A tres semanas de cumplirse diez años de la matanza de Sandy Hook –la más mortífera en una escuela primaria de Estados Unidos–, los informes más recientes indican que en lugar de avanzar en el esfuerzo de evitar nuevas masacres, y en general de impedir los ataques armados contra menores de edad, la violencia homicida contra la niñez se ha duplicado en los últimos ocho años.
Según las cifras del Gun Violence Archive, una organización dedicada a registrar los ataques con armas de fuego, 993 niños entre cero y 11 años, y 5 mil 145 adolescentes entre 12 y 17 años fueron muertos o heridos en 2022, para sumar un total de 6 mil 138 víctimas menores de edad (entre las que están incluidos 19 alumnos de primaria, en su mayoría de origen mexicano, asesinados en el pueblo texano de Uvalde, en mayo).
Comparada con los registros de 2014 –el primer año en que el grupo empezó a recopilar la estadística–, esa cifra representa un incremento del 115 por ciento, ya que en ese año hubo 2 mil 859 menores afectados. Tan solo en 2021 ocurrieron 5 mil 708 ataques contra niños y adolescentes, 430 menos que este año.
En coincidencia, el portal académico Education Week reportó los resultados de su propia cuenta de tiroteos escolares (que define como aquellos que tienen lugar en propiedad escolar cuando hay clases o eventos educativos, y en los que hay al menos un muerto o herido además del atacante): en comparación con el último quinquenio, 2022 fue el año con mayor número de agresiones (51 frente a 35 de 2021 y 10 de 2020), muertos (39 frente a 15 y 3 de los mismos años) y heridos (101 frente a 55 y 9).
Hitos trágicos
La atención a este tipo de ataques en Estados Unidos aumentó a partir del realizado contra la Columbine High School de Littleton, Colorado, el 20 de abril de 1999, cuando dos estudiantes mataron a balazos a 12 alumnos y un profesor, e hirieron a 20 más antes de suicidarse.
El de la primaria Sandy Hook, en Newtown, Connecticut, del 14 de diciembre de 2012, alcanzó enorme relevancia por el número de víctimas (20 niños de entre 6 y 7 años, más seis adultos) y porque impulsó un fuerte debate sobre la introducción de medidas de control de armas, como amplias revisiones de los antecedentes de quienes deseen comprarlas y la prohibición de la venta a civiles de rifles semiautomáticos con cargadores de más de diez balas.
Al grito de “Nunca más”, los estados de Nueva York, Connecticut y Maryland aprobaron algunas de estas propuestas, pero otros diez estados hicieron lo opuesto, relajando las restricciones bajo el argumento sostenido por la Asociación Nacional del Rifle de que las escuelas sin armas resultan atractivas para los asesinos potenciales. Otros 36 estados legislaron para neutralizar normas federales que afecten el derecho a poseer armas.
Una década después, el 24 de mayo de 2022, una nueva matanza revivió la discusión sobre ponerle límites a la adquisición de armas, que de nuevo acabó sin resultados significativos.
En el pueblo de Uvalde, Texas, cuya población es predominantemente de origen mexicano, un atacante tuvo una hora y 18 minutos para asesinar a los niños de la primaria Robb, a pesar de que policías fuertemente armados estaban afuera dudando cómo intervenir. Mató a 19 alumnos de entre 8 y 10 años, y a dos profesoras, e hirió a 21 personas más.
Más que protección, peligro
Según el grupo Sandy Hook Promise, creado en memoria de las víctimas de ese centro escolar, más de 300 mil menores de edad han estado presentes en una escuela durante algún tiroteo desde el de Columbine.
El informe Estado de los Niños de Estados Unidos 2021, del Children’s Defense Fund, indica que las armas son la primera causa de muerte para los menores de edad de Estados Unidos, pues dejaron más fallecidos que el cáncer, neumonía, influenza, asma, sida y los opioides juntos.
También señala que, aunque los ataques masivos llamaron más la atención de los medios y de los planeadores de políticas públicas, los tiroteos de rutina se llevan más vidas que las masacres.
Y establece que los niños en situación de pobreza o afrodescendientes tienen cuatro veces más probabilidades de morir a balazos que los blancos de otras clases sociales.
“Más que protegerlas, es más probable que las armas en el hogar pongan en peligro a las personas queridas”, concluye el documento. “La presencia de un arma en el hogar provoca que la probabilidad de un homicidio aumente tres veces; la de suicidio, de tres a cinco veces; y la de muerte accidental, cuatro veces”.
En 2017, había 393 millones de armas en manos de civiles en Estados Unidos, más de una por persona. Eran casi la mitad (46 por ciento) de las que había en el mundo, aunque su población sólo equivale al 5 por ciento de la mundial. En contraste, el ejército y las agencias policiales de ese país poseían 5.5 millones.
JLMR