En un barrio obrero de Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo (RDC) un conductor se detiene y entrega un puñado de billetes a un policía de tránsito. La escena es habitual en la bulliciosa ciudad del país africano, donde los agentes suelen extorsionar a los ciudadanos para compensar sus bajos salarios.
Sin embargo, a diferencia de algunos de sus colegas, menos escrupulosos, Cécile Bakindo no pide dinero. El conductor se detuvo espontáneamente para agradecerle su integridad.
"Soy muy querida", declaró esta mujer que prefiere no revelar su edad y viste una boina, guantes blancos y chaleco naranja fluorescente sobre su uniforme azul marino. "Me hacen muchos regalos".
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Denominados "roulages", los policías de tránsito en la metrópolis de unos 15 millones de habitantes tienen fama de corruptos.
No es raro verlos subir incautar las llaves de un automóvil o sacar la chapa so pretexto de infracciones a menudo inventadas con la esperanza de obtener dinero a cambio.
Los automovilistas están tan hartos de este comportamiento que los policías íntegros se convierten rápidamente en modelos ejemplares, que hay que alentar y recompensar.
Desde una plataforma en medio de un concurrido cruce de calles, Bakindo sonríe mientras dirige el tráfico de un enjambre de motos y vehículos de transporte público destartalados, apodados "espíritu de la muerte". De pronto un conductor frena y le entrega dinero.
"Ella es realmente genial", comenta Patient Kanuf, un mototaxista de 32 años que compraba combustible cerca de la intersección. Tiene un corazón amoroso", dice.
"Por la República"
En otra cruce en el centro, un capitán de policía de lentes negros, alta estatura y voz suave, goza de la misma celebridad y la misma reputación de incorruptible.
Jean-Pierre Beya, de 64 años, dirige el tránsito en el mismo sitio desde hace 15 años, cuenta mientras sonríe a los conductores que pasan al final de la tarde. Si uno de ellos entra al cruce de forma peligrosa, será amonestado.
De acuerdo con Isaac Woto, un taxista de 45 años, Beya y Bakindo son conocidos en toda Kinshasa.
"Ellos son serios", declaró Woto, mientras que "los otros sólo buscan el dinero".
La corrupción es endémica en la RDC, que ocupa el puesto 169 entre 180 países en la clasificación de la ONG Transparencia Internacional.
De acuerdo con un estudio de investigadores de las universidades de Chicago y de Amberes, junto a la Universidad Católica del Congo, los sobornos representan alrededor de 80 por ciento de los ingresos de los policías de tránsito en Kinshasa.
El acoso a los conductores es la causa de casi todos los choques en los cruces y de 65 por ciento de los atascos, de acuerdo con dicho estudio. En 2015, cada comisaría habría recaudado en promedio 12.120 dólares mensuales en sobornos.
La suma es importante en un país donde casi tres cuartas partes de sus 90 millones de habitantes viven bajo la línea de pobreza y donde los policías de la escala más baja ganan unos 100 dólares mensuales, de acuerdo con Beya.
Entrevistada en una calle de Kinshasa, una policía de tránsito que pidió no ser identificada negó que solicitar sobornos fuera una costumbre, aunque dijo que los altos cargos de la policía y los políticos se permiten conducir peligrosamente con impunidad.
El capitán Beya, en cambio, no cree que la pobreza sea la causa del acoso policial.
"Todos cobramos el mismo salario. El problema es la mentalidad", comenta al tomarse un descanso a la sombra. Dice que fue formado para "vivir con la gente y quedarse con ella (...) Trabajo para la República".
Los pobladores aprecian a Beya, le ofrecen propinas y lo saludan al pasar.
"Esto no es corrupción", asegura el policía, al afirmar que los regalos no cambian nada de su imparcialidad. "Si haces las cosas con respeto y cortesía, vas a conseguir algo", constató.
Consultado sobre el tema, un portavoz de la policía prefirió no hacer comentarios.
AMP