Diego Lainez ha irrumpido con firmeza en el once titular de América, ha aprovechado cada minuto para mostrar la madera que tiene.
Es un talento natural, un futbolista que sigue en formación y al que se le augura un futuro excepcional, porque no se intimida en el campo de juego; al contrario, confía en sus capacidades y se siente seguro de sí mismo, consciente que está en él mantenerse firme o volver a la caseta de suplentes.
Lanzado al ruedo por Ricardo La Volpe a los 16 años; con Miguel Herrera pasó a cobrar protagonismo este semestre, aprovechó ese cansancio muscular que acusó Renato Ibarra tras el partido con Atlas. En la Jornada 3 apareció en la foto inicial.
En la cancha de Pachuca brilló por sus cualidades, ese atrevimiento para ir al mano a mano. Diego hace del regate una suerte natural, le gusta el enfrentamiento directo, mostrarle la pelota al rival y después dejarlo en el camino con un recorte hacia dentro o por fuera.
Juega cargado a la banda derecha, por la facilidad que encuentra para cortar hacia el centro y chutar a gol con su pierna natural. Aunque también puede desempeñarse detrás del centro delantero —el sitio que más le agrada— y hasta por la banda izquierda, pero ahí es menos determinante.
La pelota pegada al pie es una de su particularidades, a Diego no le quema; al contrario, le gusta tenerla y no le asusta que los marcadores rivales vayan a cazarlo, poco a poco va tomando el feeling que demanda la Primera División, pero da gusto ver la soltura con la que se maneja en el campo.
Los últimos tres partidos se ha mantenido como titular, se lo ganó a través del juego. Uno de los secretos de este deporte es que no conoce de actas de nacimiento ni de nacionalidades. En las posiciones que se desempeña hay extranjeros que gozan de cartel dentro del club (Renato Ibarra y Cecilio Domínguez), pero lo que ha aportado Lainez: dos goles y esa chispa de frescura en la creación, han llevado a Miguel Herrera a respetarle su sitio.
Sin ir más lejos que el partido del sábado con Querétaro, Diego trató de ser una pieza desequilibrante, hacerse con la pelota y buscar asociaciones con los delanteros (Oribe y Roger) o mezclar con los medios (Guido y Mateus), progresó poco porque América no fluyó como pretendía el Piojo y porque le fueron cerrando paso en su zona de mayor influencia, pero cuando salió del partido su recambio —Renato— tampoco hizo más, incluso el equipo perdió fuelle por esa banda.
Sí, Diego Lainez ha derribado la puerta del primer equipo de América, una empresa que nunca es sencilla porque las Águilas poseen los recursos para buscar jugadores de esas condiciones en el mercado extranjero, lo que resalta su mérito.
Este podría ser el torneo en el que termine de explotar, porque tiene cualidades, pero, también, detalles por pulir: ser más regular en la última zona, donde debe asociarse mejor; encontrar el punto exacto para pasar o encarar. Posee muchas armas y es muy dañino para los defensas rivales.
Además, ya ha demostrado que tiene gol cuando merodea la portería rival, pero el mismo equipo debe ayudarle a que termine de explotar y ser más decisivo, es un talento nato y debe cumplir con sus deberes. Seguir creciendo y no ponerse techo, porque sus picos de rendimiento pueden ser tan altos como él decida.