En un enorme descampado cubierto por hierba reseca por el sol, trabajadores sudaneses cavan zanjas para levantar chozas que albergarán a unos 25 mil refugiados etíopes que huyeron de la guerra en la vecina región de Tigray.
Ante el gran flujo de expatriados, las autoridades sudanesas decidieron la reapertura del campamento de Um Raquba, a unos 80 kilómetros de la frontera con Etiopía. Clausurado hace 20 años, este campamento había servido entonces para acoger a numerosos etíopes que huían de la hambruna en su país.
Pero, desde entonces sólo quedaron dos edificios sólidos en pie, una vieja escuela que perdió el techo y un dispensario en pésimo estado. Rodeado de dunas de arena y algunos campos semiabandonados, el campo se encuentra aislado, puesto que la primera aldea habitada está a diez kilómetros de distancia.
Abdel Basset Abdel Ghani, director del lugar, no sabe a quién acudir dada la urgencia de los problemas surgidos. Incluso para él, que participa por segunda vez en la construcción del campo.
"En 1985, debuté en la Comisión sudanesa para los refugiados y ahora vuelvo a hacer aquel mismo trabajo como responsable. En aquella época acogimos a los etíopes que huían del hambre y ahora a los que huyen de la guerra", resume.
De acuerdo a las autoridades sudanesas, casi 25 mil etíopes se han refugiado en el país una semana después de que su primer ministro, Abiy Ahmed, el 4 de noviembre, enviara al ejército federal al asalto de la región separatista de Tigray.
En el campo de Um Raquba, la Media Luna Roja (Cruz Roja) erigió una carpa para instalar su dispensario, Unicef, por su parte, tanques de agua. La comida, compuesta básicamente de sorgo y lentejas, es provista por el Programa Mundial de Alimentos (PAM) y distribuida por empleados de la Comisión sudanesa para los refugiados.
Éstos ya se aglutinan bajo la sombra de los pocos árboles que hay para protegerse de un sol abrasador.
"Estoy sentado en el piso junto a mis tres hijas pequeñas. Creíamos que las autoridades nos habían trasladado aquí porque había albergues, pero no hay nada, y nos dijeron que esperásemos", afirma Gabriel Hayli, de 37 años. No es el único que está desilusionado.
Dahli Burhan, de 32 años, tiene miedo. "Los sudaneses están haciendo mucho por nosotros y lo agradezco, pero nos encontramos demasiado cerca de la frontera y el lugar muy aislado. Es muy peligroso si la guerra se extiendese", dice con gran preocupación.
¿Qué está pasando en Etiopía?
La guerra entre Etiopía y Tigray se convirtió este fin de semana en un conflicto internacional después de que fuerzas tigriñas atacaran el viernes Asmara, capital de Eritrea y gran aliado de Adís Abeba en el Cuerno de África; suscitando temores de que Sudán podría ser la siguiente potencia en involucrarse.
"Las Fuerzas de Defensa de (la región norteña etíope de) Tigray han golpeado instalaciones en Eritrea, incluido el aeropuerto de (la capital) Asmara, usadas para perpetrar ataques en Tigray", confirmó hoy vía Twitter el portavoz del Frente de Liberación de Tigray (TPLF), Getachew Reda, sin aportar más detalles sobre lo sucedido.
Radio Erena, emisora de la diáspora eritrea con base en París y simpatizante de la oposición, reportó anoche un total de "cuatro explosiones" en Asmara, según los testimonios de residentes, sin llegar a confirmar víctimas mortales.
Eritrea, dirigido desde su independencia de Etiopía en 1991 por el presidente Isaias Afwerki, es uno de los regímenes más herméticos y represivos del mundo, situación que se suma al apagón informativo provocado en Tigray por el gobierno etíope, que desde el inicio de esta ofensiva ha interrumpido las telecomunicaciones y el acceso a internet.
"Este conflicto está escalando rápidamente. Ya no se trata de una guerra interna en Etiopía, ahora es una guerra internacional con las fuerzas de Tigray luchando contra Eritrea en múltiples frentes", confirmó el subdirector para África del International Crisis Group (ICG), Dino Mahtani.
"Los ataques con misiles del TPLF en la capital de Eritrea, así como en la región (etíope) de Amhara desde donde se lanzó la intervención militar federal contra Tigray, indican a su vez una aceleración de la campaña militar en la región", continuó Mahtani.
Este sábado, el TPLF reconoció haber lanzado cohetes contra los aeródromos de Gondar y Bahar Dir, esta última, capital regional del colindante estado etíope de Amhara, extrapolando este conflicto por primera vez fuera de los límites de Tigray. Al menos 10 soldados murieron y otros 20 resultaron heridos en el ataque contra el aeropuerto de Gondar, usado tanto por aviones militares como civiles.
Por su parte, el primer ministro etíope Abiy Ahmed advirtió el domingo en un comunicado que su país "está más que capacitado" para lograr "por sí mismo" los objetivos militares previstos para Tigray, región a la que declaró la guerra el pasado 4 de noviembre tras acusar al TPLF de haber atacado mortalmente una base militar federal.
"Nuestra campaña en la región de Tigray para defender el Estado de derecho está progresando bien. La justicia prevalecerá. Etiopía prevalecerá", añadió el Premio Nobel de la Paz en 2019, de madre amhara y padre oromo, y quien tomó el poder en 2018 tras casi tres décadas de dominio del TPLF.
Según fuentes del gobierno etíope y tigriña citadas por la revista estadunidense Foreign Policy, al menos la mitad de las tropas federales del Comando Norte se han aliado a la lucha del TPLF; mientras que una cuarta parte, leales a Abiy y en su mayoría amharas, ha huido a Eritrea y el resto se ha negado a combatir.
"Una parte importante del Ejército nacional etíope, el Comando Norte con base en Tigray, ha desertado o caído en manos del TPLF", confirmó Mahtani, quien teme que el vecino Sudán sea el próximo en ser "arrastrado" al conflicto, pese a que tanto Eritrea como el TPLF "cuentan con lealtades" entre diferentes comunidades nómadas del este sudanés.
Sudán podría, a su vez, presionar a Etiopía y amenazar con permitir el paso de munición y alimentos a Tigray, a través de las provincias fronterizas de Kassala y Gadaref, si Adís Abeba no accede a negociar sobre el disputado triángulo de Fashqa, que se extiende a lo largo de la frontera etíope con Amhara y que Sudán reclama desde hace décadas.
Estos combates armados ya han causado cientos de víctimas mortales a ambos lados del conflicto, además de una "masacre" de civiles en Mai-Kadra denunciada hace tres días por Amnistía Internacional que, una vez investigada, constituiría "un crimen de guerra", de acuerdo con la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet.
Diversas organizaciones y organizaciones alertan sobre la creciente crisis humanitaria que se cierne sobre un bloqueado Tigray, e instan a todas las partes implicadas a permitir que tanto civiles como refugiados reciban aliento y atención médica.
"La única salida es que Abiy y los tigriña acuerden un alto al fuego y que el Gobierno etíope acceda no solo a negociar con Tigray, sino que garantice un diálogo nacional y exhaustivo a fin de abordar los complejos problemas de transición (que padece) Etiopía", sentenció Mahtani.
Etiopía volvió a bombardear este lunes la capital de Tigray, Mekele, en la ofensiva que inició el pasado día 4 contra esa región rebelde, y se ratificó en su reticencia a aceptar una negociación para resolver un conflicto cada vez más internacional.
"Un ataque aéreo ha ocurrido hoy en la mañana alrededor de las 10:45 horas locales en una área llamada Kedamay Woyane" en Mekele, confirmó en un comunicado el Frente de Liberación de Tigray (TPLF), partido que gobierna la región norteña, fronteriza con Eritrea y Sudán.
Hasta la fecha, Abiy, ganador del Premio Nobel de la Paz, ha ignorado los llamamientos internacionales a una desescalada del conflicto y, además, se resiste a aceptar una negociación con el TPLF para resolver la crisis.
El frente señaló que en esa zona se alza un iglesia, pero las autoridades de Adís Abeba aseguraron que ahí había un almacén de armamento. Según fuentes gubernamentales etíopes, helicópteros de la Fuerza Aérea federal han sobrevolado la ciudad de Mekele. No ha trascendido, ni por parte del Ejecutivo etíope ni del TPLF, si el ataque ha causado víctimas.
Un campamento de refugiados que había sido abandonado
Entre 1983 y 1984, Etiopía padeció una de las peores hambrunas del siglo XX, lo que obligó a centenares de miles de personas a abandonar su país. Ésta fue consecuencia de una enorme sequía que tuvo como telón de fondo un enfrentamiento bélico entre la dictadura de Mengistu Haile Mariam y las guerrillas de la región etíope de Tigray
"Lo más urgente ahora es construir cobijos. Nuestra idea es crear tres sectores que puedan acoger a unas mil personas cada uno. Utilizaremos el terreno del viejo campo y, si podemos, lo expandiremos a terrenos aledaños", señaló Ghani el domingo. En el lugar, decenas de trabajadores se pusieron manos a la obra.
Algunos cavan en la tierra para instalar tuberías de agua, otros realizan el trazado para los cimientos de oficinas en madera ubicadas a la entrada del campamento, donde se instalarán los funcionarios encargados de registrar las entradas y administrar el sitio. Otros se han lanzado a la construir chozas, también de madera, donde se hospedarán las familias.
"La electricidad se acaba de instalar hoy y llevará al menos entre siete y diez días, trabajando sin tregua, para que todo esté en su lugar", destacó Adam Mohamad, uno de los obreros.
Frente a esta emergencia, las autoridades no esperaron a que finalice la construcción del campamento. El sábado, fueron trasladadas hacia allí mil 105 personas, y el domingo eran esperadas otras mil 300.
dmr