Susana López es originaria de Guadalajara y para festejar que terminó su maestría, decidió viajar a la India con un par de amigos sin imaginar que estaría una semana atrapada en aquel país a causa de la propagación del covid-19.
En entrevista con MILENIO, narra la travesía que vivió en busca de regresar con su familia. Relata que llegó a aquel país el 12 de febrero, cuando “ya se escuchaban cosas del coronavirus pero no tan fuerte”, por lo que no se le daba tanta importancia al tema.
Cuenta que fue hasta el 13 de marzo cuando las cosas empezaron a cambiar, luego de que la India anunciara que se suspendían las visas para turistas y que nadie podía entrar al país.
Para el 18 de marzo aún se encontraban en Delhi, donde tomaron un tren hacía Guwahati, en el estado de Assam. Para esto “la gente se veía normal e incluso le daban recomendaciones” de qué lugares visitar. Sin embargo, después de un viaje de 25 horas, llegaron a esta ciudad y el panorama era diferente.
“Fue un cambio radical, la gente nos veía con miedo, piensan que el virus es extranjero y que si tú lo eres, es tu culpa que se estén enfermando.
“Para esto ya había un control de sanidad, nos apartaban para tomarnos la temperatura y hacernos un cuestionario. Pero el mismo personal se veía que no sabía bien qué estaba pasando, estaban tan confundidos como nosotros y nos preguntaban ¿qué hacen aquí?, ¿por qué vinieron aquí?, y les decíamos que a nosotros nos habían dicho que estaba bien”.
Ante esto tuvieron que buscar la forma de regresar a Delhi y fue hasta el 21 de marzo que consiguieron tomar un tren que tardaba 37 horas en llegar. A unas horas de abordarlo, el gobierno local anunció la suspensión de todos los trenes de pasajeros a partir del 22 de marzo, por lo que “si no tomábamos ese tren, nos quedábamos ahí”.
Ya en Delhi, al llegar al hotel, no los dejaron entrar, por lo que el dueño los llevó a un lugar donde aún estaban recibiendo extranjeros y “justo cuando estamos haciendo el check in, el ministro anunció que la ciudad estaba cerrada a partir de las seis de la mañana del día siguiente, por lo que apenas alcanzamos a llegar”.
Para los días siguientes, el gobierno anunció la suspensión de todos los vuelos internacionales y la imposición de un toque de queda para tratar de mantener a la gente aislada.
Susana confiesa que en aquel entonces ella y sus amigos analizaron quedarse hasta el 15 de abril (fecha fijada como límite del aislamiento) e intentar tomar un vuelo, pero asegura que las cosas se complicaban cada día por el miedo de las personas ante los extranjeros, de manera que comenzó a buscar alternativas para salir del país.
“Embajadas, como la francesa y alemana, coordinan vuelos especiales para sacar a sus nacionales. Entonces a mis amigos franceses les llaman y les dicen que el 3 de abril es el último (vuelo) que van a mandar, después de eso hasta mayo”.
Señala que el problemas es que India y México no tienen una línea de vuelo directa y no pueden coordinar estos vuelos, tienen que hacer una escala y eso involucra a más gobiernos, lo que hace más difícil la situación.
Al no poder conseguir una ruta, sus amigos la aconsejan ir con ellos a París, sin embargo, para venderle este vuelo, necesitaba tener asegurada la forma de salir de Francia, ya que en el país europeo solo tienes permiso para transitar ocho horas y después salir del mismo.
Refiere que no fue sencillo contactar a la embajada mexicana, pero consiguió que ésta se coordinara con Francia para que le vendieran el boleto a París y de ahí volara de regreso a México. Después de toda la travesía anterior, el 2 de abril, casi 11 días de estar encerrada, pasaron por ella para llevarla al aeropuerto y se sorprendió porque la ciudad estaba totalmente vacía.
“Parecía que estábamos en guerra”, dijo la joven mexicana.
ledz