La historia está llena de ejemplos de sociedades que volvieron rápidamente a la normalidad tras una epidemia. Pero la historia también revela que las réplicas de las pandemias pueden durar mucho más de cinco años. Los indicios sugieren que nuestra economía y política a nivel mundial están sufriendo su propia versión de covid prolongado, y puede que aún estemos en la fase del caos de un ciclo pandémico. La buena noticia es que, si nos recuperamos por completo, deberíamos sentirnos mucho mejor que ahora.
Las pandemias pueden alterar fundamentalmente el curso de la historia. Una de las primeras pandemias de las que se tiene constancia fue una peste que asoló Atenas en el 430 a. C. La muerte y el desorden resultantes contribuyeron a la derrota de Atenas en la guerra contra Esparta. El declive de la democracia ateniense allanó el camino para el utopismo autoritario de Platón, que influyó en el pensamiento político durante milenios.
Aun así, parece existir una relación entre la magnitud de una amenaza infecciosa en un país o una comunidad, y el aumento del apoyo al conformismo y el autoritarismo. Aunque el covid 19, a pesar de todas las muertes innecesarias y trágicas, no fue nada comparado con epidemias anteriores, sigue habiendo pruebas de un efecto similar.
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Las encuestas mundiales sugieren que ha disminuido el apoyo a la democracia representativa desde la pandemia de 2020. En el Reino Unido, el porcentaje de quienes la consideraban una forma muy buena de gobernar descendió de 43 por ciento en 2017 a 31 por ciento en 2023. En Alemania, la cifra descendió de 46 a 37 por ciento en el mismo periodo.
El mundo todavía parece encontrarse en un periodo político febril, ya que gobernantes de todo el planeta siguen siendo expulsados de sus cargos.
Esto podría deberse a que no hay nada como una pandemia para revelar el poder bruto del control estatal: cierre de mercados y escuelas, restricciones de movimiento. Las respuestas gubernamentales a las pandemias, tanto legítimas como equivocadas, pueden crear una desconfianza duradera en la autoridad estatal.
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Durante la gran peste de Londres, las masacres de perros no ayudaron a tranquilizar a la población sobre la eficacia de la intervención de las autoridades de salud pública. Los consejos contradictorios del gobierno sobre los cubrebocas y la defensa de los medicamentos contra la malaria hicieron algo parecido con el covid.
Los consejos contradictorios o confusos pueden contribuir a avivar el escepticismo, incluso cuando las autoridades promueven políticas más razonables.
Cuando el cólera se extendió por el Reino Unido entre 1831-1832, vino acompañado de disturbios provocados por una creencia generalizada de que la infección era una cortina de humo para que los cirujanos obtuvieran cadáveres que disecar.
Dos décadas más tarde, el intento del gobierno británico de ordenar la vacunación de los niños contra la viruela suscitó más disturbios, a medida que se enconaba la desconfianza en la medicina pública.
Los duros llegan a poder
Mucho después de que Anthony Fauci abandonara su puesto en el gobierno federal bajo una avalancha de amenazas de muerte, la proporción de encuestados que afirman tener mucha confianza en los médicos y los hospitales sigue en declive: cayó de 72 por ciento en abril de 2020 a 40 por ciento en enero de 2024. El sistema de salud estadunidense ahora está bajo la supervisión de Robert F. Kennedy Jr., uno de los principales críticos de la vacunación en el país.
El impacto económico de los brotes epidémicos también suele prolongarse. Cuando la peste bubónica asoló el Imperio romano en el siglo VI, diezmó la población y las tierras de cultivo volvieron a convertirse en bosques. El emperador Justiniano se quejó de que los ciudadanos que quedaban se aprovechaban de la escasez de mano de obra para obtener ganancias, e impuso controles de salarios y precios.
Algo parecido ocurrió con el covid en los años subsecuentes. Afortunadamente, no fueron los niveles de letalidad de la peste los que provocaron el aumento de precios, pero la pandemia sí afectó a la inflación reciente en algunos aspectos, como el aumento del gasto estatal y la ruptura de cadenas de suministro.
Esto se vio agravado por los controles fronterizos. El desplome del número de personas que cruzaron las fronteras entre 2020 y 2022 le restó unos cuatro millones de individuos a la migración temporal que llega a Estados Unidos, y muchos de esos migrantes temporales se habrían convertido con el tiempo en incorporaciones permanentes a la población activa.
Una investigación publicada por el Fondo Monetario Internacional sugiere que el aumento de los salarios relacionado con la escasez de mano de obra podría ser responsable en gran medida de dos tercios de la inflación que Estados Unidos registró en los precios de los servicios entre el tercer trimestre de 2022 y el primero de 2023.
El análisis de los economistas de la Reserva Federal de San Francisco reveló que la falta de trabajadores seguía intensificando las presiones inflacionistas en los últimos meses de 2024.
La influencia de la peste negra en las relaciones laborales continuó durante muchas décadas, dando forma a los acuerdos económicos y políticos a largo plazo. La escasez de trabajadores en Europa occidental condujo a una mayor libertad, con la reducción del trabajo forzoso y la servidumbre. Pero en Oriente, la peste marcó el rumbo hacia una mayor represión: los campesinos estaban más estrechamente ligados a las tierras de sus señores, semiesclavizados.
Políticas antimigrantes
Hoy vemos una bifurcación similar: algunos países, entre los que se encuentra Alemania, adoptaron la inmigración como una solución a la escasez de mano de obra, mientras que otros impusieron límites cada vez más estrictos a los flujos migratorios.
La escasez de mano de obra tuvo un lado positivo para la mayoría de la población de Europa occidental después de la peste solo porque los intentos del gobierno para congelar los salarios no resultaron. Lo mismo ocurrirá con las restricciones actuales, la gente solo se beneficiará de más oportunidades y precios más bajos si las medidas gubernamentales para frenar la inmigración no funcionan.
A la larga, las pandemias sí pueden tener su lado bueno, aunque desde el punto de vista divino tardemos mucho tiempo en alcanzar la verdadera normalidad.
Tras la peste negra, más mujeres entraron en la fuerza laboral —junto con un aumento de salarios— y se produjeron efectos en cadena derivados de la mano de obra cara, como el avance tecnológico de los molinos impulsados por agua a los barcos de vela que podían viajar más lejos con tripulaciones más pequeñas que condujeron a la era de la exploración.
Después de la pandemia de covid, hay algunos indicios de que las cosas podrían volver a una especie de normalidad. La inflación en los países ricos bajó de 4 a 2 por ciento en 2024, y el FMI espera que se mantenga alrededor de ese nivel este año, lo cual sugiere que los tipos de interés también deberían bajar. (Eso suponiendo que no echemos por tierra ese progreso en una guerra comercial mundial y un cierre de fronteras).
Nadie predice una segunda mitad de la década de 2020 llena de éxitos, pero existe la oportunidad de una mejora considerable. Apenas regresamos a los niveles prepandémicos de pobreza mundial, y hay una crisis de deuda en África relacionada con las secuelas, pero este año todavía podría cerrar con un mínimo récord del porcentaje de la población mundial que vive por debajo del umbral internacional de pobreza, que es de 2.15 dólares al día.
La historia nos demuestra que podemos salvar algo de los escombros de una pandemia si así lo decidimos, es decir, si no seguimos aturdidos por la niebla del covid. Si reforzamos la desconfianza médica, recortamos los fondos para investigación y cooperación mundial y seguimos encerrándonos en nosotros mismos, la recuperación se atrofiará y el impacto de una futura pandemia podría ser aún peor.
c.2024 The New York Times Company