Autoridades de Irlanda del Norte intentaron restaurar la calma el jueves después de que jóvenes protestantes y católicos en Belfast arrojaran ladrillos, pirotecnia y bombas incendiarias a la policía y entre sí. Fue el peor episodio de violencia en una semana de disturbios en la región, donde la salida del Reino Unido de la Unión Europea ha perturbado el frágil equilibrio político.
Multitudes entre las que había niños de 12 o 13 años se enfrentaron desde ambos lados de un "muro de la paz" de concreto erigido en el oeste de Belfast, el cual separa a un vecindario protestante leal a Reino Unido de una zona católica nacionalista. La policía disparó balas de hule contra los inconformes, y en una ciudad cercana un autobús urbano fue secuestrado e incendiado.
Irlanda del Norte ha registrado episodios esporádicos de violencia desde que el Acuerdo de Paz del Viernes Santo de 1998 puso fin a "los problemas", décadas de violencia entre católicos y protestantes que se disputaban el estatus de la región y en las que murieron más de 3 mil personas.
Pero Jonathan Roberts, alguacil adjunto del Servicio de Policía de Irlanda del Norte, dijo que los disturbios del miércoles "fueron de una magnitud que no habíamos visto en los últimos años". Señaló que 55 policías han resultado heridos en las últimas noches, y que afortunadamente no ha habido muertos ni lesionados de gravedad hasta el momento.
Hubo otro brote de violencia en la noche en la zona nacionalista de Springfield Road, en Belfast, donde jóvenes arrojaron piedras a los policías, que respondieron accionando un cañón de agua.
La salida del Reino Unido de la Unión Europea ha puesto de relieve las divisiones en Irlanda del Norte, donde algunas personas se identifican como británicas y quieren seguir formando parte del gobierno británico, mientras que otras se ven como irlandesas y desean unirse a la vecina República de Irlanda, que pertenece a la Unión Europea.
La violencia ha estallado durante la última semana, en particular en zonas protestantes partidarias de Reino Unido, en medio de crecientes tensiones en torno a las reglas comerciales establecidas tras el Brexit y el deterioro de las relaciones entre los partidos del gobierno en Belfast, que comparten el poder entre católicos y protestantes.
El primer ministro británico Boris Johnson condenó los disturbios, diciendo que "la manera de resolver las diferencias es mediante el diálogo, y no a través de la violencia o la delincuencia". Envió a Belfast al secretario para Irlanda del Norte, Brandon Lewis, para que sostenga reuniones con los líderes políticos de la región.
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, dijo que al gobierno del presidente Joe Biden le preocupan los actos de violencia, "y nos unimos a los líderes de Reino Unido, Irlanda e Irlanda del Norte en sus exhortaciones a que haya calma".
En tanto, la asamblea de Irlanda del Norte, con sede en Belfast, y el gobierno sostuvieron reuniones de emergencia el jueves y exhortaron a poner fin a los actos de violencia.
La primera ministra Arlene Foster, del Partido Democrático Unionista partidario de Reino Unido, advirtió que "cuando se considera que las medidas políticas han fracasado, aquellos que llenan el vacío causan desesperanza". La viceprimera ministra Michelle O'Neil, del partido nacionalista irlandés Sinn Fein, dijo que la violencia es "sumamente deplorable".
A pesar del mensaje unido, los políticos norirlandeses están profundamente divididos, y muchas veces los eventos en las calles están fuera de su control. Tal como muchos lo pronosticaron, la situación se desestabilizó por la salida de Reino undo de la Unión Europea, luego de pertenecer al bloque durante casi 50 años, la cual se concretó el 31 de diciembre.
dmr