Una cochera, la primera portería de Guillermo Ochoa, el portero que soñó con ser goleador

A 17 años de su debut como profesional, revivimos algunas de las impresiones del entonces joven arquero de 18 años

Guillermo Ochoa debutó en 2004 (Mesport)
Ciudad de México /

Hoy por hoy, Guillermo Ochoa se ha ganado un puesto entre los arqueros más destacados en la historia del futbol mexicano. Precisamente este 15 de febrero, el portero del América cumple 17 años de haber debutado con las Águilas en el ya lejano Clausura 2004.

Debido a la baja de Adolfo Ríos, el técnico holandés Leo Beenhakker decidió darle la oportunidad a Ochoa, que en ese entonces tenía 18 años de edad. Saltó como titular en el duelo de la jornada 5 ante Rayados de Monterrey en el Estadio Azteca, dando inicio a una carrera llena de éxitos.

¿CÓMO ERA GUILLERMO OCHOA DE NIÑO?

En una entrevista con Convenio Deportivo en el año 2005, el todavía novato arquero, recordó cómo inició su camino en la portería, contando que él entrenaba en la cochera de su casa junto con su papá y un tío, esto, antes de llegar a la escuela de formación del América en 1995.

“De chico jugaba yo en mi casa, jugaba con mi papá y con mi tío que vivía conmigo, y jugaba en la cochera, no jugaba con un equipo ni entrenaba con un equipo profesional”, dijo.


SIEMPRE SOÑÓ CON SER DELANTERO

Aunque Ochoa ha dejado huella como portero, de niño e incluso en la adolescencia, se imaginaba metiendo goles como un delantero estrella, posición a la que fue renunciando poco a poco debido a las circunstancias.

“Yo empecé como delantero, pero luego gritaban ‘quién quiere ser portero’ y yo levantaba la mano. Me hubiera gustado ser delantero, meter goles, pero es algo que en esta vida no me va a tocar”, admitió.

MI DEBUT, UNA SONRISA DE OREJA A OREJA

Guillermo también habló sobre el día que le tocó debutar, la responsabilidad de hacer bien las cosas para seguir siendo considerado y la lluvia de emociones que vivió en las horas previas y después de aquel triunfo de 3-2 ante el equipo regiomontano.

“Estaba nervioso, yo sabía que el primer partido puede dejar marcados a muchos, si lo haces bien el técnico te tiene confianza y si lo haces mal no te va a querer poner para la próxima. Nunca se me va a olvidar, un día antes del partido ni siquiera pude dormir. Salí contento, emocionado, con una sonrisa de oreja a oreja”.



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