El efecto Francisco divide a los cardenales

Algunos quieren continuar los cambios que Bergoglio impulsó en la Iglesia y otros quieren revertirlos; una solución intermedia es el candidato de consenso

Cardenales en el inicio del Cónclave en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo papa
Jason Horowitz
The New York Times /

Lo sepultaron, lo lloraron, y se han reunido para elegir a su sucesor, pero todo sigue girando en torno al papa Francisco.

Más de dos semanas después de la muerte de Francisco, los cardenales que el miércoles iniciaron la votación en la Capilla Sixtina para elegir al próximo papa han estado dando señales de si quieren seguir el ejemplo de Francisco, dar marcha atrás o encontrar algún punto intermedio.

En homilías, en conversaciones públicas y privadas, y sobre todo en comentarios a sus compañeros cardenales en las reuniones diarias tras los muros del Vaticano, quienes elegirán al próximo papa han estado celebrando lo que equivale a un referendo sobre el legado de Francisco.

Han estado considerando si quieren perpetuar el llamado “efecto Francisco”, la idea de que una persona carismática, integradora y con conciencia moral en el escenario geopolítico podría captar a nuevos seguidores y atraer de nuevo a la Iglesia a los católicos que la han abandonado.

“Hay deseos variados” dentro del grupo, dijo el cardenal Anders Arborelius de Suecia, quien ha sido mencionado como posible candidato a papa. Algunos quieren elegir a un pontífice “que pueda seguir los pasos de Francisco”. Otros dijeron: ‘No, no. En absoluto’”.

En el legado de Francisco hay mucho por lo que luchar. Durante sus 12 años de pontificado, fue noticia mundial por declaraciones históricas que animaban a los liberales, ya fueran católicos o laicos.

De los sacerdotes homosexuales dijo: “¿Quién soy yo para juzgar?”, y permitió la bendición de parejas del mismo sexo. Alzó la voz en favor de los migrantes, imploró a los líderes mundiales que hicieran frente al calentamiento climático y criticó lo que consideraba los excesos del capitalismo y la explotación de los pobres.

Dentro de la Iglesia, amplió el Colegio Cardenalicio a lo que llamó “las periferias”, naciones alejadas del Vaticano con las poblaciones de más rápido crecimiento, así como a algunos lugares donde los católicos son una minoría abrumadora. Llegó a un acuerdo con el gobierno chino con la esperanza de aumentar la presencia de la Iglesia, aunque algunos críticos creían que eso ponía en riesgo la independencia de la Iglesia en China.

Invitó a las personas laicas, incluidas las mujeres, a las reuniones de obispos que concibió como los principales órganos de decisión de la Iglesia. Reformó la burocracia vaticana que gobierna la Iglesia, introdujo medidas para aumentar la transparencia de las notoriamente opacas finanzas de la Iglesia y promulgó decretos para aumentar la responsabilidad de los dirigentes eclesiásticos que cometieron o encubrieron casos de abusos sexuales.

Cardenales en el inicio del Cónclave en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo papa

Cruzar o no la línea

Algunos cardenales quieren seguir adelante con esos cambios, o incluso dar un salto adelante con cambios mayores. Otros quieren hacerlos retroceder. Las mayores desavenencias pueden deberse a las cuestiones polémicas en las que Francisco se acercó a la línea, pero no la cruzó.

Entre esos temas están asuntos controvertidos que llevaban mucho tiempo postergados, como la ordenación de mujeres como diáconos católicos, el requisito del celibato para los sacerdotes y las enseñanzas de la Iglesia sobre la homosexualidad y el uso de métodos anticonceptivos.

Tras el papado de Francisco, lo que está en juego va más allá de la Iglesia católica. Fue un líder mediático poco común, capaz de ser tan popular entre el público secular como entre los fieles, a quien muchos veían como una brújula ética en un panorama político cada vez más confuso. Mientras que varios líderes mundiales decidieron cerrar sus puertas a los migrantes y abandonar el cuidado de los pobres, el papa Francisco defendía la aceptación incondicional, una postura que resonó tanto entre los fieles como entre quienes nunca habían ido a misa.

Fue esa popularidad fuera de las puertas de la Iglesia lo que lo convirtió en blanco de críticas para sus oponentes.

“Es necesario devolver la Iglesia a los católicos”, aseguró el cardenal Camillo Ruini, conservador de la vieja guardia y hombre de poder en Italia con Juan Pablo II y Benedicto XVI, en una entrevista al Corriere della Sera, un periódico italiano. Añadió que “quienes son más favorables a Francisco son en su mayoría laicos, mientras que quienes están en contra suelen ser creyentes”.

Otros dijeron que el cónclave no debería ser un concurso de popularidad mundial. El cardenal Mauro Piacenza explicó que todos los clamores a favor de una secuela de Francisco le parecían “sentimentales”.

El cardenal Gerhard Ludwig Müller de Alemania, un conservador que dirigió la oficina de doctrina de la Iglesia hasta que Francisco lo despidió, dijo que quienes querían “un papa para todos”, que siguiera la dirección de Francisco, eran en general “los medios de comunicación y todos los antiguos opositores de la Iglesia: los ateos”.

Pero los conservadores son minoría, al menos entre quienes votarán por un papa. Francisco cuenta con un profundo apoyo dentro de la Iglesia, sobre todo entre los cardenales en edad de votar; nombró a 80 por ciento de ellos, y la mayoría se ha comprometido a seguir, al menos en parte, el camino que trazó.

“Puesto que nos encontramos en un momento en el que todos nos estamos replanteando la naturaleza de la Iglesia, espero que el nuevo papa sea alguien que avance en la misma dirección” que Francisco, dijo el cardenal Tarcisio Isao Kikuchi, arzobispo de Tokio.

De no ser así, algunos cardenales temen que la Iglesia se aísle aún más de la modernidad y de la realidad de la vida de sus miembros.

“Este no puede ser el momento de ceder ante el instinto de volver atrás”, dijo el cardenal Baldassare Reina, italiano elevado a ese cargo por Francisco, en su homilía de la Plaza de San Pedro la semana pasada. Entre los muchos designados por Francisco procedentes de todo el mundo, ese instinto era fuerte.
Incluso si los cardenales eligen a un papa que crean continuará el legado, “no creo que haya ninguna garantía de que el futuro vaya a ser simplemente una línea recta que continúe desde Francisco —afirmó el arzobispo Paul Gallagher, ministro de Asuntos Exteriores del Vaticano y estrecho colaborador de Francisco—. El próximo papa tendrá sus propias convicciones y su propia contribución. Y puede que haga hincapié en cosas distintas de las que ha hecho Francisco”.
Cardenales en el inicio del Cónclave en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo papa

Candidato de consenso

Dado que Francisco fue un líder complicado que a veces se contradecía a sí mismo y no cumplía las expectativas que suscitaba, los cardenales no se alinean claramente a favor o en contra de él. Están fragmentados en grupos formados en torno a la ideología, la región, los temas favoritos, las diferencias culturales, las lenguas comunes y las venganzas personales.

El resultado, dicen algunos analistas eclesiásticos, podría ser más bien un candidato de consenso.

Podría tratarse de un pastor a la manera de Francisco, pero más disciplinado en sus declaraciones públicas; o de un papa que compense su falta de carisma personal con su habilidad para gobernar con firmeza. 

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Los cardenales con posibilidades de convertirse en papas han evitado, en su mayoría, hablar públicamente de las cuestiones divisivas que Francisco planteó, sobre las que no decidió, como permitir que las mujeres sean diaconisas, que los hombres casados sean sacerdotes o que los católicos divorciados y vueltos a casar reciban la comunión. El propio Francisco se consideraba tradicional y antes de su elección dio pocos indicios de que fuera a ser un papa que traspasara los límites.

Existen múltiples permutaciones, lo que es seguro es que el próximo papa dejará su propia huella. La verdadera cuestión, según algunos analistas eclesiásticos, es si la visión del papa llegará a las personas que dirigen las parroquias donde los católicos practican su fe.

“La tragedia del papa Francisco es que la gente lo escuchó, lo quiso y pensó: ‘Este es el tipo de sacerdote que quiero en mi parroquia’ —compartió el reverendo Thomas J. Reese, veterano analista del Vaticano—. Y fueron a su parroquia y no encontraron a Francisco”.” 
Emma Bubola y Josephine de La Bruyère colaboraron con la reportería desde Roma.


c.2024 The New York Times Company



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