Por Rubí Zúñiga
@rubizuco
A los aficionados del Cruz Azul nos llaman ilusos, ingenuos, mediocres y hasta somos objetos de burlas porque somos leales, como si no supieran y no entendieran lo que es una pasión.
Esa misma pasión que explicó Juan José Campanella, en la película “Secreto de sus ojos”, cuando Pablo Sandoval le dijo a Esposito: “Una pasión, es una pasión. El tipo puede cambiar de todo; de cara, de casa, de familia, novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa que no puede cambiar, no puede cambiar de pasión”.
En noviembre de 2017, Ricardo Magallán escribió en su columna que “los millennials celestes son una generación de perdedores, de objetivos blandos”.
Soy fiel seguidora de Cruz Azul, el equipo que desde hace 21 años no es campeón en la Liga Mexicana, pero el 31 de octubre de 2018 se coronó campeón de Copa, concluyó como líder del Torneo Apertura 2018 y esta semana volverá a jugar una final.
Los seguidores del Cruz Azul, todos, sin importar si son de la generación baby boomer, x, millenial o centennial, somos el ejemplo claro de pasión; los incondicionales que estamos en las buenas, en las malas y en las peores.
Muchos aficionados no lo han visto campeón y a otros el recuerdo del último título se nos comienza a borrar por el paso del tiempo, pero nada de eso importa cuando con orgullo decimos que le vamos a La Máquina.
Los jóvenes aficionados del Cruz Azul conocemos las hazañas del equipo en los 70´s por las historias que nos contaron nuestros padres y abuelos; de títulos no sabemos nada, pero sabemos de entrega, aguante, garra, de amor pero sobre todo de valorar más el proceso, que el resultado.
No somos segundones, somos los persistentes, los que no agachan la cabeza y disfrutan cada jornada con esperanza.
Ningún equipo, ni el más poderoso, ni el que mejor juegue tiene garantizada la victoria, pero lo que si tiene asegurado es la ilusión de sus jugadores, de su cuerpo técnico, directiva y sobre todo de su afición.
El tren motriz de la pasión es la ilusión y la desilusión, ese binomio que mantiene vivos nuestros corazones celestes que hoy más que nunca apoyan al equipo en la tan anhelada 9loria.
Poco importa el rival cuando el único obstáculo eres tú mismo. Hoy la situación es diferente tanto para el plantel como para los aficionados, hoy estamos llenos de seguridad, quizás porque “nunca pierde el que va a ganar”.
A nosotros los celestes nos da igual lo que digan, ni siquiera si perdemos y vuelven a burlarse porque hasta eso habrá valido la pena, ya que expresa el cariño, la lealtad y la pasión que ya quisieran muchos sentir no solo por el futbol.
En el campo todo puede pasar, aún para el Cruz Azul.