Habían llegado dos camionetas tipo pickup, eran hombres de “la maña” que pidieron desalojar la casa en la que se encontraba Santiago y el resto de migrantes que fueron contratados para una obra en Ciudad Juárez, Chihuahua.
A sus casi 50 años, Santiago tomó sus cosas y apenas logró huir de esos hombres que intentaron subirlo a sus camionetas. Después de eso, pidió raite hasta la Ciudad de México y de nuevo a la Central de Autobuses del Norte, donde nuevamente espera a que le ofrezcan trabajo como ha pasado desde que salió de Guatemala hace tres años.
Historias del Éxodo es una serie de relatos de migrantes que pretende explicar por qué la gente abandona sus países, por qué ya no pueden regresar y por qué cada vez es más difícil encontrar el sueño americano.
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Según dice Santiago y los otros tres migrantes que lo acompañan esa tarde, sólo tienes que sentarte en la salida del metro Central del Norte y “solitos llegan” hombres que te piden que trabajes en distintos oficios como albañilería, ganadería, agricultura en varias partes de la República por hasta 3 mil pesos.
“Ellos te llevan a cuidar gallos, ganado, a trabajar en la obra. Así he ido a Sinaloa, Jalisco, Chihuahua, Querétaro”, cuenta Santiago.
Robusto, de manos toscas y un chaleco que lo cubre del frío, Santiago recuerda que en Guatemala solía trabajar como agricultor, pero que la pobreza le hizo salir de su pueblo. Un día abordó la bestia para llegar a Estados Unidos, pero las cosas no salieron como esperaba.
Santiago abandonó el sueño americano hace ya casi un año, en su tiempo logró llegar a Ciudad Juárez, pero no pudo ser atendido por las autoridades migratorias de Estados Unidos y tampoco tenía los 100 mil pesos que pedían los polleros para cruzarlo al otro lado. Entonces decidió regresar a la capital y se encontró con este metodo de trabajo.
“De veras que sí sale”, añade.
Su nuevo plan es hacer su vida aquí en la Ciudad de México, quizás rentar un departamento en las inmediaciones de la Central de Autobuses del norte, donde acostumbra esperar trabajo, explica.
Pese a que este tipo de empleación parece una opción para muchos migrantes, Santiago reconoce que suele implicar riesgos, como el intento de secuestro que vivió en Ciudad Juárez y que no siempre hay garantía de que se les pague el monto prometido.
Santiago recuerda haber viajado a Jalisco para trabajar en la construcción de un supermercado por 4 mil pesos, sin embargo, al terminar la obra, sólo le dieron mil pesos que utilizó para comer y regresar a la Central del Norte.
Rubén, un hombre originario de Puebla que a veces acompaña a Santiago en estos viajes, advierte que no cualquiera puede "darse el lujo de salir así como si nada", ya que muchos llevan consigo a su familia que no pueden dejar en la calle.
"Si yo fuera como esos que traen a sus hijos y a su mujer no podría, no puedes ni moverte para preguntar por algún trabajo y dejarlos solos", comenta Rubén
Explican que incluso cuando están los campamentos no sabes quién es la persona que duerme a tu lado, pero ahora que "los polis" quitaron las lonas y las casas de campaña es aún más difícil.
"Me hubiera gustado hacerla", comenta Santiago cuando lo interrumpen dos hombres gordos de gorra y mariconera. Buscan a cinco personas que vayan a trabajar cuidando gallos a Xico, en el Estado de México, sólo les interesa que "no tengan mañas", que no roben, explican.
Santiago y Rubén acceden y buscan a más gente que también quiera trabajar mientras caminan con los hombres hacia una camioneta. de redilas.
aag