En los más de 10 años que lleva combatiendo incendios forestales, el bombero Manuel Rubio nunca había visto uno como el que ardió la semana pasada en el este de España. No en una época tan temprana del año.
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El incendio que se desató el jueves pasado cerca de la localidad de Villanueva de Viver sorprendió a Rubio y a los expertos al presentar una inusual intensidad para la primavera, a diferencia de años previos, en que temperaturas más bajas ayudaban a mantener estos siniestros en un nivel manejable. Eso no es un buen presagio para un país que encabezó a Europa en tierras quemadas durante 2022, un año en el que se registró un calor récord.
“Yo esperaba un incendio de marzo... (en el) que los vientos no son muy fuertes, (que puede consumir) 100 o 200 hectáreas, y no las 4 mil 300 que lleva ahora mismo”, le dijo Rubio, de 39 años, a The Associated Press horas antes de volverse a enfrascar en combatirlo. “Entonces tenemos unas condiciones prácticamente similares a las que podemos tener en verano y hemos tenido un incendio con comportamiento de verano”.
La región del Mediterráneo está calentándose más rápidamente que el promedio global debido al cambio climático provocado por la emisión de gases de efecto invernadero. Los efectos, según coinciden funcionarios de la Unión Europea y españoles, ya son palpables en las diversas olas de calor y en la prolongada sequía que España ha soportado durante varios meses.
Estas condiciones han convertido las vastas extensiones boscosas españolas en un polvorín que sólo aguarda un relámpago al azar, una chispa de un tractor o una sierra eléctrica, un cigarrillo encendido arrojado negligentemente o un fuego provocado para que el paisaje arda.
Unas 267 mil hectáreas se quemaron el año pasado en España, con lo que el 2022 fue su peor año de destrucción forestal desde 1994, según estadísticas gubernamentales. Eso fue tres veces más que el promedio nacional de 94 mil hectáreas durante la última década. De acuerdo con el servicio Copernicus de observación satelital perteneciente a la Unión Europea, el 35 por ciento de todas las tierras quemadas por incendios forestales en el bloque en 2022 correspondió a España.
En su visita al primer gran incendio del año en el país, el presidente del gobierno Pedro Sánchez advirtió que la situación empeorará a menos que caigan lluvias, las cuales se requieren urgentemente.
“Estamos saliendo del invierno y ya nos estamos encontrando incendios propios de meses de verano”, declaró Sánchez el lunes. "Y eso tiene mucho que ver con la emergencia climática que está atravesando el mundo".
El incendio ha obligado a evacuar a casi mil 400 personas desde sus viviendas en Villanueva de Viver y otros pequeños poblados de las provincias rurales de Castellón y Teruel, llenas de colinas. Al igual que muchas partes del interior de España, las regiones tienen poblaciones que disminuyen y envejecen.
Unas 4 mil 600 hectáreas de bosque que las autoridades consideran de gran valor ecológico han sido consumidas en medio de grandes columnas de humo. Quinientos bomberos, respaldados por 20 aviones que arrojan agua, luchan para proteger una reserva natural cercana.
Para complicarle más las cosas a Rubio y a sus colegas bomberos, el área está llena de pequeños poblados rodeados de árboles, lo que dificulta protegerlos. Hace una generación, los habitantes atendían las tierras. Ahora que las generaciones más jóvenes han abandonado esos trabajos agrícolas, que incluían recolectar leña para fogatas, la tierra está llena de densa vegetación que favorece los incendios cuando está seca.
Rubio dijo que la vegetación del área, formada principalmente por pinos pequeños típicos del Mediterráneo y matorrales, que son muy densos, junto con temperaturas anormalmente elevadas y precipitaciones bastante por debajo del promedio, generaba las condiciones perfectas para el fuego. En esta parte de Castellón sólo cayeron 20 milímetros de lluvia durante los meses de invierno, cuando el promedio se ubica por encima de 100 milímetros.
En Francia también se han producido incendios forestales en una época inusualmente temprana este año, luego de que en 2022 se registraron varios fuegos de gran tamaño, al igual que en España. En medio de una sequía invernal récord en todo el territorio francés, se desataron incendios en febrero cerca de Avignon en el sureste, en la región de los Pirineos en el suroeste, y en la del Charente Marítimo sobre la costa del Atlántico.
Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología española, advirtió el miércoles que se pronosticaban temperaturas más elevadas —de entre 5 y 10 grados Celsius por encima del promedio— para Castellón y el resto del este de España en los próximos días. Dijo que las temperaturas pronosticadas suelen verse de mediados a fines de mayo.
“Subidas de temperaturas acompañadas por vientos del oeste, que llegan al Mediterráneo secos y recalentados, y además... este viento tan seco del oeste hace que baje la humedad relativa y por lo tanto el riesgo de incendios se dispara”, manifestó.
Surgieron otros incendios en el norte de España el jueves. Más de mil 100 hectáreas ardieron en la provincia noroccidental de Lugo, y las autoridades de la comunidad de Asturias reportaron más de 97 incendios distintos que obligaron a cuando menos 20 personas a desalojar sus hogares.
Se emplazaron unidades de bomberos del ejército en las tres áreas para que apoyaran en las labores de combate del fuego.
La situación al norte del incendio en la región de Cataluña, fronteriza con Francia, también es increíblemente delicada, y las autoridades se preparan para lo peor.
La región, cuya capital es Barcelona, padece su peor sequía de la que se tenga registro, y el año pasado las temperaturas superaron los promedios anuales en 2.7 grados centígrados. Sarai Sarroca, directora del Servicio Meteorológico de Cataluña, dijo el miércoles que sus modelos climáticos no preveían un incremento tan grande de la temperatura sino hasta el año 2050.
Sarroca dijo que una de las causas de la sequía es la desaparición de los vientos intensos y húmedos que suelen soplar sobre los Pirineos y ayudan a generar nieve y lluvia durante el invierno.
Para Juli Pausas, especialista en ecología de incendios que investiga la desertificación para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, todo esto fue tristemente predecible.
Dijo que con temperaturas por encima de los 30 grados centígrados durante el incendio de Castellón y la carencia de lluvia, ahora tenemos “vegetación del siglo XX con el clima del siglo XXI”.
“Estamos ante unas condiciones climáticas que claro que favorecen que haya incendios grandes”, le dijo Pausas a la AP. “Hace muchos años que sabemos que el clima estaba cambiando, y sabemos que el hecho de que cambie el clima tiene implicaciones en muchas cosas, incluido el que haya más incendios, y no hemos hecho nada para pararlo”.
ledz