Los polleros habían cambiado el plan: a Rodrigo le habían prometido cruzar por un pequeño túnel que pasaba por debajo de la cerca fronteriza entre Ciudad Juárez y El Paso, Texas, pero ahora tendría que saltar el muro y correr en la madrugada sin alertar a los equipos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
De haber sabido que iba a tener que correr entre las autoridades estadunidenses, esconderse de sus camionetas y que lo iban a atrapar más de una vez, quizás nunca se hubiera animado a dejar su hogar, su familia y su trabajo en el Estado de México para buscar el sueño americano.
Historias del Éxodo es una serie de relatos de migrantes que pretende explicar por qué la gente abandona sus países, por qué ya no pueden regresar y por qué cada vez es más difícil encontrar el sueño americano.
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Rodrigo llegó en avión a Ciudad Juárez y fue recogido por un hombre que lo llevó a un pequeño domicilio cerca de la frontera entre México y Estados Unidos donde esperó por varios días junto a otros migrantes mexicanos, guatemaltecos y salvadoreños esperaban instrucciones de El Arquitecto, como se referían al pollero que los iba a pasar.
Dentro del domicilio, le advirtieron que dejara su mochila y el resto de sus cosas, pues estas no iban a pasar por el estrecho túnel; hasta que un día le llegaron con la noticia de que la CBP había descubierto ese camino y que ahora tendrían que saltar el muro fronterizo en un punto no especificado.
"Yo no tenía más opciones, porque tampoco me podía salir y ya había pagado 10 mil pesos para que me pasaran", cuenta Rodrigo.
Rodrigo había dejado a su esposa y a sus dos hijos en Nezahualcóyotl, Estado de México, junto a una deuda de 300 mil pesos e intereses que crecían aún más rápido que sus niños; uno ya en la preparatoria y otro en la secundaria; un primo lejano lo contactó y le pasó el número de El Arquitecto, que en ese momento parecía un alivio.
Esa misma tarde, El Arquitecto los llevó en su camioneta al pie de un cerro donde tendrían que continuar caminando para evitar llamar la atención de la Patrulla Fronteriza; partieron de noche hacia el punto más alto donde se veían las luces de la ciudad de El Paso, algunos con niños en brazos, con su mochila ligera y otros sólo con la muda de ropa que llevaban ese mismo día.
No hubo tiempo de profundizar en el plan, las instrucciones eran claras: Tenían que subir una escalera que colocarían en la frontera, caer del otro lado y caminar rápido y agachados detrás de un guía.
Una vez en Estados Unidos, una camioneta los recogería y los llevaría a un escondite para después distribuirlos a distintas partes del país.
Todos hicieron caso y a los pocos metros caminados en Estados Unidos un hombre con acento americano gritó: "Alto ahí. Border patrol".
Rodrigo corrió detrás del guía, con el aire seco y arenoso del desierto de Texas entrando por su nariz que empezó a sangrar, con su pantalón cada vez más roto de saltar sobre los matorrales y con lágrimas en los ojos hasta que una camioneta de la CBP le cerró el camino y un agente lo tiró de una patada para esposarlo.
“Sólo alcancé a gritar ‘mamá’. Yo sé que no me podía ayudar y que estaba lejos, pero fue lo único que pude pensar cuando me perseguían”, recuerda Rodrigo.
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Los agentes de la CBP lo llevaron a una camioneta junto a otras cinco personas detenidas esa misma noche y los dirigieron a una estación migratoria de Estados Unidos.
Con la nariz sangrando y los ojos llorosos, Rodrigo fue sometido a una inspección en la que, por alguna razón, los agentes terminaron de romper su pantalón para desecharlo y, tras descartar algún tipo de tráfico, lo enviaron a una celda junto a otros migrantes detenidos.
“En ese momento me senté y me tiré al suelo y me volteé hacia afuera de la jaula; no quería que me vieran la cara y me puse a llorar en silencio. Nunca pensé que me tocaría vivir esto, nunca pensé que caería tan bajo”, cuenta Rodrigo.
Rodrigo fue devuelto por las autoridades a territorio mexicano al día siguiente, le tomaron huellas, fotografías y quedó guardado en la base de datos de la CBP, un hecho que podría prohibirle la ciudadanía estadunidense e incluso la visa de por vida.
Una vez del otro lado, repitió el proceso dos veces más hasta que lo logró.
aag