¿Acupuntura en animales? En Beijing es tendencia entre los gatitos y perros

Los responsables de las mascotas están acudiendo a los tratamientos complementarios que son menos invasivos que una cirugía.

La acupuntura para animales es vista como un tratamiento complementario. | AFP
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China /

El asistir a una sesión de acupuntura es, además de ser un servicio médico, llamativo para muchas personas, aunque ahora imagina si ese tratamiento se lo realizaran nuestras queridas mascotas, al menos los habitantes de Beijing, en China, están haciendo.

Daniu, en poodle de tres años es uno de los pacientes de la acupuntura en animales, quien estaba bien atado, mirando nervioso al veterinario que suavemente le clava pequeñas agujas en el lomo y las patas, aplicando el antiguo arte chino para tratar los dolores de la mascota.

Daniu integra la creciente lista de pacientes de la medicina tradicional en China, unas prácticas que según sus propietarios son menos invasivas y conllevan menos efectos secundarios que los tratamientos tradicionales.

En un consultorio de Pekín acuden mascotas de todo tipo y tamaño.

"La ventaja de la medicina tradicional china es que no hay cirugía", asegura Zhai Chunyu, el propietario de Duniu. "Así, el sufrimiento del animal se reduce".

A su edad, Daniu padece la enfermedad de Legg-Calve-Perthes, que afecta la cabeza femoral y puede provocar una dolorosa osteoartritis.

"Tenía tanto dolor que ya no podía apoyar la pata en el suelo" y "no tenía apetito", dice Zhai, que trabaja en finanzas.

Agregó que "un doctor me aconsejó que se le retirara la cabeza femoral. Pero no quería porque tengo otro poodle que le ocurrió y sufrió mucho de la operación y las secuelas", explica.

Y entonces, un amigo le propuso probar la acupuntura.

"Después de cinco o seis sesiones, vimos los resultados. Duniu consigue andar e incluso correr un poco ahora", celebra.

La evolución de los pacientes con esta medicina complementaria

La acupuntura en animales goza de siglos de historia en China, asegura el veterinario Li Wen, que en 2016 abrió su consulta.

"La medicina tradicional china no pretende reemplazar la medicina convencional" porque "ambas tienen sus fortalezas" y son complementarias, explica.

Antes de empezar el tratamiento, el veterinario pesa al animal, comprueba su vista y el color de su lengua, le toma el pulso y formula algunas preguntas a su dueño.

Después procede a colocar las agujas en unos puntos específicos para perros y gatos.

"De diez animales que recibo de media cada día, siempre hay uno o dos que se rebelan", confiesa Li. "Tienes que comunicarte con ellos, tratarlos con cuidado, garantizarles que no estás allí para hacerles daño", explica.

Para ayudar a su relajación, el hilo musical de la clínica emite suaves melodías de flauta de bambú y trinar de pájaros.

Li trabaja especialmente casos de parálisis, debilidad de las extremidades, epilepsia, dolor y retención de orina en animales.

Pero la acupuntura también puede usarse para las dolencias cuando no hay ningún otro tratamiento disponible.

Ese fue el caso de Xiaomei, un labrador macho de 12 años que sufría compresión nerviosa en la zona lumbar.

"El pasado septiembre, después de nadar, no podía ponerse en pie. Un veterinario nos dijo entonces que era imposible de tratar y que iba a quedar paralizado", recuerda su propietario Ma Li, de 41 años.

Sostiene que "gracias a la acupuntura, todavía tiene dificultades, pero puede caminar con normalidad e incluso correr" en los lugares.

Un tratamiento todavía limitado en animales 

"La primera vez estaba asustado", dice Yang Lihua de su perro pekinés Niannian, que sufre una hernia discal.

"¡Ahora le encanta! Después de cada sesión, está tan relajado que se duerme en el vehículo de vuelta a casa", explica la jubilada de 65 años.

Todavía el mercado de acupuntura para animales todavía es limitado, "desde 2016 está ganando popularidad", dice Li.

"A medida que los niveles educativos y las condiciones de vida mejoran y los ingresos aumentan, más y más gente se da cuenta de los beneficios de esta medicina", asegura.

Al terminar la sesión, el labrador de Ma se sube al asiento trasero del coche con aspecto satisfecho. "¿No se le ve feliz?", celebra ella.

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