Columba estudia un doctorado en Francia. Antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara como pandemia al coronavirus Covid-19, Columba viajó a Brasil y a Marruecos, hizo varias escalas y estuvo con mucha gente. Esta mexicana cuenta que el virus se veía muy lejano y era objeto de bromas entre sus conocidos.
Sin embargo, en pocos días todo cambió. Ahora, Columba permanece en cuarentena en su departamento de Toulouse, esperando que todo pase, pero preocupada por su familia en México.
Ésta es su historia:
La primera vez que escuché sobre el coronavirus Covid-19 fue el 25 de febrero; regresábamos de una misión de campo en Manaus, Brasil. Estábamos en el aeropuerto de Río de Janeiro y empezamos a bromear sobre lo que estaba pasando en China y viendo cómo los asiáticos usaban cubrebocas. Después, tomamos un vuelo a París con muchos pasajeros asiáticos. Se sentía la tensión.
Desde ese día, el coronavirus se volvió un tema más y más presente. En mi caso, los viajes y eventos públicos todavía no terminaban. El día que regresamos de Brasil, el periódico The New York Times informó que se había detectado el primer caso de Covid-19 en aquel país sudamericano.
Todavía con un espíritu burlón y con poca seriedad, se me ocurrió compartir la nota en el grupo con el equipo de trabajo que había estado en el Amazonas, porque para ese momento todavía no había casos en Francia.
Mi tutor de tesis, con mayor seriedad y para nada en broma, me recomendó no asistir al meeting, pero para mí el coronavirus todavía sonaba algo lejano y tomé ese comentario como que no quería que fuera porque eso implicaba no estar presente en el laboratorio y trabajar con él. Sabiendo que mi ausencia no iba a retrasar los planes, decidí ir.
Dos días después fui a Marrakech, Marruecos, por dos días. Tomé tres vuelos: Toulouse - Casablanca-Marrakech y de regreso Marrakech – Toulouse. Acudí a un meeting anual de la alianza de humedales del Mediterráneo, donde había participantes de muchos de los países que se encuentran en el Mediterráneo (Jordania, Túnez, Argelia, Turquía, Albania, Grecia, Bosnia, Francia, España), pero no había nadie de Italia, me pareció extraño, pero tampoco le puse mucha atención.
Regresando del meeting, el domingo 1 de marzo de 2020, en un evento en el Museo de Historia Natural de Toulouse, presentamos el trabajo realizado en el Amazonas, recreamos el experimento y contamos una historia chistosa de lo que nos había pasado por allá. Fue un día largo, lleno de visitantes interesados, de todas las edades, familias y jóvenes. En total se registraron 4 mil 877 personas. La jornada fue un éxito.
Ese día el tema del coronavirus no estuvo para nada presente. Todos estaban interesados en el Amazonas, en el bosque, en los animales exóticos que pudimos haber visto y en el peligro del dengue, la malaria, la fiebre amarilla y todo lo extremo que puede sonar realizar una expedición en el río Amazonas.
Pasados estos dos eventos, todo regresó a la normalidad, me concentré en el siguiente viaje y en los siguientes pasos de mi investigación. El siguiente viaje era a Nueva York, para hacer una estancia de investigación de dos meses. Mandé un par de correos con el itinerario de vuelo deseado y empecé a buscar hospedaje. Además de pensar en rentar mi departamento en Toulouse.
Como coincidencia, una amiga necesitaba salir de Londres, ya que su visa había expirado y tenía claro que prefería estar en Europa mientras pudiera, y tratar de resolver su problema de visa desde aquí, que en México. Me pidió quedarse en mi casa en ese periodo de transición. Y yo con la idea de que me iba a ir a Nueva York, y que se podía quedar también los meses que yo no iba a estar, le dije que sí.
Hace casi dos años que no nos veíamos y había mucho que contar. Los primeros días fueron muy intensos, de plática, de cervezas y desveladas entre semana. Desde Brasil, mi tiempo de sueño era de cuatro horas, no sé cómo logré estar tantos días con ese ritmo.
El fin de semana siguiente al del museo, tenía planeado ir a una caminata de 17 kilómetros en los Pirineos con un club de montaña al que estoy inscrita, éramos 15 personas, la mayoría gente mayor, jubilados y expertos en la montaña. Fue un gran día, mucho sol, poco viento y una nieve suave.
Después empezó la semana del 9 de marzo. Desde esa fecha todo empezó a salirse de control y ya no había forma de ignorar lo que estaba pasando. Los casos en Italia, en España y en Francia aumentaban a una velocidad inesperada, el Covid-19 era el único tema a la hora del café y de la comida.
En mi caso, empecé a reflexionar sobre la serie de decisiones que había tomado en las últimas semanas, cuánta gente había visto y empecé a sentir culpa por mi falta de prevención, por no tomarme las cosas serias y por no informarme. Porque ni siquiera sabía bien cómo se podía identificar la enfermedad.
Pensaba en cuando fue la epidemia de influenza y todo me sonaba parecido, pero en otro país. Después de informarme, saber el número de casos, la situación en Italia, saber los síntomas, empecé a sugestionarme y a pensar que tal vez podía ser portadora.
Comencé a tomar distancia, a no saludar a nadie de beso, a evitar tocarme la cara y extremar precauciones. Nunca tuve fiebre ni tos, sólo cansancio. Pero creo que se debía a la intensidad de las semanas anteriores. Esa semana hubo muchos comunicados oficiales, ya se veía venir que iban a tomar medidas más severas. Fue hasta el fin de semana que cerraron bares y a partir del lunes 16 de marzo se cancelaron las clases y quien pudiera trabajar desde casa lo tenía que hacer.
Yo estudio un doctorado, puedo trabajar desde casa, y las muestras del Amazonas pueden esperar, son de gases que no se degradan. Las muestras de agua son las más delicadas; unas ya fueron analizadas, pero quedan varias pendientes. Sin embargo, con esta situación, todo ese trabajo de investigación pierde dimensión; pierde importancia.
Por otro lado, sé que estoy en una posición privilegiada, mi sueldo no se va a detener; puedo seguir trabajando y nadie depende de mí económicamente.
El gobierno francés tiene la infraestructura para congelar las rentas, los recibos de luz, agua y gas.
Todo parece que tomará tiempo, pero que pasará y que sólo hay que esperar desde la comodidad de nuestro hogar. Así que estoy tratando de concentrarme y seguir trabajando.
Me preocupa mi familia y amigos en México, donde la infraestructura laboral y sanitaria para nada tiene el mismo respaldo que tiene el gobierno francés.
ROA