El emperador de Japón abdica oficialmente y cede el trono a su hijo

Akihito se despidió en una ceremonia que se llevó a cabo en el Salón Pino del Palacio Imperial, en Tokio. El acto precede a la proclamación de su hijo, Naruhito, como emperador.

Akihito, con un traje chaqué, pronunció un breve discurso. AFP
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TOKIO /

El emperador japonés Akihito concluyó las ceremonias de su abdicación, cediendo el trono del Crisantemo a su hijo mayor Naruhito, en la primera abdicación en Japón en más de dos siglos.

Akihito, de 85 años, seguirá siendo sin embargo emperador hasta medianoche, hora en que el país entrará en el año 1 de la nueva era imperial "Reiwa" ("bella armonía"), después de tres décadas de era Heisei ("logrando la paz").

La principal ceremonia, que duró 10 minutos, se llevó a en el Salón del Pino (Matsu-no-Ma), considerado el más elegante salón del palacio imperial.

Akihito, con un traje chaqué, pronunció un breve discurso: "Expreso desde el fondo de mi corazón mi gratitud al pueblo de Japón que me aceptó como símbolo del Estado y me apoyó", leyó, en alusión a su papel inscrito en la Constitución, en vigor desde 1947 y en la que el emperador dejó de tener un estatuto de semidiós.

Por la mañana, luciendo una voluminosa túnica de color marrón-dorado y un enorme sombrero negro, el emperador realizó el ritual de "informar" sobre su abdicación a sus ancestros en varios santuarios del palacio imperial.

Festejos históricos

Aunque en este día lluvioso no se congregó una gran multitud frente a este protegido recinto del centro de Tokio, los japoneses y turistas extranjeros presentes se sentían divididos entre la emoción del momento y el entusiasmo ante una nueva era.

"Nací en la era Heisei así que estoy un poco triste que se acabe, pero también estoy nervioso por esta nueva era que empieza", asegura Rikia Iwasaki, un estudiante de 13 años.

"Querría agradecer al emperador su duro trabajo", afirma por su parte Hironari Uemara, de 76 años, que viajó a Tokio expresamente desde Okayama (oeste). Su esposa cuenta a la AFP que echará de menos al emperador Akihito y a la emperatriz Michiko. "Tengo ganas de llorar", dice.

La población japonesa celebra unos festejos históricos y casi inéditos porque esta vez la nación no está de luto por el deceso de un soberano. Sí lo estaba en 1989 (muerte de Hirohito, también llamado emperador Showa), en 1926 (por el emperador Taisho) y en 1912 (por el emperador Meiji).

El presidente estadunidense, Donald Trump, uno de los primeros en expresarse, envió un mensaje con su "sincera apreciación" de la pareja imperial, y destacó la "cercana relación" entre Estados Unidos y Japón.

Habrá más actos con motivo del traspaso del trono a lo largo de los próximos meses, sobre todo en otoño, con la asistencia de jefes de Estado y de numerosas personalidades.

Será la primera vez en dos siglos que un emperador japonés cede el puesto en vida, en virtud de una ley de excepción hecha a medida para Akihito.

A mediados de 2016 el emperador dijo que quería dejar el trono porque ya no podía ejercer "en cuerpo y alma" debido a su edad y a su estado de salud.

Fue el gobierno el que decidió la fecha de la abdicación y todo lo que la rodea, un proceso en el que la familia imperial no ha tenido voz ni voto.

Últimas peregrinaciones

Akihito y su esposa Machiko realizaron estas semanas sus últimas peregrinaciones en un país que recorrieron durante tres décadas, sobre todo para reconfortar a los damnificados tras las catástrofes naturales de la era de su reinado.

Los emperadores gozan de gran respeto en su país por su cercanía a los ciudadanos.

La emperatriz Michiko despierta "gran entusiasmo" y él supo ganarse el afecto "por ejemplo estrechando manos", precisa Hideya Kawanishi, profesor de la universidad de Nagoya.

Pasan a ser emperador y emperatriz eméritos y ceden el palacio imperial a Naruhito y a su esposa Masako, de 59 y 55 años respectivamente.

En el muy esperado primer discurso de Naruhito el miércoles, después de su coronación, debería dejar entrever el carácter que quiere dar a su reinado.

Naruhito promete seguir los pasos de su padre. Ha dejado claro que continuará obrando para que las generaciones futuras conozcan los abusos cometidos por Japón durante la guerra y apoyando a las víctimas de catástrofes naturales.

Según los expertos, con esto no le bastará para dejar huella, pero su preocupación por el problema del agua en la Tierra podría darle un cariz más internacional a su papel.

jos


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