Un año y cinco meses después de su debut, Diego Lainez brilló en su máxima expresión. Ante Pachuca, el mediocampista de América tuvo un partido para enmarcar, porque si bien ya había tenido irrupciones que invitaban a la esperanza, lo que hizo en la cancha del estadio Hidalgo fue una exhibición de futbol en estado puro. El volante ofensivo marcó dos goles, ambos de buena manufactura, ambos de gran técnica, pero su juego no se limitó a los goles. Fue más allá.
El joven futbolista tuvo desparpajo, fue un espíritu libre por la banda derecha, aportó en defensa, remató en el área y se asoció con el resto de sus compañeros, amén de su regate que mostró como el de mayor experiencia. Lo trae en su ADN.
Su frescura le abrió la puerta de la victoria al América. La mejor noticia para las Águilas es que uno de los chicos de su casa ha demostrado que puede con la empresa de convertirse en referente con el paso del tiempo.
EL INICIO DE LA AVENTURA
El viaje de Diego empezó en su natal Villahermosa, Tabasco. Aunque de niño vivía rodeado de caballos y sus padres creían que su destino sería ser charro y no futbolista, hasta que en su camino se atravesó un balón de futbol y de ahí se prendió a la pelota, igual que su hermano Mauro, quien le marcó el camino de la profesión.
Poco a poco Diego se fue aferrando al sueño de ser futbolista, algo que no fue sencillo, porque en el camino tuvo que tomar la decisión de alejarse del seno familiar, de salir de su zona de confort y seguir con el proceso de crecimiento personal lejos de casa, de la comodidad y el afecto de sus padres, sin la garantía de poder llegar al máximo circuito. Diego nunca dudó de sus capacidades, tuvo fe en su talento.
Por aquellos años, cuando apenas era un adolescente, tuvo que convencer a su familia de dejarlo partir, porque a los 13 años tendría que vivir solo en la capital del país. Su madre, Mary Leyva, quería que se quedara un año más en Tabasco. En el documental La ruta de Diego Lainez, difundido por Selección Nacional, su madre cuenta cómo vivieron esa situación que marcaría la vida de ambos.
“Decidir que Diego se fuera del estado fue algo muy difícil para mí, como madre me resistía y quise retenerlo un año más”, cuenta su mamá. Pero Diego lo tenía claro, era la oportunidad de ir en busca del sueño, porque no sabía si ese tren volvería a pasar. “Yo le dije que me tenía que venir, porque tenía que seguir mis sueños, luchar por lo mío”, relata Diego en el mismo documental.
Su madre no dejaba de insistir. Uno y otra mantenían su postura, pero vino un capítulo que cambió todo el panorama. “Un día de tanto que le decía, veníamos solos en el carro y me dice ‘está bien mamá, me voy a quedar, nada más que sí te digo que voy a ser el niño más infeliz de Tabasco’. Y le dije, ‘no hijo, yo te voy a apoyar como siempre”, recuerda Mary Leyva.
DE LA CASA CLUB AL DEBUT
Vino el viaje a la capital del país, Diego se quedaría en casa de su tía Irma, pero echó atrás la planeación de su familia, porque él optó por vivir en la Casa Club del conjunto americanista, porque ahí estaría más cerca del césped, más cerca del campo donde se entrena el primer equipo. Vivir en Coapa, ese complejo que respira americanismo en cada rincón, era estar más cerca del sueño.
Siguió el proceso hasta que un día las circunstancias se le alinearon y gracias al ojo clínico de Ricardo La Volpe, Diego se hizo futbolista profesional a los 16 años. América tuvo una serie de bajas y en el juego de la Jornada 6 de la Copa Mx, el Bigotón lo incluyó en la nómina de 18 jugadores que viajaron a Torreón para el partido contra Santos. Al minuto 59 entró de relevo por el costarricense Gerson Torres.
Tres días después llegó el debut en Liga Mx, al medio tiempo en cancha de León. De ahí le siguieron más minutos. Su primer partido como titular fue ante Pumas en CU. Lainez ya no se bajó del tren, se ganó una caseta en el vestuario del primer equipo, con 9 partidos jugados en su primer torneo y 555 minutos en Liga.
Sin embargo, su continuidad vino a menos con la llegada de Miguel Herrera al banquillo americanista, en el número de partidos jugados, pero sobre todo en los minutos acumulados, 588 en 15 partidos entre el Apertura 2017 y Clausura 2018.
Para el Apertura 2018, de nuevo las circunstancias, se le alinearon, las bajas de Ménez y Domínguez lo llevarían a tener un papel más trascendental, así lo dijo el propio Miguel Herrera. No podía ser de otra manera cuando Lainez, en la selección Sub 21, seguía marcando la pauta con su juego.
Para el duelo de la Jornada 3, la baja de Renato Ibarra le abrió la puerta de la titularidad, la primera de este torneo. Lo que hizo en Pachuca lo vieron en México y más allá; 26 partidos después de su debut, su persistencia tuvo el máximo premio, dos goles y victoria para su escuadra.
Aquel 1 de marzo, cuando debutó en la Copa Mx ante Santos, Diego cumplió una promesa que su madre recuerda. “Cuando nos separamos, le dije, ‘sí, sí quiero que te vayas, pero haz que esta separación valga la pena, cuando Diego nos llama (en el estadio Corona) la gente nos hace espacio para llegar hasta donde estaba y al oído me dice ‘ya viste que no te fallé, sí valió la pena’”.
Sí, la persistencia de Diego Lainez ha tenido premio. América tiene un diamante que suda americanismo.