Nunca se supo su destino. Quizá hasta 16 mexicanos fallecieron en los ataques terroristas del 11 de septiembre, pero sólo cinco pudieron ser identificados plenamente. Otros 11 jamás fueron hallados entre los restos del World Trade Center y forman parte de las más de mil 100 personas que permanecen en calidad de desaparecidas, aún 20 años después de los atentados.
Los nombres de estos desaparecidos del 11-S, de acuerdo a registros oficiales compartidos con MILENIO, son: Arturo Alba Moreno, de la Ciudad de México; José Manuel Contreras, de Jalisco; Germán Castillo García, del Estado de México; José Guevara González y José Antonio Santos Anaya, de Aguascalientes; Fernando Jiménez Molina, de Oaxaca; Alicia Acevedo Carranza, Víctor Antonio Martínez Pastrana y Juan Romero Orozco, de Puebla; y Margarito Casillas y Norberto Hernández, de origen desconocido.
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Salvador Beltrán del Río, entonces cónsul de México en Nueva York, relata que en aquellos días de búsqueda se hizo todo lo posible por hallar a los mexicanos que, se sospechaba, estaban en la Torre Norte y la Torre Sur al momento de los atentados. Era una lista larga, que incluía ejecutivos de firmas financieras, mensajeros y personal de limpieza. También, cocineros y meseros del Windows of the World, el restaurante de los pisos 106 y 107.
Algunos nombres salieron de la lista, como el de un ejecutivo que salvó la vida milagrosamente, porque días antes había sido transferido a otra oficina en Manhattan. Pero el ex cónsul recuerda que, eventualmente, se tuvo la confirmación que se temía: sí había mexicanos entre las víctimas. Mediante trabajos forenses, se logró identificar plenamente a Antonio Álvarez, Leobardo López y Antonio Meléndez, de Puebla, así como a Martín Morales de Tlaxcala y Juan Ortega Campos, de Morelos.
Los otros 11 nunca aparecieron.
“Los estuvimos buscando y los familiares nos dieron elementos para saber de ellos. Pudimos contactar a las familias pero nunca hubo un reconocimiento oficial”, lamenta el hoy director de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana.
La realidad a la que alude Beltrán del Río es el equivalente a una herida abierta. Las extremas temperaturas y la presión de miles de toneladas de acero retorcido y cemento pulverizado, hicieron casi imposible hallar restos de un millar de personas, aunque aún ahora, a dos décadas de distancia, se han logrado algunas identificaciones, gracias a los avances en genética.
Pero, por lo pronto y a la espera de que alguna técnica milagrosa ayude a que ADN útil pueda ser encontrado entre las muestras que tiene bajo resguardo el forense de Nueva York, 11 mexicanos y sus familias siguen a la espera del cierre de esa historia que comenzó hace casi 20 años.
-¿En qué momento se entera del atentado?
"Justo iba llegando al consulado. Cuando subo a mi oficina, en la calle 39, el programa de radio que estaba escuchando empieza a hablar de una cosa que yo no entendía muy bien: había incidente en una de las torres gemelas, una explosión de una caldera, o algo así. Se hablaba de una avioneta. En ese inter, en un canal local, sale la imagen que después vimos ya todos. Era un boquete impresionante, causado por el primer avión".
-¿Y el segundo avión?
"Cuando vi el segundo avión, bajé y le dije a la gente lo que estaba ocurriendo y le dije a los paisanos que estaban haciendo trámites que nos permitieran concentrarnos en buscar a personas, a conocidos, a amigos. Empecé también a buscar a algunas personas que yo conocía que trabajaban en el piso 38 de las torres, como Manuel Campos, Primavera Salva y Marcela Barrio. Fue mi primera gestión de búsqueda de personas. De inmediato, nos dedicamos a buscar a familiares y a conocidos en algunas asociaciones de mexicanos como Casa Puebla y la Fundación Tepeyac para empezar a buscar víctimas mexicanas".
-Nueva York tiene una enorme población de mexicanos. Imagino que usted, de arranque, comenzó a preocuparse por la posibilidad, la casi certeza, de que había mexicanos en el World Trade Center.
"Lo primero que pensé fue justo eso: ¿Cuántos mexicanos? Es importante señalar que no había muchos mexicanos que trabajaran en las Torres fuera de ejecutivos a los que pudimos ir localizando. Pero también estaban los paisanos del restaurante y algunos que trabajaban en los envíos de comida a distintos pisos de las torres. De ellos, sí supimos que fallecieron. Llegamos a tener una lista muy extensa y muy larga de personas a las que, afortunadamente, fuimos encontrando poco a poco. La lista final con la que pudimos tener elementos para saber con certeza qué mexicanos estaban ahí fue de 16. De cinco se tiene registro oficial".
-¿Y los otros 11?
"A los otros 11 los estuvimos buscando. Los familiares nos dieron elementos para saber de ellos. Pudimos contactar con familiares y nosotros como gobierno les pudimos dar algún tipo de apoyo a sus familias, pero ahí el problema fue que no hubo un reconocimiento oficial".
-¿Cómo fue el proceso de ir notificando a las familias de los 5 paisanos que sus restos habían sido identificados?
"De los cinco hubo contacto a través de amigos y familiares. Ellos fueron los que nos buscaron directamente en el consulado o a través de alguna otra organización, como Asociación Tepeyac y Casa Puebla. En el caso de la esposa de Antonio Meléndez, tuvimos personalmente contacto con ella.
"Incluso el jueves 4 de octubre se llevó a cabo un homenaje en la iglesia de San Bernardo, allá en Manhattan, en la calle 14 y ahí estuvo ella y la esposa de Juan Ortega. También pudimos hablar y apoyar a los papás de Martín Morales de Tlaxcala, cuyos padres volaron ex profeso apoyados por el consulado y por el gobierno estadunidense. Pudieron ir a uno de las decenas de homenajes que se les hicieron a las víctimas, particularmente en el estadio de los Mets de Nueva York y en el de los Yankees".
FS