Fumio Kishida es el nuevo primer ministro de Japón tras imponerse en las primarias del hegemónico partido gobernante —el Partido Liberal Democrático (PLD)— con un perfil conciliador, una amplia experiencia diplomática y una agenda que incluye reformas económicas de calado.
Este ex ministro de Exteriores y de Defensa encabeza su propia facción liberal dentro del PLD, y ha llegado al poder en su segundo intento por conquistar el trono de esta formación y precedido por una fama de gestor eficiente, pero discreto.
Tras su segundo intento, Kishida acabará dirigiendo el gobierno japonés, pero deberá pasar el "trámite" de las elecciones legislativas a la Dieta de Japón de noviembre, donde el PLD "arrasará" para retener la mayoría absoluta en el parlamento, pese a la impopularidad de Yoshihide Suga.
Kishida, el "conciliador" ex ministro de Exteriores de Shinzo Abe
Político profesional de tercera generación, Kishida nació hace 64 años en el distrito tokiota de Shibuya, aunque tiene sus raíces en Hiroshima, la ciudad del oeste de Japón que fue la primera de la historia en ser atacada con una bomba nuclear en la fase final de la Segunda Guerra Mundial.
Es un entusiasta del beisbol, el deporte preferido de los japoneses, y un seguidor confeso de los Hiroshima Toyo Carp, el club de su feudo familiar y político. Durante su infancia, vivió con su familia en Nueva York, donde dice haber sido víctima del racismo en la escuela. Gracias a esta experiencia difícil, asegura haber aprendido el sentido de la justicia y la igualdad.
Siguiendo la estela de su padre (Fumitake Kishida) y abuelo (Masaki Kishida), ha sido diputado de Hiroshima en la Cámara de Representantes del la Dieta de Japón desde 1993 tras haber estudiado Derecho.
Quienes lo conocen lo definen como una persona tranquila, honesta y que sabe escuchar, aunque quizás demasiado seria y poco carismática para la política, incluso en un país donde no abundan los líderes con gran dominio escénico.
Amante del okonomiyaki —una de las especialidades culinarias de esa zona, conocida popularmente como la "pizza japonesa—, Kishida cuenta también con la reputación de ser un gran bebedor.
Su resistencia al alcohol, según cuenta la prensa local, permitió que le aguantara el ritmo con vodka y sake a su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, en una de las reuniones entre ambos ministros que sentó las bases para una posterior cumbre entre Abe y el presidente ruso Vladimir Putin dirigida a abordar una vieja disputa territorial.
Kishida es considerado un líder continuista en las líneas generales de su partido, aunque llega con la promesa de romper con las "políticas neoliberales" que han sido el sello del prolongado gobierno de Shinzo Abe y de su estrategia "Abenomics", todavía vigente.
Kishida ejerció durante cinco años, de 2012 a 2017, como ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Shinzo Abe.
Kishida ha sido el ministro de Exteriores más duradero del Japón de posguerra, y fue el artífice de la histórica visita del ex presidente estadunidense Barack Obama a Hiroshima en 2017, en la que por primera vez un líder del país autor del ataque nuclear rindió tributo a las víctimas de la mortífera arma.
Su llegada a la dirigencia del PLD tras el ocaso de Yoshihide Suga
El año pasado no logró que el PLD lo designara para liderar el ejecutivo tras perder en una votación interna ante Yoshihide Suga, quien renunció después de solo un año en el poder debido a su impopularidad; pero tras su segundo intento, Kishida acabará dirigiendo el gobierno japonés.
¿Por qué el PLD es el "partido hegemónico"?
Como el PLD, de derecha nacionalista, no tiene otra formación que le haga sombra en el país, su nuevo líder se convertirá casi automáticamente en primer ministro. Solamente en dos ocasiones ha pedido el poder frente a la oposición en 1993 y en 2009.
Aunque el PLD había bajado ligeramente en las encuestas de cara a las elecciones legislativas, se mantiene por encima de cualquier partido en la oposición con entre el 45 y el 49 por ciento en los sondeos, superando con creces a la segunda fuerza, el grupo político de centroizquierda Partido Democrático Constitucional con apenas 10 por ciento de intención de voto.
"No era suficientemente bueno", reconoció recientemente Kishida sobre su anterior campaña para la presidencia del PLD en 2020. "Esta vez fue diferente. Tengo la convicción firme de que soy el líder que se necesita en el presente", dijo destacando la pertinencia para el momento actual de su carácter monótono, pero poco conflictivo.
El nuevo líder del PLD afirmó que promoverá un reparto más equitativo de la riqueza apoyando a los más desfavorecidos y con el punto de mira en las grandes corporaciones del país, a las que ha acusado de "acosar" en ocasiones a las pequeñas y medianas empresas.
Además, aspira a sacar adelante un nuevo paquete de estímulos económicos de "decenas de billones de yenes" (decenas de miles de millones de dólares) dirigido a encauzar la recuperación tras el impacto de la pandemia.
"La gente quiere una política de generosidad", aseguró Kishida, quien mantiene una posición ambigua en materia económica, ya que también defiende reducir la deuda nipona, que en 2020 representaba el 256 por ciento del PIB, según el Fondo Monetario Internacional.
Kishida aspira, además, a dar continuidad a la iniciativa de las autoridades locales de Hiroshima para "liderar los esfuerzos globales" por el desarme nuclear, lo que podría significar que Japón pase a apoyar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares de la ONU, entre cuyos signatarios no están las potencias atómicas.
Aunque es partidario del desarme nuclear a nivel global, apuesta para reactivar la producción de energía nuclear con fines civiles en Japón, después de que su uso quedara restringido tras la catástrofe de Fukushima en 2011. Además de volver a poner en marcha viejos reactores, quiere desarrollar pequeños reactores modulables.
En el área de seguridad y Exteriores, una de sus prioridades será reforzar las capacidades defensivas del país frente a China, cuya creciente presencia militar e influencia económica ha tachado como "profundamente alarmante", además de reforzar la tradicional alianza con Estados Unidos.
Pese a sus mensajes sobre Beijing, la llegada al poder de un primer ministro moderado y valorado por su capacidad de diálogo podría significar una mejora de los lazos con el gigante asiático y con Corea del Sur, que no atraviesan su mejor momento, así como con Rusia.
Pero respecto a las cuestiones sociales y los derechos civiles, parece más conservador. Kishida dijo que no había llegado al momento "de aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo", que sigue siendo ilegal en Japón.
También mostró una posición poco clara respecto al derecho de las personas casadas de no adoptar el mismo apellido que su pareja, una cuestión polémica en Japón.
dmr