El ex embajador vaticano en EU Carlo Maria Viganò, de 77 años, pidió la renuncia del papa Francisco al asegurar que encubrió por cinco años al cardenal Theodore McCarrick, sancionado en junio pasado por el mismo pontífice, sobre las acusaciones de abusos sexuales, ya que en el Vaticano conocían que invitaba su cama a seminaristas y aun así lo ascendieron.
Escribió que el papa conoció el caso en 2013 porque él mismo se lo comunicó “y siguió encubriendo al ex arzobispo de Washington”.
“(Francisco) sabía por lo menos desde 23 de junio de 2013 que McCarrick era un depredador serial. Pese a saber que era corrupto lo encubrió (...) Solo cuando se vio obligado por la denuncia de un abuso de menor, siempre en función de los aplausos de los medios, tomó medidas en su contra para salvar su imagen”, escribió el clérigo italiano en diario italiano La Verità.
El arzobispo italiano considera que esta carta la ha dictado su conciencia para que se conozca que “la corrupción ha alcanzado la cima de la jerarquía eclesiástica” e insta a Francisco y a todos los implicados en el encubrimiento del caso McCarrick a renunciar.
Agregó que Francisco ha pedido muchas veces transparencia total en la Iglesia, pero advirtió que los fieles de todo el mundo le exigen a él “actuar en modo ejemplar”. Por eso, instó al pontífice a decir desde cuándo supo de los crímenes del cardenal estadunidense. Al mismo tiempo sostuvo que Francisco habría dejado sin efecto sanciones que contra McCarrick que le había impuesto Joseph Ratzinger, en ese entonces aún era el papa Benedicto XVI.
Pese a los graves señalamientos, la misiva se basa en acusaciones personales y el prelado no aporta ninguna documentación o prueba.
La carta del arzobispo Viganò fue publicada también por algunos medios de corte conservador en varios países en la que además el prelado acusa a otros miembros de la Curia de formar una lobby gay.
Castigo de Ratzinger
El pasado junio, McCarrrick, de 88 años, fue apartado del colegio cardenalicio y el papa argentino “dispuso su suspensión en el ejercicio de cualquier ministerio público, así como la obligación de que permanezca en una casa que le será asignada para una vida de oración y penitencia”.
Sin embargo Viganò explica en la carta que en 2013 fue el mismo Francisco quien le preguntó: “¿Cómo es el cardenal McCarrick?”, y que el nuncio le informó de que “corrompió a generaciones de seminaristas y sacerdotes y el papa Benedicto XVI le ordenó retirarse a una vida de oración y penitencia”, y le dijo que había un informe en la Congregación para los obispos.
Aunque el ex embajador papal asegura que Francisco levantó esas sanciones, en realidad las mismas nunca fueron anunciadas públicamente por el Vaticano y no existen pruebas concretas de que éstas hayan sido aplicadas.
Viganò dijo que envió informes sobre la conducta del entonces arzobispo de Washington, pero que fue ignorado por los respectivos secretarios de Estado de Juan Pablo II y Benedicto XVI, los cardenales Angelo Sodano y Tarcisio Bertone.
Viganò lanzó acusaciones contra numerosos prelados pertenecientes al ala más cercana a Bergoglio como al cardenal Maradiaga y asegura que también tiene “informes” contra el recién nombrado sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano (número tres), Edgar Peña Parra.
"Mea culpa"
Mientras el escándalo daba la vuelta al mundo, el papa Francisco concluía su gira por Irlanda, y pidió perdón por todos los abusos cometidos por religiosos,.
Inesperadamente leyó un mensaje: “Mea culpa” de la Iglesia por los “abusos cometidos en instituciones dirigidas por miembros de la Iglesia”. Encabezando con esa frase enlisto una serie de delitos.
Antes del cierre de esta edición el papa habló brevemente sobre lo dicho por el ex nuncio mientras volaba de regreso a Roma y pidió evitar juicios mediáticos y denunciar pronto casos de abuso.
Dijo que del escándalo no iba a decir “una palabra (...) Ustedes tienen la capacidades periodísticas para llegar a las conclusiones. Lean atentamente el comunicado, y juzguen ustedes por sí mismos”.