En la página web habilitada por China se puede hasta comprar una sala conmemorativa para que los familiares entren y gasten su dinero en comida o velas.
El lento renacer de Wuhan se vuelve a paralizar. De pronto, en el puente de Changjiang, que cruza el río Yangtsé, todos los coches frenan al unísono de la hora marcada. Durante los siguientes tres minutos, mientras millones de bocas se cierran y guardan silencio, los conductores rompen el mutismo tocando las bocinas de sus vehículos.
De fondo, también se escuchan las sirenas de los altavoces de los edificios gubernamentales. Es la forma de homenajear a los muertos por el coronavirus.
Ayer comenzó el festival de Qingming. Para nosotros sería equivalente al Día de Todos los Santos. En China es un día de luto nacional. Pero este año es diferente. Nadie puede ir a los cementerios. Tampoco reunirse con la familia para recordar a los ancestros. Se acabó eso de quemar incienso y de brindar por los que ya no están. La pandemia también les ha secuestrado el ritual fúnebre. La única ventana abierta se encuentra online, a través de ceremonias y homenajes que se pueden hacer en una página web.
En el Hospital Central de Wuhan, decenas de médicos salieron ayer a la entrada para agachar la cabeza y guardar tres minutos de silencio por las víctimas del coronavirus. A más de mil kilómetros de allí, en la plaza de Tiananmen de Pekín, los soldados chinos levantaron la bandera nacional para ondearla a media asta. Pero casi todo el dolor lo acapara el epicentro de esta pandemia. De los 3 mil 335 muertos de China, más de 2mil 500 han sido en Wuhan.
Esos son los datos oficiales, cuestionados por los propios ciudadanos. Días antes del festival de Qingming, las autoridades de esta ciudad, tras permitir que la gente saliera de sus casas después de más de dos meses confinados, se propusieron entregar a las familias las urnas con las cenizas de sus fallecidos para que pudieran depositarlas en las tumbas.
Por ello, los cadáveres que quedaban fueron desinfectados, llevados al crematorio y las cenizas se dejaron en urnas que se fueron amontonando en las funerarias.
En la de Hankou, según ha contado el diario chino Caixin, en solo dos días recibieron más de 5 mil urnas. Algo que choca con las cifras de muertos desglosadas por las autoridades. Incluso un informe de la CIA publicado esta semana señala que China ha ocultado las cifras reales de muertos por el coronavirus.
Esta semana se han visto las imágenes de las filas que se formaban en los cementerios para que los familiares pudieran depositar las urnas con las cenizas, mientras eran escoltados por un policía vestido con el traje de protección. Y así, aunque no pudieron ir a rendir homenaje en el cementerio durante el día de ayer, al menos saben que los restos están en el lugar adecuado.
La entrada del cementerio de Huaxiang, al sur del río Yangtsé, está cortada por una barrera. Los policías que la custodian no permiten a nadie pasar. Durante al menos dos milenios, los chinos se han dirigido a las tumbas de sus antepasados el día 15 después del equinoccio de primavera para eliminar las malas hierbas, limpiar la tierra, ofrecer comida y vino. Es lo que se conoce como el ritual del barrido de tumbas.
«Yo no me fío de los datos. No creo que el virus ya esté controlado. Están apareciendo muchos casos asintomáticos», dice Sunn, mientras realiza la ceremonia online desde la web creada por el Gobierno.
ledz