Escenas como las del 6 de enero, en las que una turba entra por la fuerza al seno de las decisiones legislativas en Estados Unidos, no se habían visto en el país por lo menos desde el 24 de agosto de 1814, cuando fuerzas británicas tomaron Washington e incendiaron el Capitolio, la Casa Blanca y algunos otros edificios públicos de esa nación.Todo, como parte de la llamada guerra anglo-estadunidense que ambas naciones sostuvieron entre 1812 y 1814.
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Aquel día pasó a la historia como “La quema de Washington”, hecho que en la memoria estadunidense ocupa un lugar entre los acontecimientos que más conmoción han causado, junto con el ataque a Pearl Harbour o los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.
Lo ocurrido en el Capitolio provocó reacciones de condena, como la del ex presidente George W. Bush, quien consideró que los acontecimientos fueron fruto de una visión enfermiza y desgarradora, propia de una “república bananera”.
"Es una visión enfermiza y desgarradora; así es como los resultados de las elecciones se resuelven en una república bananera, no en nuestra democracia", abundó al respecto el único ex presidente de extracción republicana que sigue con vida.
La irrupción violenta por parte de seguidores del presidente Donald Trump al edificio del Capitolio resulta significativa porque representa un golpe al icono de la democracia estadunidense.
El lugar es el espacio que alberga tanto a la Cámara de Representantes como al Senado de Estados Unidos, lo que lo convierte, junto con la Casa Blanca, en el vórtice en el que se toman las decisiones más importantes del país más rico del planeta.
Todo ocurrió en el centro de la capital política estadunidense, ciudad que es sede de todos los poderes y un punto neurálgico para las Fuerzas Armadas de ese país y de múltiples agencias de seguridad como el FBI, la DEA, la CIA y el Departamento de Seguridad Nacional.
Las imágenes de la incursión en el Capitolio traen a la mente escenas que sólo habían sido vistas en países con escaso desarrollo económico y social, en lugares como Latinoamérica o África.
El asalto violento al Capitolio se vuelve trascendente, además, porque nunca antes en Estados Unidos, autonombrado por décadas como pilar y baluarte de las libertades y la democracia en Occidente, el resultado de unas elecciones había generado tanta polarización, ni había cobrado tantas víctimas.
Y, por si fuera poco, a lo largo y ancho del mundo, Estados Unidos ha puesto en marcha por décadas iniciativas que buscan impulsar la democratización de otros países, muchas veces al amparo de la fuerza militar, principalmente en Medio Oriente y América Latina, un reto que, por contradictorio que parezca, ahora enfrenta en el interior de sus fronteras.
FS