El primer ministro británico, Boris Johnson, conservó este lunes su puesto gracias al apoyo de una mayoría de diputados conservadores en la moción de censura interna sobre su liderazgo. celebrando su "convincente" victoria en un voto de confianza interno del Partido Conservador británico considerando que permite a su gobierno, sumido desde hace meses en el escándalo del "partygate" para "pasar a otra cosa".
Sin embargo, Johnson, castigado por el escándalo de las fiestas en Downing Street durante la pandemia, sufrió un fuerte varapalo al ver cómo 148 parlamentarios "tories" (de un total de 359) votaron por retirarle la confianza. En total, ganó la votación 211 a 148, según Graham Brady, presidente del comité del partido que supervisó la votación.
Pero el 59 por ciento de los votos de Johnson fue menor que el 63 por ciento logrado por su predecesora Theresa May en su voto de confianza de diciembre de 2018. Fue reemplazada siete meses después. El primer ministro, conocido por su talento para el escapismo político, se había dirigido a sus filas, a puerta cerrada en una sala del parlamento de Westminster, para intentar seducirlos.
"En mucha ocasiones se ha dicho que estaba acabado. Puedo reconstruir la confianza. Dejen de hablar de Westminster y empiecen a hablar de la gente que nos envió aquí", habría dicho según uno de los asistentes. "El premio de esta noche es enorme (...) lo mejor está por llegar", insinuando una próxima bajada de impuestos, medida muy popular en un momento de inflación disparada que está estrangulando a muchas familias incapaces de llegar a fin de mes.
"El principio del fin" para Johnson
Según un sondeo relámpago realizado por YouGov a 506 miembros del Partido Conservador, el 42 por ciento quería que los diputados destituyeran a Johnson y el 53 por ciento que lo mantuvieran. Puesto que ha salido triunfante, no podrán intentar otro voto de confianza interno durante un año. Sin embargo, el alto número de diputados que se expresaron en su contra lo deja bastante debilitado.
"La historia nos dice que esto es el principio del fin", afirmó el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, a la radio LBC. "Si se observan los ejemplos anteriores de votos de confianza, incluso cuando los primeros ministros conservadores sobrevivieron (...) el daño ya está hecho y normalmente caen razonablemente rápido", subrayó recordando los casos de Margaret Thatcher y Theresa May.
Próximamente una comisión parlamentaria debe investigar si Johnson mintió a sabiendas a la Cámara de los Comunes cuando en diciembre aseguró que no hubo fiestas en sus oficinas y que no se infringieron las normas anticovid.
Según el código de conducta oficial, engañar al parlamento es motivo de dimisión y si se demuestra que lo hizo le costaría resistir a la presión de la oposición y de sus propias filas. El Partido Conservador se ha mostrado históricamente implacable con sus líderes que dejaron de tener atractivo electoral —incluida la emblemática Margaret Thatcher— y Johnson que llegó al poder en 2019 cuando la muy debilitada Theresa May se vio empujada a dimitir pese a haber ganado un voto de confianza, lo sabe.
Abucheado por la multitud por 'Partygate'
La promesa de realizar un Brexit que parecía imposible aupó triunfalmente a Johnson al puesto que toda su vida había codiciado, pero ahora, considerado un "mentiroso" por una mayoría de británicos, ve caer su popularidad y la semana pasada fue abucheado por la multitud durante un acto del jubileo de la reina. Durante algún tiempo, la falta de un sucesor evidente jugó a su favor.
Pero un informe interno sobre el "partygate", publicado el 25 de mayo, responsabilizó de las múltiples infracciones a las reglas anticovid a los "altos cargos implicados". Y volvió a encender la ira de los rebeldes conservadores contra su líder.
Johnson, que solo recibió una multa por haber participado en una fiesta por sus 56 cumpleaños, pidió perdón asegurando que no se le había "ocurrido" que el breve encuentro "pudiera constituir una infracción de las normas".
Y rechazó los llamados a dimitir de la oposición y algunos de sus diputados, asegurando que debía seguir adelante con "prioridades" como la guerra de Ucrania y la creciente crisis por el coste de la vida. Pero no convenció a muchos, como John Penrose, su "zar anticorrupción" que el lunes renunció, considerando "bastante claro que (Johnson) infringió" el código de conducta oficial y que también él debería irse.
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