Cada mañana, cuando Gisèle Pelicot llega al tribunal, decenas de seguidoras, en su mayoría mujeres, ya la están esperando. Cada noche, cuando se va, se alinean a su alrededor y la aplauden y ovacionan. Muchas la llaman “Gisèle”, como si la conocieran. Se ven a sí mismas, a sus madres, a sus abuelas en su imagen elegante. Acuden al tribunal de la ciudad de Aviñón, en el sur de Francia, y esperan durante horas para apoyarla.
“No sé cómo lo hace, con esa dignidad”, dijo Catherine Armand, de 62 años, quien una mañana reciente llegó una hora y media antes del comienzo del juicio para ser la primera en la fila y conseguir un codiciado sitio en una sala del tribunal donde se retransmitía el juicio. “Admiro a esta mujer”, añadió. “Es excepcional”.
En las tres semanas transcurridas desde que comenzó el juicio por violación contra su exmarido y otros 50 acusados, Pelicot se ha convertido en una heroína feminista en Francia. Su rostro, enmarcado por su cabello rojizo con un corte de pelo estilo ‘bob’, al modo de Anna Wintour, y gafas de sol con tinte marrón, aparece en los noticieros nocturnos de televisión, en las portadas de periódicos, en los grafitis de paredes y en las pancartas de manifestantes de todo el país.
Activistas feministas y escritoras le han dedicado cartas abiertas que se han publicado en periódicos y que se han leído en la radio. Elogian su valentía, su fuerza y su dignidad al enfrentarse a su terrible historia. También elogian su decisión poco usual de abrir las puertas de su infierno personal e insistir en que el juicio se haga público, cuando podría haberse desarrollado a puerta cerrada. Muchas víctimas sienten que habla por ellas.
Como escribió Hélène Devynck, periodista y escritora, en el diario ‘Le Monde’: “No solo a ti, Gisèle, te han tratado como a una cosa. A todas nos dicen que somos insignificantes. Tu fuerza nos devuelve la nuestra. Gracias por este regalo inmenso”.
El juicio por violación más polémico de Francia
Ella está al centro del juicio por violación más importante que Francia ha tenido en décadas. Dominique Pelicot, el hombre que fue su marido durante 50 años, se ha declarado culpable de poner drogas en sus comidas y bebidas durante casi una década. Luego invitaba a hombres a su habitación para que se le unieran y la violaran mientras estaba drogada.
Dominique Pelicot y la mayoría de los otros hombres juzgados están acusados de violación con agravantes a Gisèle Pelicot.
Más de una decena se han declarado culpables. La mayoría del resto de los acusados no niegan que tuvieron relaciones sexuales con Gisèle Pelicot, pero han dicho que no pensaron que fuera una violación. Por el contrario, dicen que fueron engañados, atraídos por el marido para encuentros juguetones entre los tres, y que les aseguraron que ella fingía estar dormida o alguna variante de ese argumento.
Antes de la detención de su marido, Gisèle Pelicot, de 71 años, tenía una vida tranquila: era una directiva retirada de una gran empresa, madre de tres hijos y abuela de siete nietos, que se había trasladado con su marido, con quien llevaba 50 años de matrimonio, a un pueblo pequeño de la Provenza para disfrutar del senderismo y nadar en la piscina.
Ahora, todos los días llega al tribunal vestida de manera impecable para la batalla y encarna la frase que sus abogados acuñaron al inicio del juicio y que se ha convertido en un mantra entre sus seguidores: la vergüenza debe cambiar de bando, de la víctima a los acusados.
Con la cabeza en alto, pasa entre los acusados que llenan los numerosos asientos del juzgado. Sus edades oscilan entre los 26 y los 74 años. Son delgados, robustos, con barba, imberbes. Muchos están casados y tienen hijos. Trabajan como camioneros, obreros de la construcción, comerciantes, vendedores. Entre ellos hay un periodista, un enfermero, un guardia carcelario y un especialista en tecnología.
Al abrirle las puertas al público, Gisèle Pelicot no solo ha iluminado su vida en crisis y los procesos legales relacionados con la violación, sino que también expone los perfiles ordinarios, mundanos y normales de los hombres acusados. Y muchas mujeres le atribuyen el mérito de haber desinflado el mito del monstruo violador.
“Amigo de la familia, desconocido en un bar o en la calle, hermano o primo, amigo, colega, profesor, vecino: todas las mujeres pueden encontrar tristemente un rostro que les trae un recuerdo traumático entre la multitud de acusados”, decía una carta abierta publicada en el diario francés ‘Libération’ y firmada por más de 260 artistas, escritores, políticos, activistas e historiadoras, en su mayoría mujeres.
Más de 20 mil fotos y videos encontrados
Más de 40 abogados defensores llenan el juzgado ataviados con sus capas negras. La semana pasada, muchos empezaron a interrogar a Gisèle Pelicot y a revelar sus estrategias legales. Algunos intentaron poner en duda la postura de Gisèle de que había estado completamente inconsciente y ajena a todo. Otros intentaron minar su credibilidad y erosionar su autodescripción como alguien que disfrutaba tener relaciones sexuales con su marido pero que nunca se interesó por experimentar con otras personas.
A petición suya, dos series de imágenes –27 en total, seleccionadas entre las 20 mil fotografías y videos que la policía encontró en los dispositivos electrónicos de su marido– se proyectaron en unas pantallas en el tribunal mientras el público contenía la respiración con incomodidad. La mayoría mostraban partes íntimas del cuerpo de una mujer, a veces con algún juguete sexual que sobresalía. Algunos mostraban la cara de Gisèle Pelicot, con los ojos abiertos.
Pero Gisèle Pelicot se mantuvo desafiante. “Si esto es un intento de tenderme una trampa, es difícil de soportar”, dijo. “¿Qué es lo que buscan en este juzgado para hacerme parecer culpable?”.
Un abogado, generando revuelo en la sala, le preguntó: “¿No tendrá usted una secreta inclinación por el exhibicionismo?”. Otro sugirió: “Estas fotos son muy explícitas. No todas las mujeres aceptarían mostrar este tipo de fotos, incluso con un marido afectuoso”.
Los hombres que recibían las fotos de este estilo podrían haber sido engañados con facilidad al hacerles creer que ella quería tener relaciones sexuales con ellos, insinuaron los abogados. Independientemente de que pareciera estar de acuerdo o no, Gisèle Pelicot respondió: “Si un hombre viniera a tener relaciones conmigo, igual debería haber pedido mi consentimiento”.
Por primera vez en el juicio, la compostura serena de Gisèle Pelicot se quebró. Alzó la voz.
“Me parece insultante”, dijo. “Entiendo por qué las víctimas de violación no presentan cargos”.
Las estrategias de la defensa son usuales en los juicios por violación, dicen los expertos. Pero ahora se hacen ante periodistas que publican actualizaciones en las redes sociales para un público cada vez más conmocionado.
Muchas mujeres dicen que Gisèle Pelicot ha hecho una demostración pública –y valiente– del trato a las víctimas de violación.
Una serie de obstáculos para las víctimas
“Es una carrera de obstáculos para las víctimas”, dijo Audrey Darsonville, profesora de derecho penal en la Universidad de Nanterre. “Toda su vida es objeto de escrutinio, empezando por los oficiales de la policía que les preguntan cómo iban vestidas, cuál es su sexualidad, etcétera. Todas estas preguntas que no tienen nada que ver con el acto de violencia que es la violación”.
“Con todo lo que ella representa –una mujer de familia, una abuela– incluso ella termina siendo extremadamente maltratada por los abogados defensores”, añadió Darsonville, refiriéndose a Gisèle Pelicot. “¿Se imaginan si fuera una joven que hubiera consumido alcohol?”.
Los mismos abogados que mostraron las fotografías de Gisèle Pelicot se opusieron después a mostrar las imágenes que Dominique Pelicot tomó de las interacciones sexuales de los hombres con su esposa drogada. Uno dijo que eso atentaría contra la dignidad de los implicados. Los fiscales argumentaron que los clips editados eran pruebas cruciales, algo poco frecuente en los casos de agresión sexual. El juez principal dictaminó que los videos no se verían públicamente debido a su carácter “indecente y espeluznante”.
Christelle Taraud, historiadora feminista de París quien editó el libro ‘Femicides: A World History’, dijo que eso revelaba un doble rasero. “Solo importa la reputación de los hombres”, dijo Taraud. “La inversión de la responsabilidad, transformando a las víctimas en culpables y a los culpables en víctimas es una constante en los juicios de violación”.
El juicio ha impulsado un examen de conciencia en Francia sobre la relación entre hombres y mujeres. Algunos hombres han empezado a hablar de “cultura de la violación” y “masculinidad tóxica”.
Taraud dijo que eso mostraba un cambio. “Estamos viendo una toma de conciencia difícil, paradójica y ambigua, pero una toma de conciencia al fin y al cabo en una parte de la población masculina francesa”, señaló.
Está previsto que los acusados comparezcan en las audiencias en grupos de seis o siete cada semana. A medida que lo hagan, Gisèle Pelicot se verá obligada a seguir entrando en el juzgado y sentándose entre ellos.
Hace poco, Océane Guichardon, estudiante de 20 años, esperaba para aplaudir a Pelicot en el tribunal. “Hemos venido a apoyarla, es solidaridad femenina”, dijo. “Gisèle es valiente. Cada vez que la vemos salir del juzgado, lleva la cabeza alta”.
Artículo seleccionado de The New York Times