El partido de Chile contra Italia en el Mundial de 1962, y el cual se realizó en tierras chilenas, es recordado como uno de los partidos más violentos de la historia de la Copa Mundial de la FIFA.
En aquel partido de la fase de grupos de la Copa Mundial, los anfitriones se enfrentaban a Italia y lo que se vio en el campo fue casi una batalla campal. Allí hubo al menos un gancho de izquierdas, una nariz rota y dos expulsiones. Además, la policía tuvo que intervenir en varias ocasiones.
El resumen del partido fue simple, un arbitraje muy favorable al local, golpes, puñetazos y patadas desde el primer instante, interrupciones permanentes (de los primeros 20 minutos apenas hubo cuatro de juego efectivo), dos italianos expulsados (y ningún chileno pese a que pegaron tanto o más), carabineros (policías) en la cancha, patadas a la altura del hombro, y triunfo final para los rojos por 2 a 0, ambos goles en el segundo tiempo cuando el rival jugaba con ocho.
Con ese resultado, el seleccionado local logró la clasificación para los cuartos de final, mientras que la escuadra europea confirmó su rápida eliminación del torneo.
El partido se calentó en la previa no por temas futbolísticos. La prensa italiana atacó al país chileno como organizador de la Copa del Mundo, generando malestar general en la ciudadanía y los jugadores de La Roja.
Dicho reportaje, escrito por los italianos Antonio Ghirelli y Corrado Pizzinelli, remarcaron que Santiago, la capital, es el "símbolo triste de uno de los países subdesarrollados del mundo y afligido por todos los males posibles: desnutrición, prostitución, analfabetismo, alcoholismo y miseria".
Poco antes, cuando los italianos entraron a la cancha, lanzaron claveles blancos como señal de paz, pero el público había ido al recinto de Ñuñoa para ir a la guerra. Las flores fueron devueltas con sonoras pifias.
El mejor jugador italiano y ganador del Balón de Oro en 1961, el ítalo-argentino Omar Sivori, se negó a ser titular, ya que intuyó que no sería un partido normal.
AGB