Puebla. Historia, colorido y tradición para disfrutar

Un fin de semana en la Angelópolis recuerda los grandes hechos culturales de México, la emoción de las alturas y el prestigio de una sociedad orgullosa de su gastronomía.

La ciudad cuenta con interesantes puntos turísticos, resultado de la tradición y la modernidad (Y. Villalpando).
Además, Puebla ofrece increíbles experiencias a todo tipo de visitantes (Y. Villalpando).
Uno de los puntos más fuertes de la ciudad sigue siendo su oferta gastronómica (Y. Villalpando).
Y. Villalpando
Ciudad de México /

Puebla es uno de los estados donde se ha desarrollado buena parte de la historia de nuestro país, no solo por su situación geográfica, entre los dos grandes volcanes que desde hace miles de años vigilan estoicos el crecimiento de Ciudad de México, sino por sus tradiciones, colores, magia y gastronomía, de las cuales, su gente se siente orgullosa y responsable para mantenerla en constante actualización.

Un fin de semana en este estado recuerda a los pueblos indígenas, la Conquista, la Colonia, las batallas contra ejércitos rivales, la Independencia y hasta la Revolución, un sitio maravilloso y en constante crecimiento.

Eso sí, si lo que se busca es hacer recorridos variados, hay que llegar temprano. Desde las 7 de la mañana el transporte nos llevó al centro de Puebla, luego de dejar las maletas en el hotel y desayunar, el primer recorrido fue abordar un autobús, para pasear por la capital poblana, pasando por el centro, donde las construcciones de talavera, siguen siendo uno de los puntos más importantes; grandes edificaciones de más de cuatro siglos, que se erigen con gallardía en las principales calles. El recorrido nos llevó a ver, desde luego, la catedral, templos e iglesias, el monumento ecuestre del general Ignacio Zaragoza e, incluso, el estadio Benito Juárez, una joya no tan conocida, pero muy recordada por toda una generación, ya que, en octubre de 1981, aquí fue donde tocó la banda británica Queen en esta ciudad. Historia y tradición, pero también música y folklor poblano.

El viaje continuó hasta el Fuerte de Loreto, lugar defendido a capa y espada por pobladores y ejército local, ante el embate de fuerzas extranjeras. Sobre todo, en la batalla del 5 de Mayo de 1862 contra los franceses, un lugar que también alberga el Museo de la No Intervención, donde se hallan cientos de objetos referentes a este pasaje histórico. En este enorme espacio público se observa un lago, y la llegada de fauna silvestre que aquí encuentra un espacio con la naturaleza. Apenas 10 minutos para tomar fotografías y disfrutar del panorama, luego: el viaje continuaba unos kilómetros, rumbo a Cholula.

Otros puntos del recorrido fueron la Biblioteca Palafoxiana, la Casa de Alfeñique y la Capilla del Rosario.


Cholula

De este modo y tras regresar al centro de la ciudad, se aborda un segundo transporte rumbo a Cholula, Pueblo Mágico con profundos aires prehispánicos y tradiciones, que aún se conservan entre sus habitantes.

Luego de un viaje de más de media hora (mucho tuvo que ver un tránsito terrible saliendo por la avenida Juárez), la visión a lo lejos de la catedral local, avisaba del pronto desembarco, donde nos esperaba un tour, con cuatro de las principales embotelladoras de cerveza artesanal de la región.

Ya con el calor en aumento y la promesa de beber ese néctar, llegamos a Quinta Alhóndiga Galindo, donde nos esperaban cuatro presentaciones de Rivadavia, marca local que con mucho esfuerzo y gran sabor sigue creciendo, muestra de lager, roja y oscura. Nada que pedir a las grandes franquicias. Excelente.

El tour siguió, apenas a unos pasos, en Crazy Moon, donde fuimos atendidos por Manuel, quien, con una gran sonrisa, presumía su trabajo y con mucha razón, sabores más fuertes que en el anterior local, con diversas medidas de alcohol, pero igual de ricas, un gusto al paladar.

Finalmente, llegó el turno para Imperio de Maltas, justo detrás de la tradicional Pirámide de Cholula, un espacio abierto, donde el recorrido incluyó observar las enormes calderas de cocción, así como la cadena de distribución de más de 3 mil botellas mensualmente que se regulan con la más alta calidad.

Pero esperen, venir a Cholula y no visitar su pirámide escondida sería un desperdicio.

Así que después de la comida en La Casas de Frida, donde disfrutamos de un excelso mole con pollo y ajonjolí, cerramos con una Tortita de Santa Clara, nuestra muy educada guía Abigail Cortés, nos dio cátedra sobre esta estructura que se encuentra escondida por los años, entre pasto, árboles, roca y sedimentos y que en su cúpula tiene la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, colocada ahí para acelerar la evangelización tras la llegada de los españoles.

“El basamento piramidal más grande del mundo, con una distancia de 450 metros por lado y más de 3 millones de metros cúbicos de volumen, fue edificada en diferentes épocas, la primera comenzó 200 años antes de Cristo, y según los arqueólogos, la generación que levantó la última capa lo hizo cerca de 800 años después de Cristo”, asegura Abigail, quien es una orgullosa nativa de Puebla.

Y aunque las medidas de seguridad por la pandemia no nos permitieron hacer el recorrido por los túneles del recinto, caminar por sus alrededores fue muy educativo.

El Sol comenzaba a perderse en el Oeste y el manto de la noche parecía caer con gran velocidad, así que tuvimos que regresar a Puebla, pero aún nos faltaba un sábado de aventura, en Atlixco.


Atlixco

Nuevamente fue muy temprano, 4:30 de la mañana y ya estábamos arriba, medio despiertos, pero nada que un buen baño no mejorará, a vestirse con ropa abrigadora, porque el destino era el Primer Festival del Globo Aerostático en Parque Extremo, en este pueblo, también mágico, por cierto.

Ubicado a los pies del volcán Popocatépetl, el frío arreciaba mientras el Sol aparecía. No obstante, la emoción de estar presentes y a punto de abordar una de las canastillas de los 25 globos que se levantarán por los aires, era mucho más fuerte que las condiciones climáticas, que en nada afectan el ascenso de estos gigantes.

“Si tienen boletos para abordar uno de los globos, por favor, colóquese en la fila donde está su número”, se escuchaba en el sonido local. Apenas eran las 6 de la mañana y la fuerza de los motores que llenaban con aire los globos ya erizaba la piel. Momentos más tarde, los “flamazos” comenzaron, el calentamiento del aire era aún más sorprendente, poco a poco se iba inflando, hasta que ya completo, el llamado llegó: “Por favor, aborden con cuidado, ponga el pie en la canastilla e impúlsate para subir”, avisó Carlos, nuestro capitán de vuelo.

El experimentado brasileño, quien vino desde Teotihuacán a esta feria, nos comentó que sería un viaje de aproximadamente 35 a 40 minutos y que lo único que debíamos hacer era “doblar las rodillas” cuando él nos dijera.

Nos elevamos y la vista fue fantástica, quizá lo único “criticable” fue que tanto el Popocatépetl como el Iztaccihuatl estaba “tapados” por las nubes y la neblina, pero el elevarnos a más de 3 mil metros (9 mil pies) sobre el nivel del mar fue suficiente premio al esfuerzo de levantarse tan temprano.

Tras los 40 minutos y soportando un descenso algo abrumador durante el aterrizaje, la felicidad inundó a los seis pasajeros que compartimos cesta. Una camioneta fue por nosotros y nos regresó al punto de salida. La emoción estaba contenida, fue fantástico, seguro lo haríamos de nuevo.

En el lugar, que también contó con pabellón gastronómico, pabellón artesanal y un pequeño acuario, había globos fijos, que solo levantaban unos 20 metros para delirio de sus ocupantes, desde luego, con costos más accesibles que el vuelo libre.

Pero Atlixco solo nos había mostrado una de sus caras, había que recorrer sus puntos más turísticos, así que la aventura merecía un desayuno tradicional en el mercado local, memelas y cecina, con atole de maíz, fue suficiente.

No nos quedaba mucho tiempo, así que un nuevo tour por el centro nos dejó en claro que la leyenda que los maestros enseñan desde la primaria, en que el guerrero Popocatépetl y la doncella Iztaccíhuatl ven recortado su amor por mentiras, es ilustrada en un mural que se observa en el patio principal del Palacio Municipal, edificado en cantera roja que aún persiste.

Finalmente, un recorrido por las escalinatas que llevan hasta el Cerro de San Miguel, al Convento de San Francisco y una suculenta degustación de seis tiempos en el restaurante Lucía, que incluyó croqueta de huauzontle, tostadas de quelites, tacos de cuetlas (oruga), sopa de flor de calabaza, adobo de verdolagas con cerdo y, como postre, tamal de ciruela, sobre una capa de calabaza dulce, con agua de maíz quemado, nos ofrecían la despedida del lugar.

Puebla tiene un beneficio extra, su cercanía con Ciudad de México lo coloca como una atracción de fin de semana, lo que hace que el gasto disminuya y que este se distribuye mucho mejor, para disfrutar de extraordinarias aventuras, con la familia, entre amigos o hasta para viajar solo y conocer, entretenerse y pasar el momento siempre acompañado.

LAS MÁS VISTAS