Cruz Azul se sacudió una de sus peores pesadillas de los últimos tiempos, goleó al América por 4-1; es cierto, no se cobra la revancha de esas amargas derrotas, pero se va a la cama con una gran sonrisa, porque duerme líder y porque pone en estado de crisis al bicampeón que hoy está fuera de la zona de Play In, algo indigno para una institución que hacía tiempo no se veía en estos escenarios.
El Clásico Joven se definió en detalles, así es el futbol, América parecía amo del juego y tras la lesión de Valdés fue un equipo empequeñecido, carente de orgullo y de reacción. Con jugadores que no están a la altura del escudo. Y Cruz Azul supo sufrir, después le dio una buena lectura a los momentos clave, pegó en el momento oportuno y se sacudió un lacerante dominio. Hacía tiempo que no vivía una jornada así y hoy debe disfrutarla.
Pierde la chispa
América arrancó mejor que Cruz Azul, lucía con mejor cuerpo e intenciones más claras el equipo de Jardine que el de Anselmi. Esa Máquina que suele presionar y gestionar los partidos no se encontraba, carecía de conexiones, las cuales eran mejor en el cuadro amarillo, con Valdés, Fidalgo, Jonathan y Richard llevando los hilos en el centro del campo.
Los celestes no lograban meterse al pulso del juego y las Águilas se sentían más cómodas, con mejor fluidez y poco a poco se fueron acercando al arco de Kevin Mier. Y sí, no podía faltar el detalle polémico, a la salida de un córner, Araujo peinó y Brian remató solo en el segundo palo. El abanderado anuló el gol del charrúa por fuera de juego, entraron los vectores, la imagen que se veían en los monitores no era definitoria, parecía que estaba adelantado, pero el VAR le indicó al árbitro César Ramos que el gol era válido.
Cruz Azul de nuevo contra sus fantasmas porque no era capaz de acercarse a Malagón, vaya, no tomaba ni la pelota para lograr elaborar una acción de peligro; entonces vino otro detalle, Ditta le ganó una acción a Valdés en una barrida, el chileno cayó mal, se golpeó el hombro izquierdo, a partir de entonces se nubló el cuadro de Coapa, perdió la chispa y esa lucidez. Fue cuando La Máquina dio un paso al frente.
Cinco minutos de bravura
Durante 43 minutos el equipo cementero había sido contemplativo y pasó a ser reactivo. Rotondi aceleró por la banda, levantó un gran centro que encontró la cabeza de Giorgios y el griego impactó franco, para eso lo trajeron y en un santiamén metió a los cruzazulinos al juego.
América estaba desnortado, sin Valdés pasó a ser un equipo insípido, porque Erick Sánchez entró y demostró que -hasta ahora- la playera le ha quedado muy grande. La Máquina se percató de la pasividad azulcrema, y en otro ingreso por el costado derecho (ahora de Romo) vino un centro que Sepúlveda remató con la derecha y la puso en el ángulo en el tiempo de compensación.
El segundo tiempo se hizo más físico, Cruz Azul lo compitió de mejor manera, América no lograba recuperar la manija del juego y Jardine buscó agitar a su equipo: Cervantes por Jonathan, Javairo por Borja y Aguirre por Richard. Cambió su dibujo el cuadro de Coapa en busca de ser más agresivo.
Anselmi no se quedó atrás, refrescó su medio campo con Cándido (Lira) y Charly (Giorgios), quería aguantar el arrebató final de los azulcrema, pero no, esa creatividad no volvió al América que careció de buen juego y tampoco a los trompicones logró progresar.
Lo que sí llegó el tercero de La Máquina, premio a la gestión que supo hacer del juego. Piovi filtró para Alexis, que le ganó la espalda a Reyes y sacó un fuerte tiro con la zurda para encarrilar la victoria cementera. Y la goleada llegó con otro golazo de Faravelli, un derechazo que se coló por la escuadra, para una noche llena de felicidad celeste una que tiene un gran sabor para La Máquina porque se consolida como líder del torneo. Y en América, esto ya no es una mala racha, esto ya es una crisis. El peor momento de la era Jardine ha llegado.