A un par de kilómetros de la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez, Julián aguarda en un cuarto junto a un hombre de Chiapas, una salvadoreña y sus dos hijos y una pareja que también espera que llegue el lunes para intentar cruzar la frontera.
Él, igual que sus acompañantes y un par de personas que llegaron un día después, aguardan instrucciones de El Arquitecto, como se refieren a la persona que los hará cruzar hacia Estados Unidos donde a algunos les espera trabajo y a otros incertidumbre.
Historias del Éxodo es una serie de historias de migrantes que pretende explicar por qué la gente abandona sus países, por qué ya no pueden regresar y por qué cada vez es más difícil encontrar el sueño americano.
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Julián sólo había viajado una vez en avión hace más de 20 años cuando una tía lo había llevado a él y sus primos de vacaciones a Cancún; su segundo viaje fue con 37 años con destino a Ciudad Juárez donde habían quedado en recogerlo.
“Nosotros intentamos decirle que se quedara, que buscara un trabajo como repartidor, como Uber, que abriera un negocio, pero tenía muchas deudas y quería solucionar todo de una vez”, comenta uno de sus familiares.
Julián mantiene contacto con su familia que lo acompañó al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México este viernes y entre lágrimas se despidieron para decirle que lo iban a esperar; desde entonces él les escribe y llama compartiendo detalles del cuarto donde está.
Según dijo antes de dejar a su esposa y sus dos hijos, el plan después de llegar a Ciudad Juárez era esperar en una casa en un barrio de Mariano Escobedo, a un par de horas del aeropuerto, luego de una noche entraría por un túnel bajo la tierra en algún punto de la frontera que no pudo especificar.
Una vez fuera del túnel, ya en Estados Unidos, saldría hacia una zona de maquiladoras donde los trabajadores “ya se la saben” y dejan pasar a los migrantes en espera de más instrucciones.
Si todo sale bien, un segundo coyote estaría esperando a Julián para llevarlo hasta Nashville, Tennessee, donde su primo Christian lo está esperando con un trabajo presuntamente seguro, como promotor en tiendas de conveniencia.
En los últimos años, empresas estadunidenses han ampliado la oferta de trabajos para extranjeros, en especial las que corresponden para visas H-2A y H-2B, que se refieren a trabajos agrícolas o simples oficios, pero la espera para este documento puede tardar hasta más de un año.
Julián, igual que muchos, prefieren aventurarse y encontrar un trabajo que si bien no cuenta con formalidades y que se puede prestar a explotación laboral, pagaría mucho mejor que muchas cosas que podrían encontrar en sus países de origen.
Según comenta su familia, tenía deudas de más de 300 mil pesos con intereses que crecían, un hijo en la preparatoria y otro que apenas había entrado a la secundaria, por lo que llegó a la conclusión que su salario como repartidor de Marinela no iba a ser suficiente para salir de las deudas en los próximos años.
Julián renunció a su trabajo y con su liquidación y un préstamo del familiar que lo está esperando en Nashville pagó 10 mil dólares a el arquitecto para pasarlo.
“En sí son 10 mil: dos y medio antes de pasar y cuando pase. Después en cuando llegue con Cristian le van a dar los otros 5 mil”, escribió Julián a un familiar por Whatsapp.
Mientras, según las fotos que ha mandado Julián en las dos veces que ha podido salir comprar agua y comida en lo que espera, él aguarda en una suburbio medio desértico, rodeado de casas que apenas superan los dos pisos y que las montañas cercan como si trataran de esconderlos.
aag