El gobierno del presidente estadunidense, Joe Biden, se encuentra en la cuerda floja, debido a que por un lado respalda firmemente a Israel y por el otro pide una pausa en los combates contra el grupo Hamás para hacer llegar la ayuda humanitaria a Gaza.
Desde los ataques de Hamás del 7 de octubre, el presidente ha tenido que compaginar el apoyo al derecho de Israel de defenderse pero con la preocupación de la situación que están viviendo los civiles en Gaza y el peligro de que la guerra se extienda.
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Este equilibrio se ha complicado ante los planes israelíes para invadir Gaza y los crecientes llamamientos mundiales a un alto al fuego a medida que Israel bombardea el territorio.
De acuerdo con Hamás, que controla la Franja de Gaza, desde el estallido de la guerra más de 5 mil 791 personas murieron en el territorio palestino.
Los ataques israelíes son en represalia por una operación de cientos de combatientes de Hamás que se infiltraron en Israel desde Gaza.
"Más de 1 mil 400 personas murieron, la mayoría de ellos civiles", según las autoridades israelíes, que además contabilizan la captura de 220 personas trasladadas como rehenes a Gaza.
La Casa Blanca insiste en que Estados Unidos no dicta condiciones a Israel, a pesar de contar con varios asesores militares sobre el terreno.
"Los israelíes toman sus propias decisiones", dijo Biden a los periodistas el martes, cuando se le preguntó si había pedido a Israel que retrasara una invasión terrestre.
Su gobierno ha adoptado un tono firme sobre una eventual tregua, a pesar de que el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió el martes un alto el fuego "inmediato" y denunció violaciones del derecho internacional en Gaza.
"En estos momentos, un alto al fuego sólo beneficia a Hamás", declaró el martes a los periodistas John Kirby, vocero del Consejo de Seguridad Nacional.
IDM