El Estadio Jalisco es un lugar de transformaciones. Los abucheos y los silbidos se han convertido en aplausos y cánticos. El culpable de todo esto es Juan Pablo Vigón, el número siete y capitán de los rojinegros.
Y es que del odio al amor hay solo un gol, o exactamente un doblete en Ciudad Universitaria. Una derrota casi firmada se transformó en un punto valioso, otra vez gracias a la magia de Vigón. Por ello, cuando su nombre se escuchó en las bocinas del templo rojinegro ya no hubo lamentos ni malas caras, sino todo lo contrario.
Apenas al tercer minuto del partido, Vigón se quedó a centímetros de aumentar su cuota goleadora. La pelota fue impaciente y no esperó al capitán del Atlas, por el contrario, se marchó apresurada a la línea de fondo. Aún así, el ánimo de Juan Pablo no decayó ni siquiera un minuto en toda la noche.
El capitán entendió que su compromiso era el sacrificio. Despejaba las jugadas de peligro que Lobos BUAP intentaba crear y un par de minutos después ya estaba atento a centímetros del área contraria. Terminó como el claro líder de terreno recorrido en los primeros 45 minutos del partido.
Al minuto 15 del segundo tiempo, estuvo cerca de concretar una genialidad. Con un lance de fotografía, José Antonio Rodríguez desvió a tiro de esquina un toque sensible pero que llevaba dirección de gol. Los aplausos del público fueron la recompensa que el arquero visitante le había negado previamente.
Un tiro cruzado y un disparo desviado en menos de un minuto. Vigón no descansaba en lo absoluto, iba de arriba a abajo, continuaba defendiendo y pisaba el area contraria en busca del segundo. Tanta lucha por fin tuvo un premio. Le arrebató el esférico a un defensor y después centró para que Facundo Barceló marcara el segundo de la noche.
El capitán tuvo su propio festejo. Un claro grito de desahogo enfrente de un sector de la afición al que después se unieron los sustitutos de su equipo. Después felicitó al autor del segundo tanto y acto seguido inició la carrera hacia el medio campo, aún había trabajo por hacer.
Ni siquiera el tercer gol de los rojinegros detuvo a Vigón de seguir corriendo. Como todo un líder, pidió calma en el gol en contra. Al final de la noche, ya se había ganado a la afición. Por más desafortunado que fuera su intento por marcar, todo terminaba en aplausos.
Aunque no convirtió ningún tanto, los reflectores lo requirieron a él al término del encuentro. Después de todo, con el seleccionador nacional en la tribuna, si un mexicano destacó en la noche, fue el capitán rojinegro.