El caso del pequeño Julen se convirtió en uno de los más mediáticos al empezar el año: la historia de un niño de apenas dos años y medio que mientras paseaba con sus padres cayó en un pozo y que gracias a la ingeniería civil, su cuerpo fue rescatado, ya sin vida, después de 13 días en Totalán (Málaga, España).
Negligencia, irresponsabilidad y mala suerte fueron los factores que se reunieron en esta tragedia. Ahora, después de varios meses, se ha concluido que Julen murió apenas unos minutos después de caer al estrecho pozo de la finca en la que estaba junto a su familia, el pasado 13 de enero.
El niño fue encontrado a unos 75 metros de profundidad, que equivalen al piso 25 de un edificio. El menor, que cayó de pie, había quedado atrapado, con los brazos en alto, sin posibilidad de salir.
Presentaba traumatismo craneoencefálico y otro vertebral; ambos compatibles con la caída. La lesión que sufrió en la primera vértebra cervical le ocasionó una muerte rápida.
Esto apunta el informe definitivo de la autopsia, realizada por un equipo de cuatro médicos forenses, que le practicaron al cadáver de Julen el mismo día en el que los equipos de rescate pudieron acceder hasta él, tras 13 intensos días de búsqueda.
Durante la caída, que se produjo a gran velocidad, el niño sufrió heridas en la zona temporal izquierda y fronto temporal. Se había golpeado con una piedra saliente que había en el interior del pozo. Pero el daño cervical resultó ser el mortal.
Las conclusiones del minucioso examen forense, que han sido entregadas a la juez que instruye el caso, contradicen el informe de la defensa de David Serrano, el dueño de los terrenos y único investigado hasta ahora por un presunto delito de homicidio imprudente, que culpa de la muerte del menor a una piqueta de acero que los servicios de emergencia introdujeron en las primeras horas del rescate.
Esta teoría ya había sido desmontada días después de conocerse la acusación de los abogados del propietario de la finca dado que la piqueta, que hipotéticamente había golpeado al pequeño en la cabeza, no tenía restos de sangre, únicamente de tierra y pelos.
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Por eso, la juez desestimó el recurso de la defensa y rechazó las pruebas solicitadas, al no considerarlas pertinentes por faltar una de las periciales principales, como es la autopsia definitiva, que ahora confirma que la piqueta no influyó en la muerte del niño.
Otra de las dudas que ya se han despejado está relacionada con el tapón de tierra que sellaba el angosto pozo por su abertura y que dificultó las tareas. Los investigadores han podido confirmar que se originó durante la propia caída del niño y también como consecuencia de los desprendimientos originados durante las labores de rescate. Así, se descarta que desde el exterior se arrojaran escombros.
Por debajo, había otro tapón también cubierto de tierra, cuyo origen deberá determinar la investigación, que sigue su curso. Aunque el cuerpo permaneció atrapado entre los dos tapones cerca de dos semanas, Julen falleció poco después de precipitarse.
Sin embargo, los equipos de emergencia, gracias a una gran obra de ingeniería civil, como ya definió el responsable del Colegio de Arquitectos de Málaga, Ángel García Vidal, llegaron hasta el niño a través de un pozo paralelo que hubo que construir y de un túnel. Cinco miembros de la brigada minera asturiana se adentraron, de forma altruista, a 50 metros de profundidad de un sondeo paralelo con pala, pico, un martillo neumático y un equipo de respiración para acceder hasta el pequeño.
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El pequeño Julen ya había fallecido pero el amplio dispositivo de rescate, con más de 300 personas implicadas, logró que su familia pudiera darle, al fin, el último adiós.
Un caso polémico también por la forma de ser tratado por las televisoras comerciales que emiten programas de telebasura que ignoraron las peticiones de respeto de la familia y de la sociedad.