La reciente salida de Iván Marcone cimbró a Cruz Azul. Cientos de aficionados de La Máquina argumentaron sus análisis a través de redes sociales y la gran mayoría reprochaba que la directiva le hubiera liberado, para fichar por Boca Juniors, claro, con el pago de su transferencia de por medio. Sin embargo, no es la primera vez que este fenómeno sucede. La baja del argentino se suma a otras, que, como él, en el pasado reciente de los celestes supuso una crisis inmediata y la búsqueda de un reemplazo urgente.
Marcone disputó un solo torneo con Cruz Azul y los primeros 90 minutos del Clausura 2019, pero su presencia fue primordial para las aspiraciones de La Máquina desde el primer minuto. Su posición y rol en el campo fue vital para que el equipo culminara como líder del AP18, se coronara en la Copa y a la vez, llegara hasta la final de Liga, donde por cierto, los fallos que le abrieron el camino al América para el campeonato, iniciaron con él. "Me voy agradecido con la afición y el club, por permitirme cumplir un sueño", dijo.
Hoy, Cruz Azul le busca un sustituto a Marcone, que había afianzado el mediocampo de La Máquina, generado ilusión con un rendimiento a buen nivel y hasta con sus declaraciones: "Yo vine a México a ser campeón con este equipo, vine a ganarlo todo", comentó al inicio de la pasada Liguilla; "Me marcho con la espinita de que no se cumplió el objetivo del título de Liga", justificó a instantes de abordar el vuelo a Buenos Aires. Su ausencia abre un dilema, aunque no es la primera vez que esto sucede.
De los casos que más llamaron la atención en el pasado de Cruz Azul, quizás el primero en mención tendría que ser el de Sebastián Abreu, un artillero probado en el balompié nacional, que generó empatía de inmediato con la grada celeste. El uruguayo permaneció durante tres torneos en La Noria, su estancia estuvo plagada de tantos goles como polémicas. El charrúa marcó 35 tantos en 41 encuentros, pero salió acusado de ser líder negativo en el vestidor en 2003, no sin antes lograr el título de goleo en el Verano 2002.
Fue la distinción individual el mayor logro de Abreu con Cruz Azul, pues aunque clasificó al equipo a la Liguilla del Apertura 2002, Pumas impidió que avanzaran más allá de los cuartos de final. Las diferencias con directiva y cuerpo técnico de Mario Carrillo, con que el que se le notó más de una vez discutiendo, orillaron a La Máquina a despedirse de uno de sus bastiones ofensivos. El Loco recaló casi inmediatamente en el América, donde su nivel tampoco estuvo a la altura de las circunstancias.
Para el Clausura 2004, en la búsqueda de ese hueco que dejó Abreu, cuerpo técnico y directiva celeste apostaron por los servicios de Luciano Figueroa, desconocido en el medio nacional, pero antiguo socio de César Delgado en Rosario Central. En La Noria volvieron a coincidir y la dupla catapultó al ariete a calidad de ídolo, a una velocidad similar a la de Iván Marcone. Por desgracia, el argentino también se quedó poco tiempo, aunque dejó huella y recuerdo goleador en el balompié mexicano.
Si bien el rendimiento de Figueroa se potencializó al lado de Delgado, Luciano dejó en claro con 18 anotaciones en 31 duelos, que lo suyo era definir jugadas. El argentino accedió junto a La Máquina hasta semifinales del Clausura 2004, donde Pumas también frenó su inercia ascendente. El Villarreal puso 4 millones de euros y se llevó al atacante a sus filas; la proyección del ofensivo y su presencia en selecciones nacionales de La Albiceleste facilitó aún más su salida. Era una evolución natural.