El del Hotel Saratoga fue uno de los errores que la Revolución Cubana reconoció y se propuso corregir. Si en los años 60 –cuando los jóvenes barbudos de Fidel Castro echaron a los magnates extranjeros y a la oligarquía nacional– las elegantes habitaciones del Saratoga fueron convertidas en viviendas familiares, y el histórico edificio se vino abajo como ocurrió con los que le dieron a La Habana su famoso aire de fastuosa decadencia, en el año del milenio el gobierno se propuso recuperarlo, y en 2005, en “genuina expresión de rescate de las raíces más profundas de una nación”, dijo el historiador Eusebio Leal, lo reinauguró como hotel de cinco estrellas.
Con todo éxito. Para el epocal concierto gratuito de los Rolling Stones, en la primavera de 2016, el Saratoga fue alojamiento y sede de eventos privados para la banda de Jagger y Richards. En ese mismo año, Madonna decidió celebrar su cumpleaños 58 en La Habana y lo hizo, con su madre y su hija Lola, hospedándose ahí.
Tres años antes, la cantante Beyonce y el rapero Jay-Z escogieron el Saratoga para celebrar su aniversario de bodas. Otras personalidades del espectáculo, como El Buki Marco Antonio Solís, Rihanna, Kanye West, Katy Perry, Leonardo di Caprio, el arrepentido vengador Will Smith y las famosas hermanas Kardashian también quisieron pernoctar en ese hotel centenario.
Y no sólo eso: el diseñador Karl Lagerfeld lo utilizó para dirigir personalmente un desfile de modas y el controvertido ex vocalista de Black Sabbath, Ozzy Osbourne, para grabar un documental.
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Hasta el monarca de la dinastía alauí, Mohamed VI, ignoró que la revolución cubana siempre ha apoyado el derecho del pueblo saharahuí a la autodeterminación, que los reyes de Marruecos bloquean desde que sus tropas ocuparon el Sáhara Occidental en 1975, y en 2017 cerró el Saratoga completo durante 10 días para vacacionar con su familia.
El gozo de los años 30
Era el segundo aire de celebridad y cosmopolitismo del gran hotel. Construido como almacén de tabaco en 1888 por el empresario cántabro Gregorio Palacios, sus dimensiones facilitaron su uso como casa de huéspedes notables y en 1911 fue reinaugurado como Hotel Alcázar. Esa zona, conocida entonces como Las Murallas, concentró el turismo habanero y el edificio fue nuevamente reformado y engalanado para tomar, en 1933, el nombre de Saratoga.
Se abría su primera época de oro. En marzo y abril de 1935, cuando España vivía la agitación de la Segunda República, antes de la invasión que Francisco Franco lanzó desde Marruecos, los escritores Rafael Alberti y María Teresa León pasaron una temporada.
En ese periodo, los privilegiados de la sociedad habanera solían buscarse un lugar en la terraza y los portales del Saratoga, sobre el Paseo del Prado, donde se presentaban los músicos y bailarines más aplaudidos de la isla.
Ellos… y ellas. Las Anacaonas (que toman el nombre de la líder que dirigió la resistencia del pueblo taíno, fue apresada por los invasores castellanos y ejecutada por estrangulamiento en 1503), que formaron la primera orquesta cubana integrada sólo por mujeres, se iniciaron en ese lugar, los “Aires Libres” del Saratoga.
La ubicación, además, era perfecta para atraer a las capas dominantes: en la esquina de Prado con la calle Dragones, está frente al Capitolio, construido entre 1926 y 1929 para albergar las dos cámaras del Congreso, a imitación del de Washington, D.C.
Desde la piscina en el octavo piso, la vista de 270º permitía disfrutar todo Centro Habana y el mar Caribe, y adyacentes, la Ópera, la histórica fábrica de puros Partagás y “El Floridita”, un bar abierto en 1817 y conocido además por aquel viejo asiduo de su barra con bancos altos, Ernest Hemingway, quien escribió “Mi mojito en ‘La Bodeguita’, mi daiquirí en ‘El Floridita’" (aunque el escritor no se dejó seducir por el Saratoga y prefirió tomar residencia en el cercano hotel Ambos Mundos).
Renacimientos
Algunos criticaron que la recuperación del Saratoga de 2005 no logró conservar muchos de los detalles de su decoración original en interiores, que se perdió durante casi medio siglo de deterioro. Pero mantuvo la coherencia con el estilo de la fachada, que sí se renovó con fidelidad al estilo arquitectónico habanero de los años 20 y 30 del siglo pasado, con celosías de madera, escaleras de mármol, columnas dóricas y una marquesina.
Además de sus víctimas humanas, la explosión de este viernes se llevó un lujoso escenario de dos periodos de la historia cubana. Pero el señorial edificio ya experimentó un renacer. No será sorpresa que alcance otro y se entregue a una tercera época de oro.
EHR