"El fuego se desató en un momento", eso es lo primero que menciona Mevlut Tarim, un granjero que a sus 67 años ha sido testigo de uno de los incendios más catastróficos y desesperantes que han azotado a Turquía, los cuales, según él, surgieron como una explosión donde las llamas quemaron viva a su vaca.
Sus animales siguen asustados, pese a estar alejados del humo que los rodeo y generó peligro en la granja. Tarim se considera afortunado de haber sobrevivido a los incendios que devastaron amplias zonas del suroeste y dejaron ocho muertos.
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"Una de mis vacas murió quemada. Nunca vi nada igual. No lo puedes llamar fuego, era realmente como una bomba", recuerda el granjero.
Su historia ha pasado en boca de muchos testigos del más mortífero y destructor incendio que vivió Turquía en décadas, donde miles de cabezas de ganado murieron y parcelas enteras de abundante bosque que cubrían las colinas se convirtieron en palos esqueléticos y cenizas.
La tragedia en las zonas boscosas generó angustia entre los criadores de animales, quienes tuvieron que llevar a su ganado a las relativamente seguras costas de mar Egeo y del Mediterráneo.
Pero en estado de pánico, los animales de granja son difíciles de guiar y el viento que azota las llamas hace que el fuego sea impredecible.
Exhaustos tras intentar apagar el incendio, empapando las ruinas de las casas o echando agua desde los aviones, los bomberos no siempre llegan a tiempo para echar una mano a granjeros como Tarim.
Intentar apagar las llamas con lo que sea
Lemis Sapir es un agente de seguros local que sentía que tenía que quedarse e intentar ayudar como fuera en las labores de extinción.
"Sentía que no podía irme", afirma el hombre de 44 años. "Vamos a dar toda la ayuda que podamos".
Las redes sociales turcas estaban llenas de imágenes de valientes vecinos que intentaban apagar las llamas con todo lo que tienen a mano, desde regaderas de jardín hasta ramas de árboles.
Sapir explica que la ciudad de Hisaronu, en el mar Egeo, recibió refuerzos venidos de otras regiones, "pero la altura de las montañas, muy escarpadas, y la abundancia de bosque, hacen que los bomberos no puedan intervenir".
"El apoyo aéreo es todavía insuficiente. Hay demasiados incendios en diferentes sitios de Turquía y, por el momento, no podemos llegar a todos".
La respuesta ante la crisis de las autoridades turcas se convirtió en un escándalo que aumentó la presión sobre el presidente Recep Tayyip Erdogan.
La oposición acusa al poderoso líder turco de haber tardado demasiado en aceptar las ofertas de ayuda extranjera, incluso de su rival regional, Grecia, y de fallos en la planificación de la prevención de incendios.
El gabinete de Erdogan respondió diciendo que todo el personal de emergencias fue movilizado durante días y considera las críticas a su mala gestión como noticias falsas que buscan dar una imagen débil de Turquía.
El gerente de una tienda en la zona, Yasekin Akkaya, afirma que no es el momento de hacer política o de discutir sobre el papel geoestratégico de Turquía.
"No es un momento para estar orgulloso".
"Somos un país poderoso. Nuestra gente es fuerte. Pero me cortaron el agua en casa", explica. "Claro que necesitamos agua, porque el área del incendio es muy grande".
El granjero Tarim sacude la cabeza cuando observa los daños. "Mira a tu alrededor, es un desastre. Tenemos suerte de estar con vida", dice el granjero.
OMZI