Con el sollozo retenido, Piero -el abarrotero al que le arriendo un local- me dijo: “Mónica, lo siento, no pude hacer nada. De tu farmacia no queda más que el piso, se llevaron hasta los baños y la están quemando toda afuera”.
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Sólo atiné a decirle "gracias, vamos para allá".
En ese momento le dije a mis empleados a los que llevaba a sus casas, “Chicos, no podré llevarlos. Por favor, bajen que debo regresar a buscar a mi marido al local de Ictinos -zona Oriente de Santiago: cayó la sucursal de Plaza Italia”. La tensión y el miedo llenaron el auto.
Aceleré de regreso a la alcaldía de Peñalolén y en medio de los cacerolazos de los manifestantes y con la barricada ya encendida que tenían por tercer día habitantes grité a mi marido: “cayó plaza Italia”.
-Nada que hacer. Defendamos ésta, me respondió.
Ante la imposibilidad que teníamos de dejar descubierto el local, mi hermano, más cerca de Plaza Italia, intentó llegar a contra sentido de los manifestantes, que ya eran dispersados por los carabineros a fuerza de agua, gas lacrimógeno y perdigones lanzados con escopeta.
A dos locales del nuestro, uno de los manifestantes le dijo: “a dónde van, ya están disparando”. Mi hermano le dijo, “soy de la farmacia a dos locales”.
El joven le contestó tomándolo del hombro: “compadre, ya no hay farmacia, cúbranse”.
Cómo llegó Chile a esta situación, es algo que ahora decenas de expertos tratan de explicar. Cómo se va a tratar de regresar a la normalidad, habrá que verlo, porque aún está en desarrollo esta historia. El daño al sector comercio y al transporte público es grave.
La tensión y los saqueos
El 18 de octubre por la tarde, ya la tensión generada en las estaciones de Metro por los jóvenes, en su mayoría estudiantes, iba en aumento. Ellos llamaban a evadir el pago de boleto. Los enfrentamientos con las fuerzas del orden se extendían hasta adentro de los andenes.
De impacto esa tarde fue ver adentro de la estación del Metro Baquedano, que une dos líneas, a más de 100 carabineros formados, enfrentando los insultos de otro no menor grupo de jóvenes que ya copaban la estación.
El gobierno atinó sólo a cerrar las estaciones para evitar destrozos esa tarde y a suspender el servicio, situación que dejó a mucha gente adentro o varada sin tener cómo regresar a su casa.
Ello desató no sólo la ira de los jóvenes que se manifestaban, sino el encono de las personas que querían regresar a sus hogares y no podían hacerlo.
Es importante aclarar que en Santiago las zonas de comercio y trabajo se concentran en su mayor parte en la zonas oriente y centro. Y que las zonas habitación están en el sur o la periferia.
Mucha gente se tuvo que ir a su casa caminando, de aventón, lo que generó el inicio de manifestaciones en la noche.
Las barricadas, fogatas de gran tamaño, no se hicieron esperar. Y en las noticias el incendio anómalo para este tipo de manifestaciones de la escalera de emergencia de la Torre de Enel en pleno centro -el equivalente a CFE- ya ocupaba todos los noticiarios de televisión.
Ahí recibimos la primera llamada de nuestros vecinos de arriba y dueños de la Radio Comunal, del local de Avenida Grecia con Ictinos en Peñalolén. “Vénganse porque quisieron abrir la farmacia y la quieren quemar”.
La Avenida Grecia, entre la Autopista Vespucio Norte y Tobalaba es una zona emergente donde las protestas y la criminalidad hacen su agosto en cada protesta. Los carabineros tienen que venir a contenerlos no sin esfuerzos, como un uso y costumbre. Es un barrio duro.
Así que la llamada no nos extrañó mucho, por lo que partimos para allá pues estamos relativamente a 15 minutos en auto de la casa al local.
Llegamos. La cortina había sido abierta, pero unos vecinos que estaban ahí repelieron a los 10 o 12 “patos malos” -jóvenes banda- que habían intentado abrirla.
Ellos se fueron a la contra esquina y ahí comenzaron a concentrarse, mientras la gente iba y venía alrededor de la fogata con sus cacerolas, manifestándose contra el alza del Metro, sin un líder político vecinal reconocible. Era una expresión netamente ciudadana.
El grupo de patos malos comenzó a subir de número y hasta el momento ninguna autoridad hacía presencia. Se oían sirenas y demás pero nadie aparecía.
Alrededor de las 12 de la noche, el grupo de patos malos ya era como de 150. Ante ese número, los seis que estábamos observándolos, pesábamos menos que un paquete de cabritas (palomitas), como dicen aquí. Y en medio de la calle, la barricada era alimentada con cualquier cosa que pudiera quemarse y le tocó a un auto. Obvio, llegó el auto.
En esa esquina esta instalada una carnicería grande que con saqueos previos estaba más que reforzada. Pues bien, se oyó el primer golpe a la reja como el llamado a las ordas vikingas y comenzaron los intentos por abrirla. Tan bien protegida estaba que tardaron más de hora y media en lograr su objetivo, pues era como una naranja con capas y capas de metal hasta que se oyó el eufórico EHHHHH y comenzó el saqueo. Tres horas saqueando y la autoridad no llegó.
Si hubiera habido aunque fuera una presencia de un furgón de policías se habrían dispersado, pero no fue así. La alcaldía no quiso exponer a su personal de seguridad y les ordenó retirarse para que no los agredieran antes de las 21 horas. Los carabineros, policías uniformados, obviamente trataban de aplacar el saqueo que 400 metros más abajo realizaba otro grupo de saqueadores en una farmacia y otros locales de la glorieta que rodea la estación del Metro Grecia. Pero no había suficientes.
La carnicería cayó. Se dieron el lujo de ir por sus autos y llevarse la carne, ir por el oxicorte y sacar la burra- la caja fuerte- el mismo modo operandi que se usó en otra tienda del barrio.
Se saciaron y los que estábamos en la farmacia, afuera del local, como a las 5 de la mañana, los vimos irse a guardar.
Esta situación se dio en todas las comunas de la zona sur y suroriente a lo que se sumó el incendio sincronizado de estaciones de Metro y micros, donde obviamente se habla ya de grupos organizados que supieron estratégicamente dónde dejar sitiada a la ciudad.
Las frases que encendieron los ánimos
La esposa del presidente, en una afirmación que sirvió de gasolina para el conflicto social, dijo en un mensaje electrónico a una amiga que “es como si nos atacaran unos alienígenas; creo … que debemos abandonar parte de nuestros privilegios”.
Antes, el ministro de Educación invitó a los apoderados de colegios públicos a organizar bingos para financiar la reparación de los techos de los establecimientos educacionales; el secretario de Salud dijo que los pacientes de la tercera edad iban a los consultorios públicos a hacer vida social a las cinco de la mañana.
El secretario de Hacienda recomendó comprar flores porque estaban baratas y el de Economía instó a los millones de pasajeros del Metro a levantarse a las cinco de la mañana para pagar un boleto más barato.
Todas estas frases fueron encendiendo los ánimos durante 2019, hasta incendiar las calles de la ciudad: en la glorieta de Avenida Grecia se quemaron esa noche siete microbuses en cosa de minutos.Al siguiente día, con el Metro con varias estaciones incendiadas, la población quedó encerrada en sus barrios, el transporte de microbuses era insuficiente.
A mediodía, las ordas de Peñalolén ya estaban empoderadas, se fueron sobre el supermercado Alvi, un mayorista. El saqueo no podía ser contenido por las fuerzas del orden. Medio lo controlaban y tenían que retirarse a otro llamado por otro acto de pillaje. Le siguió el almacén de autopartes, la mueblería y el supermercado Tottus, situación que se repitió en toda la ciudad y que se diseminó a todo el país.
Ejército a las calles y los daños a la economía
El gobierno ya rebasado no tuvo más que la opción, el 19 de octubre por la noche, que decretar toque de queda, y antes de ese toque se vino la ola más fuerte, le tocó al supermercado de Santa Isabel de la Rotonda Grecia: más de cinco horas saqueándolo e incendiándolo a la luz de las fogatas de las barricadas que eran como veladoras en la noche a lo largo de toda la avenida que es de 600 metros.
Esta situación se imitaba en todas las comunas en las que la gente había quedado atrapada y tras las manifestaciones pacíficas le seguía el saqueo y el desorden.
Ya para el domingo, el otro Santiago, el de las clases medias, se sumaba ante la indignación que generó haber sacado al Ejército a la calle y así sin pliego petitorio, las diferentes organizaciones civiles, ciudadanos de a pie, familias, se alían a protestar por un mejor ingreso, educación, mejores pensiones. Ya no eran los 30 pesos del Metro, si no la exigencia de un Estado más social, más incluyente.
Es importante tener claro que la Constitución de Chile se hizo en tiempos de dictadura. Las reformas de los últimos 30 años no han cambiado su carácter neoliberal. Y bajo ese tenor se ha construido la economía chilena, que ya tocó fondo.
A siete días de protestas, ya hoy el presidente pidió perdón y la renuncia de todo el gabinete. Ahora trata de dar un giro a la izquierda con un paquete de 30 medidas de mayor sueldo, pensión, medicinas baratas etc.
Pero el sector comercio ha quedado herido, según cifras de la Cámara de Comercio de Santiago, se calcula en 25 mil locales afectados en todo el país, donde al menos 10 mil son Pymes, lo que afecta al menos a 400 mil empleados.
Se perdió el 25% de los mercados y supermercados del país, el 10% de las farmacias -casi 500 locales-que habían sido blanco de ataque del gobierno de Piñera que las acusaba de seguir vendiendo caros los medicamentos.
El costo es casi de unos 900 millones de dólares en pérdida de saqueos o incendios y 500 millones de dólares por menores ventas.
En el fondo, Chile deberá transitar a un nuevo pacto social bajo el alero de una nueva Constitución.
¿Llegará Piñera a encabezar el proceso? Aún no se sabe. Lo que sí quedó claro es que los grandes empresarios se asustaron al darse cuenta que la mayoría de los chilenos, como aquella canción de Serrat, “aún no se han enterado que Carlos Marx está bien muerto y enterrado”.
VJCM