Israel es uno de los pocos países que mantiene una relación funcional entre Moscú y Kiev. Lo hacía antes de la invasión rusa a su vecina Ucrania y continúa haciéndolo ahora.
Tanto Rusia como Ucrania son grandes fuentes de emigración judía hacia Israel, tanto es así que el pequeño país tiene al menos un millón de hablantes del ruso.
Además, Israel se apoya en las garantías de seguridad que le da Rusia en sus operaciones en Siria contra organizaciones terroristas apoyadas por Irán, como Hezbolá, por ejemplo.
El aliado de siempre
Todos estos elementos se combinan con la alianza de Israel con Estados Unidos, principal instigador de sanciones económicas contra Rusia, lo cual no facilita la posición israelí como interlocutor entre Rusia y Ucrania, papel que el primer ministro, Naftali Bennett, ha emprendido con convicción.
Bennett ya ha visitado al presidente ruso, Vladímir Putin, rompiendo el día sagrado del judaísmo, el sábado, en el que los religiosos como el primer ministro descansan.
La Torá (el Pentateuco) permite vulnerar este día sólo para cuestiones relativas a salvar vidas, y esta es una de ellas, debió de considerar el mandatario antes de su viaje relámpago.
Después, conversó por teléfono en más de una ocasión con el presidente ucraniano, Volodymir Zelensky, y de nuevo con Putin, en un ping pong diplomático que retira a Bennett de la larga sombra que proyectaba sobre él su predecesor, Benjamin Netanyahu, y sus excelentes relaciones internacionales, entre ellas, con el propio Putin.
La arquitectura de seguridad israelí es lo que rige la política del país y Rusia es el principal apoyo de Israel en Siria, colindante en el norte y víctima de una sangrienta guerra civil de más de una década en la que elementos terroristas cercanos a Irán amenazan a Israel, pero también al resto del mundo.
Israel trata de que estos grupos armados de ideología chiita fundamentalista no se hagan fuertes en su frontera norte, donde tratan de acumular armamento y tropas. Las operaciones israelíes para prevenir esto han sido exitosas, entre otras cosas, por el esencial entendimiento tácito con Rusia, que controla la casi totalidad de cielos sirios.
Equilibrio de poderes cambiante
Pero el poder de Rusia no se limita a su participación en la guerra civil siria. El país se ha convertido en un elemento fuertemente activo en el Oriente Próximo en general más allá de Siria: juega un papel importante en las negociaciones nucleares con Irán, ha mejorado sus relaciones con las monarquías del Golfo Pérsico y está ocupando más y más espacio en un lugar en el que la única superpotencia presente en las últimas décadas eran los Estados Unidos.
Y lo cierto es que las políticas domésticas e internacionales en Israel van de la mano, no sólo por cuestiones geoestratégicas fundamentales para el país, sino también porque hay judíos en todo el mundo.
Uno de esos judíos es el presidente de Ucrania, Zelensky, quien ha solicitado la ayuda israelí en diversas ocasiones e Israel ha respondido con gestos diplomáticos y humanitarios (de envío de toneladas y toneladas de todo tipo de productos y con la rápida acogida de refugiados ucranianos).
Tal vez los movimientos diplomáticos de Jerusalén, donde se conoce bien lo que es vivir con guerras y que el propio Bennett ha dicho recientemente que es fácil provocarlas, pero muy difícil salir de ellas, conduzcan a un entendimiento entre ambos países y a un alto el fuego definitivo.
Leah Soibel es CEO de Fuente Latina