Historias del Éxodo: Fernando salió de Nicaragua para pagar la quimioterapia de su hijo

Con casi 60 años, diabético y dos fracturas de hace tiempo en ambos hombros, Fernando lleva una semana esperando reanudar el viaje que emprendió cuando recibió la noticia de que su hijo tiene cáncer y que se necesita un tratamiento de 5 mil dólares.

Fernando Gutiérrez Muñoz originario de Nicaragua (Foto: Edgardo Velazquez)
Alan Amaury
Ciudad de México, México /

Fernando espera sentado en el piso, al lado de un colchón y un par de pedazos de fierro que recolectó para venderlos y comprar algo de comer en lo que llega “el tren de balines rojos” que, según le dijeron, lo llevaría hasta Colima, posteriormente hasta Piedras Negras, Coahuila y finalmente a Estados Unidos.

Con casi 60 años, diabético y dos fracturas de hace tiempo en ambos hombros, lleva una semana esperando y recuperando energías para continuar el viaje que emprendió hace dos meses desde Nicaragua cuando recibió la noticia de que uno de sus tres hijos tiene cáncer y que se necesita un tratamiento de 5 mil dólares.

Historias del Éxodo es una serie de relatos de migrantes que pretende explicar por qué la gente abandona sus países, por qué ya no pueden regresar y por qué cada vez es más difícil encontrar el sueño americano.

“Sé que no me preguntaron, pero mire”, dice, mientras estira el cuello de su playera para mostrar un hueso roto que sale de su espalda y que debería conectar su tren superior con su brazo derecho, se arregla su ropa y hace lo mismo del otro lado; sufrió un accidente “hace ya tiempo” cuando cayó de un andamio mientras trabajaba en Nicaragua.

Fernando admite que tal vez no podrá trabajar en las obras de Estados Unidos, por lo que preferiría trabajar como mesero o lavaplatos en algún restaurante en Los Ángeles, aunque no tiene familia, conocidos o algún contratista que lo espere allá.

Fernando Gutiérrez Muñoz de 60 años originario de Nicaragua (Foto: Alan Amaury)
“Me vi obligado a salir de mi tierra. Porque allá las quimioterapias son muy caras, de demasiado dinero y yo no tengo los recursos suficientes para para sacar adelante a mi hijo. Por eso tomé la decisión de venirme para Estados Unidos”, comenta Fernando.

Fernando solía trabajar como agricultor en Nicaragua, pasaba sus días piscando frijoles y cortando caña para ganar alrededor de 100 pesos diarios con los que tendría que alimentar a sus tres hijos Jorge, Alberto, Laura y a su esposa María.

Trenes de carga en Tultitlán, Estado de México (Foto: Alan Amaury)

Después del cáncer de su hijo, lo encargó con su esposa y comenzó su viaje a bordo de trenes, de los cuáles no siempre se puede agarrar bien ya que estos viajan con mucha fuerza y a él le cuesta poder agarrarse con ambas fracturas y con sus casi 60 años.

El plan de Fernando es descansar en ese punto de las vías, cerca de la estación Recursos Hidráulicos del Mexibús en Tultitlán, Estado de México, que es donde los trenes se cruzan.

Vías del tren en Tultitlán, Estado de México (Foto: Alan Amaury)

Aunque descansa con su colchón y una cobija que lleva cargando con nadie a su alrededor, él no llegó solo, pero el resto de los migrantes que lo acompañaban avanzaron cuando su familia les pudo enviar dinero para continuar su viaje; aunque él también tiene contacto con su esposa y sus hijos, les dice que está en camino y que ya casi llega, “para que no se preocupen”, explica.

Aunque hay un par de campamentos improvisados más adelante, él prefiere acampar solo, dice que él y los jóvenes son de mundos distintos, que es difícil entenderse con los migrantes de entre 20 y 30 años porque viajan sin rumbo mientras que él sí sabe que Dios lo llevará a su destino.

aag


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