El viernes 13 de marzo atracó en la ciudad de Nueva York un cargamento que contenía la primera producción del mezcal San Bartolo, horas antes de que el alcalde Bill de Blasio decretara una histórica cuarentena que dos meses y medio después se sostiene.
Ese flete representaba el fruto del trabajo que durante cinco años realizó el emprendedor migrante mexicano Daniel Arellano, a cuyos potenciales clientes, restaurantes y bares, se les había ordenado cerrar en una inédita moción para “La ciudad que nunca duerme”. El panorama se pintaba de gris para el empresario cuyas finanzas sufrían de anemia tras el esfuerzo que implicó poner el proyecto de pie.
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“Fue una sensación extraña”, dice Arellano a MILENIO, quien nació el Tijuana y creció en la Ciudad de México. “Por un lado tenía ganas de celebrar que tenía en mis manos al fin las botellas del mezcal, pero por el otro se proyectaba la dimensión que adquiriría la tragedia. Feliz por el logro y triste, muy triste por Nueva York”.
Fue a partir de 2015 que Daniel comenzó a invertir todo su tiempo y recursos para convertir al San Bartolo en una marca y así poder exportarlo a La Gran Manzana.
Durante dos generaciones primero su tatarabuelo y después su abuelo Valentín Martínez López, habían producido mezcal de calidad mediante un método artesanal, pero su esfuerzo nunca superó el obstáculo de la venta clandestina. “Mi abuelo había vivido así siempre, cosechando 300 o 400 litros dos o tres veces al año, para luego salir a venderlo litro a litro entre sus conocidos”.
“Esto (la explosión) del mezcal va a suceder en algún momento”, recuerda Daniel que le decía con voz de profeta su abuelo quien desde el 2010 le enviaba a Nueva York vía “paqueteros oaxaqueños”, cajas con 10 o 20 litros que este joven, próximo a cumplir 30 años, y conocido en esta ciudad como El Mezcalero, distribuía entre amistades y curiosos.
“Todos me decían que era una delicia, que sabía a minerales y madera”, dice orgulloso de la mano de maestro mezcalero de Don Valentín el cual ya se hizo acreedor al galardón “Tesoro Nacional del Mezcal” que otorga el Consejo Mexicano Regulador de la Calidad del Mezcal.
Además del orgullo por sus raíces en ese pueblo “en medio de la nada a dos horas del centro de Oaxaca”, Daniel acepta tener un verdadero romance con el agave, la planta que permite “el proceso de fotosíntesis que culmina con el mezcal”. Y se le amontonan en el paladar las palabras para describir al maguey “su geometría, su misticismo, sus leyendas o diferentes procesos que la hacen una planta mágica”.
El amor por la semilla tan pequeña que produce un árbol portentoso que “recibe influencia de la luna, de los planetas, del Universo, para generar mezcal o pulque, sí, pero también ropa, endulzantes o hasta medicinas y todo eso antes de morir”, dice emocionado.
'Chambear' en la pandemia
Daniel Arellano ya había planeado organizar una fiesta muy grande para presentar su producto en la exigente sociedad de Nueva York donde se han inaugurado cerca de 20 mezcalerías en una década, pero con la emergencia sanitaria a tope, sólo tuvo a la mano la opción de salir a vender él mismo su producto. Luego de algunas semanas “negocié la distribución con cinco licorerías, aunque con algunas el trato es que yo hiciera las entregas”.
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Así es que El Mezcalero se trepa a su bicicleta, otras veces al Metro, para que el San Bartolo llegue al destino final del cliente. Recuerda mucho un viaje de 16 kilómetros, una hora de trayecto, desde Buswick, en Brooklyn, hasta la calle 130 en el Bronx. “Es tan especial cuando la persona te abre la puerta y te recibe con mucha calidez y esa magia que se genera, que juzgo única. Con ese romanticismo debo llevar ventaja con relación a otros pues ese trato y honestidad no lo veo en mis competidores”, apuesta.
Algunos neoyorquinos, que han acelerado su consumo de mezcal en el reciente sexenio, han mostrado aceptación por la pasión que Daniel vierte en su proyecto de vida y se muestran generosos con él. “Gente que no toma, me ha comprado mezcal para regalar, incluso hay quien me ha pedido que le autografíe la botella pues creen que esta primera edición es histórica”.
Según el Consejo Regulador del Mezcal de las exportaciones a todo el mundo de esa bebida, el 63 por ciento van a Estados Unidos siendo los estados con mayor volumen de ventas California, Miami, Texas y por supuesto, Nueva York.
Para muchos de sus clientes, Daniel organizó un sábado de mayo una cata virtual para dar a conocer el producto y enseñar a los neófitos a “besar” el mezcal. La página de Zoom donde se celebró el evento —que contó con música en vivo desde Oaxaca—, la abarrotaron más de 100 personas, entre nuevos clientes y curiosos de distintas ciudades de México y Estados Unidos, mientras algunos otros que intentaron ingresar ya no lo consiguieron.
En el evento, Daniel desplegó los conocimientos adquiridos en los 10 años en que el mezcal ha sido su obsesión. Tiempo durante el cual ha estudiado para luego difundir lo que se produce en ese pequeño pueblo que la mayor parte del año tiene climas de entre 15 a 20 grados centígrados “ideal para sembrar maguey mezcalero”, dice como presentador que, tras de una hora de cata parece fundirse con el producto: “Aspiren, beban y déjenlo uno segundos en su boca; luego suelen el aire mientras lo dejan resbalar por su garganta y sienten sus sabores, como si hicieran yoga…”, recomienda.
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A la sesión online asistieron socios suyos en la empresa como Catalina Santos y Lourdes Olvera, quien preside la comunidad Mex-Pro, institución de profesionales mexicanos que apoyan esta clase de proyectos de connacionales viviendo en Nueva York. Ellas que siguieron los pasos de este joven que hace un lustro comenzó a capacitarse, que apostó por abrir una empresa internacional y otra en México para luego fusionarlas; previo a ligarse con una exportadora y una distribuidora, mientras avanzaba el registro de la marca y demás peticiones de la burocracia mexicana, como son los vistos buenos del SAT o la certificación del COMERCAM, que implicó construir una nueva destiladora y limpiar las tierras. Para, finalmente, obtener la liberación del certificado de marca del Instituto Nacional de la Propiedad Industrial.
En contra de todas las apuestas que le indicaban que él, como inmigrante, no iba a poder levantar un plan de esa magnitud.
De momento, el San Bartolo sólo se encuentra de venta en Nueva York, pero ya existen planes de extender la distribución a ciudades de México.
tm