar de generación en generación es visitar “La Palomita” y degustar el pozole, y en el puente del mes de septiembre las ventas aumentan cien por ciento, a decir de quien recibe a los clientes: “Vienen los abuelos que vinieron con sus hijos y ahora vienen los nietos y continuamos las tradiciones de la familia, y es un honor atenderlos”.
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