Sonó el silbato y Veracruz no se movió. La pelota circuló y ningún futbolista de los Tiburones hizo por ella. Es más, llegó hasta los terrenos del portero Sebastián Jurado y éste la despejó para mantener su posición. Todos en su posición y dejando que el tiempo pasara. Una protesta inédita en el futbol mexicano, sin quebrar el reglamento y solo a expensas del apoyo del rival... que solo duró un minuto y 40 segundos.
Sí, hubo juego, pero no hubo apoyo. Porque al 1:39’, el chileno Eduardo Vargas tomó la pelota y disparó a portería. Nadie de Veracruz se movió y Tigres se puso adelante.
Seguía el partido y los Tiburones seguían en su protesta, inmóviles, respetando el acuerdo al que habían llegado en el vestidor. Fueron congruentes y Tigres también, porque si el campeón del futbol mexicano ya había anotado un gol sin importarle la causa del rival, por qué no habría hacerlo de nueva cuenta.
A los tres minutos con 20 segundos, André-Pierre Gignac llegó a los cien goles con la playera felina. Sí, quizá con el tanto más fácil de su carrera deportiva: un tiro de larga distancia que no tuvo oposición alguna. Ahí se terminó el partido.
La banca indignada de Veracruz, que durante todo este tiempo estuvo de pie a un costado de la cancha, le reclamó a Tigres. Sí, el campeón sabía de la protesta de estos alicaídos Tiburones y no le importó.
A los cuatro minutos con 20 segundos Veracruz comenzó a correr, ahora sí, impotente y con dos goles de desventaja, derrumbado por completo, tan es así que a los siete minutos de nueva cuenta Eduardo Vargas apareció para hacer el tercer tanto de la noche.
La goleada estaba firmada y aunque en el resto del partido Veracruz intentó regresar, más por amor propio que por virtudes futbolísticas, le fue imposible. es más, a Tigres se le indigestó el partido. Consciente de lo fácil que lo había ganado, ya no tuvo el empujo para ir por más. Dejó de jugar y solo se limitó a esperar el final.
Ya al minuto 89’, con las cosas más que sentenciadas, Colin Kazim Richards acortó distancias para no hacer la caída tan desastrosa. Un 3-1 que representó distintas cosas: para Tigres solo tres puntos más y para Veracruz, una muestra de dignidad y enfado con su directiva.
Al final el resultado será poco recordado, pero sí se hablará del hecho de que uno de los equipos más poderosos en lo económico de la Liga MX pasó por alto el intento desesperado de un club sumergido en una grave crisis, en la que 25 de sus jugadores no han cobrado desde hace varios meses, así como sus categorías juveniles, su plantel femenil y el personal que labora en la institución.
La solidaridad solo quedó en la foto del recuerdo, en la que ambos planteles se mezclaron para mostrar hermandad; sin embargo, cuando llegó el silbatazo inicial, todo cambió por completo. Veracruz, en su agonía financiera, quiso mostrar un poco de dignidad, pero solo consiguió su derrota número 40. Y Tigres, una de las victorias más fáciles de su trayectoria.